sábado, 6 de octubre de 2018

Camino de Santiago con el Hospital de Linares




Camino de Santiago con el hospital de Linares.

Aunque la partida era el día 17 a las ocho de la mañana, nosotros nos fuimos la noche anterior para dejar el coche en casa de la Chari. Pensábamos tomarnos esa noche unas cervezas por la calle, pero empezó a llover torrencialmente y al final no salimos. Cenamos y nos fuimos a la cama pronto, que había que madrugar bastante. A Las seis y media empezaron a sonar los despertadores. Estábamos preparados antes de las siete, pero Mario estaba con el equipaje sin hacer y no tenía calcetines limpios. Ya empecé a ponerme nervioso. Su madre se lo tomaba con calma, igual que el hijo, y a mí me estaba empezando a dar un ataque al corazón. Empecé a poner firme a todo el mundo y a las siete y media ya íbamos camino del hospital (echando hostias, porque ahora sí parecía que tenía Mario toda la prisa del mundo).

¡Qué montón de gente! Aquello parecía la feria. No solo estaban allí los que iban a hacer el camino, sino muchos acompañantes que habían ido a llevarlos o a despedirse. Por los maletones que llevaba la gente, parecía que se mudaban. (Y nosotros, con una mochililla de nada. ) Era imposible que eso cupiera en los autobuses.

Subimos a la capilla del hospital a bendecir los bastones, (yo aproveché para echarme un cafelillo) y nos hicimos la foto de grupo, todos de verde, en la puerta del hospital.



La distribución de las plazas en nuestro autobús tuvo un momento caliente que yo no llegué a entender, puesto que en el otro, sobraban seis plazas; serían los nervios del viaje.
Y ya sin más, las ciento trece personas, más los dos conductores iniciamos el viaje. Hubo tres paradas, una para el desayuno, a las dos horas; la del almuerzo, que duró una hora y otra, próximos al destino, más que nada para ir al servicio. Fueron unas ocho horas que se hicieron un poco pesadas, aunque, en nuestro bus, la gente joven las amenizó con canciones y juegos.



Poco antes de las siete de la tarde entrábamos en Logroño (¡Tócate el coño! Es que si no lo escribo, reviento) y llegamos al Hotel Gran Vía, donde nos quedábamos uno de los autobuses durante los siguientes cinco días. La distribución de habitaciones fue bastante rápida, aunque las colas en los ascensores también. Nosotros subimos andando, ya que nuestra habitación estaba en la segunda planta. Deshicimos el equipaje y yo bajé a fumar. Bueno, ya no fumo, ya vapeo. Me di una vuelta y me encontré un DIA cerca. Entré a comprar agua y vi un pacharán hecho en La Rioja con buena pinta y lo compré para echar un chupito después de la cena.





Subí las compras a la habitación y metí el pacharán en la nevera. Ya habíamos quedado abajo para dar una vuelta por el centro, del que estábamos casi al lado. Les propuse bajar hasta el Puente de Piedra sobre el Río Ebro y cruzarlo para hacer una de las mejores fotos de Logroño, con el río y las torres de la catedral al fondo.



Desde aquí nos fuimos paseando hasta el Puente de Hierro, y nos entretuvimos bastante en un parque, que hay junto a la Casa de las Ciencias, lleno de juegos relacionados con la ciencia. Cruzamos el río por el Puente de Hierro, y siguiendo rectos, por la calle Sagasta, nos fuimos a la zona de la calle Laurel, zona por excelencia de tapas de Logroño. Era pronto y los bares aún estaban vacíos. Aún así, algunos del grupo decidieron entrar y tomarse unas cervezas con sus respectivos pinchos. Como Mariano había comprado unas tripas de chorizo y salchichón de la tierra, nosotros decidimos pillar unas cervezas fresquitas y pan para tomarnos el aperitivo en la habitación del hotel. Apenas nos dio tiempo porque a las nueve y media era la cena. Cuando llegamos al comedor casi todas las mesas estaban ocupadas y nos sentamos en una de seis: Chari, Fabi, Mariano, Paqui, y yo. José Manuel, Isa, Sebas, Inma y Paula llegaron bastante tarde y tuvieron que compartir mesa con otro grupo grande, cuando la idea era sentarnos todos juntos.



En otro momento hablaré de las comidas del hotel, pero adelantaré que estaban riquísimas.

Salimos a estirar las piernas antes de acostarnos y tras dar un paseo, le propuse al grupo (Chari, Isa, Inma, Paula, Paqui, Mariano, José Manuel, Sebas y Mariano) ir a nuestra habitación, que a la postre era la más grande, a tomarnos un pacharán. Cayó la botella entera entre risas y anécdotas. Y ya, a dormir que el desayuno empezaba a las siete de la mañana. Caímos muertos en la cama.


SÁBADO, 18 DE AGOSTO




Habíamos quedado a las ocho y media para que nos recogiera el autobús, y para no llegar tarde, nos levantamos a las siete.  Tras la ducha y un desayuno potente, bajamos a la calle a darnos un paseo ya con la mochililla preparada.

Más o menos puntuales salimos en dirección a Puente de la Reina, punto de partida de esta primera etapa que acababa en Lorca tras quince kilómetros . Atravesamos el pueblo andando y cuando yo creía que ya estábamos haciendo la etapa, paramos en la entrada del puente y la gente empezó a estirar y calentar bajo la dirección de uno del grupo.



 A mí me extrañó mucho aquello, y en vez de hacerlo estuve observando al grupo. La verdad es que me quedé impresionado de cómo iban de preparados todos. Estábamos tapando la salida del pueblo y los demás peregrinos que pasaban tenían que sortearnos.



 Después de esto, hubo una foto del grupo ( más de cien personas, que hoy iban vestidas de rojo) y el grupo que encabezaba la marcha ( cada día era uno distinto, ya que el gran grupo estaba dividido en seis subgrupos) comenzó a caminar. Yo me asusté un poco, porque la marcha que pusieron era bastante exigente. Después de dos kilómetros, casi llanos, empezó una cuesta bastante empinada de tres kilómetros, y ahí la gente empezó a ceder. Fabi y yo mantuvimos el mismo ritmo y llegamos de los primeros , junto con Mariano. Desde aquí a Mañeru el camino era muy cómodo en bajada. 




Bebimos agua en una de las fuentes y continuamos hasta Cirauqui, que también tenía una subida corta pero empinada, para llegar hasta la plaza del ayuntamiento. Este era el punto de descanso y para reagruparnos. Buscamos donde tomar café y no había nada, así que tuvimos que bajar a una tiendecilla que habíamos visto en la que había una máquina.




 Ya sentados allí, llegó Alfredo y a continuación, un chorreo de gente que hasta pasada media hora no terminó. Mariano, Fabi y yo ya llevábamos media hora allí y nos estábamos enfriando, así que reanudamos la marcha. Aún quedaban unos seis kilómetros hasta la conclusión de la etapa en Lorca. Al final llegamos los tres junto a una pareja y nos fuimos al bar a tomarnos unas merecidas cervezas.  La etapa se había hecho bastante dura, y los últimos llegaron una hora después, casi a las dos, por lo que hubo que llamar al hotel para comunicar que no llegaríamos hasta las tres, una hora más tarde de lo previsto.



Tuvimos que almorzar sin cambiarnos ni lavarnos, pero los camareros nos recibieron con una sonrisa. Para compensarlos se decidió que la cena sería a las nueve en vez de a las nueve y media.

Apenas hubo tiempo para una ducha, vestirse y tomarnos un café, porque esa tarde íbamos a visitar unas bodegas en Cenicero. Las Bodegas Riojanas son unas de las más antiguas de la Rioja, y de las pocas a las que le han permitido mantener el nombre de la Rioja. Nos dividieron en dos grupos y nos enseñaron todo el proceso de la elaboración del vino. Hasta había un juego interactivo para reconocer los olores de éste. Tras la visita, pasamos a la degustación. Nos deleitaron con un vino blanco, un tinto crianza y un reserva, con aperitivos de jamón y embutidos. Pudimos beber todo el vino que quisimos. La gente se puso muy alegre y subió mucho el tono de la voz y de las risas.




Aún era pronto, así que se decidió ir a la Rioja Alavesa, que estaba muy cerca, a visitar el pueblo de El Ciego, y más concretamente el Hotel del Marqués de Riscal, obra del mismo arquitecto del Guggenheim de Bilbao. Gracias a Mariano, que había estado haciendo las prácticas de cocina allí, nos dejaron entrar hasta los jardines a hacer unas fotos y visitar la tienda.



Llegamos con tiempo para comprar unas cervecillas y tomárnoslas antes de la cena. Las mujeres salieron a estirar las piernas antes de irse a la cama y Mariano y yo nos tomamos un pacharán en la habitación.

DOMINGO, 19 DE AGOSTO





Habíamos quedado de nuevo a las ocho y media, aunque hoy la etapa era más corta; Estella-Villamayor de Monjardín ( 10 kilómetros).  A las nueve ya estábamos en Estella, en la explanada de la estación de autobuses. Tras los estiramientos y el calentamiento, atravesamos casi el pueblo entero para seguir el camino hacia Ayegui.




 Muy cerca se encuentra El Monasterio de Irache y su famosa fuente del vino. Le dimos un buen trago y esperamos a que llegara el resto de la gente. Como todo el mundo quería beber y echarse la foto, decidimos continuar el camino porque esto haría que perdiéramos las mejores horas para caminar.




 Íbamos Mariano, Sebas, Inma, Fabi, Paula y yo. La parada para reagruparse era en Azqueta, que se encontraba a solo dos kilómetros del final de la etapa, pero para no enfriarnos continuamos .




  Después de pasar por una explotación ganadera y atravesar unas viñas empieza una subida que te lleva hasta La Fuente de los Moros, una fuente medieval del siglo XIII con un doble arco de medio punto. Fabi se había quedado con Inma atrás, así que con el pretexto de esperarlas, le dijimos a Sebas que continuara con su hija Paula y que fuera hoy la primera en llegar al final de la etapa, como premio le prometió una hamburguesa. La verdad es que hizo la etapa de maravilla, y eso que solo tiene doce años.




Ya en Villamayor, nos sentamos en una terracilla y nos pedimos unas cervezas. Mario no tardó en llegar y sumarse. Menos mal que llegamos de los primeros, porque conforme iba llegando la gente,  se agotaron todas las existencias  del barecillo.




Vistamos la Iglesia, y en cuanto llegaron todos, nos montamos en el bus para ir a visitar el pueblo de Arcos, que es el final de esta etapa de verdad, aunque los trece kilómetros que separan Villamayor de Arcos, se hacen especialmente pesados.



Arcos estaba en fiestas y había mucho  ambiente en la plaza y por sus calles. Esa tarde había encierro y los lugareños estaban vestidos para tal fin como buenos navarros. Después de visitar el pueblo, nos sentamos en una terraza a tomarnos unos vinos con una tapa de morro.




De Arcos a Logroño no hay mucha distancia, así que llegamos a buena hora para el almuerzo. Otra vez nos esperaba una buena comida típica riojana con su botella de vino.





Hoy dio tiempo a echarse una siestecilla y todo. Ya duchados y vestidos de limpio realizamos la salida cultural del día. Hoy otra vez hacíamos una incursión por tierras vascas (la Rioja Alavesa) para conocer el pueblo de Laguardia ( uno de los pueblos más bonitos de España).




 Se trata de un pueblo con mucha historia. Tiene un bonito casco medieval y unas murallas en muy buen estado. Otro de los encantos de Laguardia es que todo el subsuelo de la villa está horadado por las bodegas excavadas bajo las calles y viviendas a unos seis metros de profundidad.




Para no ir en procesión, en vez de entrar en el pueblo por una de las puertas, nos fuimos a hacer el Paseo del Collado y abrazarse todos estos a un árbol . Un parque mirador en el que al final se encuentra el templete y el busto de uno de los hijos célebres de esta localidad; el fabulista Samaniego.





A continuación, sí que entramos en el pueblo y fuimos recorriendo despacio cada una de las tres calles. Parece que te transportas a otra época. A las ocho tenía lugar una de las atracciones de la villa; el reloj de carillón con sus autómatas que danzan al ritmo del pasacalles típico de las fiestas. Para hacer tiempo, nos montamos en el ascensor panorámico, y nos tomamos unos vinos en la plaza. Una vez que terminó la danza del carillón, nos montamos en el bus y llegamos para la hora de la cena.



Vueltecilla por Logroño, pacharán, y a la cama.


LUNES, 20 DE AGOSTO





 Otra vez nos esperaba el autobús a las ocho y media, aunque hoy no tenía ir que recogernos, ya que la etapa empezaba en Viana y acababa en Logroño. Unos diez kilómetros prácticamente llanos.



El bus nos dejó a la entrada del pueblo, y después del calentamiento- estiramiento, casi hicimos una visita del mismo porque recorrimos su calle principal,  donde se encuentran todos sus monumentos. Realmente es un pueblo muy bonito y con mucha historia. Hoy dejábamos Navarra para entrar en la Rioja.



Nos colocamos detrás de Alfredo , ya que a él nadie le decía si marchaba rápido, porque desde el primer día dejó claro que él tenía que ir a su paso ( muy bueno por cierto) y no le gustaba parar porque se enfriaba y lo pasaba peor.




 Después de pasar por campos de cultivo y por un pinar, llegamos al límite de las dos  comunidades. Ya solo faltaban poco más de cuatro kilómetros, por una pista de asfalto rojo, para llegar a Logroño. Muy cerca, en la bajada hacia el río recordaba que había una abuelilla ( la señora Felisa)  que recibe al peregrino sellando las credenciales y vendiendo agua, cerveza, refrescos y recuerdos del camino. Me equivoqué y les dije a estos (otra vez íbamos Mariano, Sebas, Fabi, Inma, Paula y yo) que estaría muerta, porque hace cinco años paramos aquí. Me había equivocado de casa y un poco más adelante, allí estaba la buena señora. Esto dio lugar a muchas risas. Sellamos las credenciales, compramos recuerdos y al pedir cervezas y refrescos, me dijo que entrara yo a una nave y las cogiera del frigorífico. Me echó una bronca porque yo quería abrir con la llave, cuando la puerta estaba abierta y estuve a punto de doblarle la llave. Nos tomamos las bebidas y nos despedimos de ella.




 En cinco minutos estábamos en el Puente de Piedra de Logroño esperando al resto del grupo. No tardaron mucho en llegar porque ese día no había habido parada de descanso. Nos hicimos muchas fotos y en gran grupo nos dirigimos a la catedral.



 En la puerta principal de esta, cantamos la canción del peregrino y el himno de Andalucía. La gente nos echaba fotos, ya que 113 personas vestidas de verde y cantando llaman la atención.  Nos tomamos una cervezas en una terraza de la plaza, y a almorzar. Esta tarde podíamos echar una siesta más larga, ya que la visita programada para hoy era conocer Logroño de la mano de una guía local.




Tras el café de turno, fuimos al encuentro de la guía, que nos esperaba en las mismas puerta del hotel. Era una mujer de mediana edad, pero con una fuerza y unos conocimientos fuera de lo normal. Nos contó la historia de Logroño y de La Rioja de una manera muy amena, llevándonos por todos los puntos de interés de su ciudad.




 Terminamos la visita en la Concatedral y yo estuve pegado a ella en todo momento sin perderme ni un solo detalle de las explicaciones ni de las anécdotas. Era la tercera vez que Fabi y yo estábamos en Logroño, pero he de decir que hasta ahora no conocimos esta bonita ciudad. Todo un acierto lo de la guía local.



Como era pronto, nos tomamos unas cervezas, pero nosotros cinco fuimos a cenar, ya que muchos hoy habían decidido cenar de tapas por la Calle Laurel, aunque se avisó antes al servicio del hotel para decir  que no iban.

Después de la cena dimos una vuelta por la Gran Vía y tras el pacharancillo de turno, nos fuimos a la cama.


MARTES, 21 DE AGOSTO





Hoy no teníamos que coger el autobús porque la etapa partía de Logroño. Además, el Camino de Santiago pasa por la misma puerta del hotel. Respetamos el horario de encuentro; a las ocho y media, pero en cuanto empezaron los calentamientos y estiramientos, Mariano y yo hicimos como que íbamos a comprar tabaco y empezamos la etapa. Fabi, Seba, Inma y Paula, prefirieron hacerlo con el resto. Así que pusimos ritmo de marcha y empezamos a hacer kilómetros (hoy eran 13). La primera parte recorre un parque de Logroño (parque de San Miguel) muy extenso y estaba ya a esas horas lleno de gente haciendo deporte. Casi fuimos entre una multitud de ciclistas, corredores, andarines o gente paseando perros durante cuatro kilómetros al menos. Llegamos al embalse de la Grajera, que es un entorno recreativo donde se puede pescar, pasear, almorzar o simplemente descansar.  Casi hay que rodearlo por completo.



 Tras la presa llegamos a un aula didáctica medioambiental situada en un lugar privilegiado. No muy lejos, encontramos a uno de los peregrinos más famosos de España ( Marcelino Lobato) con un tenderete de recuerdos, bebidas . Sellamos las credenciales de nuestro grupo y mantuvimos con él un rato de charla. Nos dijo que nos quedaba una cuesta de unos dos kilómetros y que después todo era bajada hasta las inmediaciones de Navarrete donde tendríamos de nuevo una subida. En ese momento me llamó Fabi para decirme que se volvían a Logroño desde el embalse. Yo le dije que nosotros continuábamos hasta Navarrete y que allí nos buscaríamos la vida, y si no, que seguiríamos andando hasta Nájera, puesto que esa era la visita de ese día.  Continuamos andando a buen ritmo, ya que al final tendríamos que hacer casi treinta kilómetros. Casi llegando a Navarrete, vi un wasap en el que Fabi me decía que al final habían seguido caminado hasta Navarrete.




En el primer bar del pueblo nos sentamos a tomar café, pero viendo que ya eran las once y media, nos pedimos una jarra de cerveza, y después otra. Ya empezaron a llegar los primeros integrantes del grupo  y, al vernos allí todos se paraban con nosotros . El grupo de Fabi fue de los primeros en llegar. En media hora estaba allí todo el mundo y nos  dijeron de montarnos rápido en los autobuses porque había problemas con la entrada a los Monasterios de Suso y Yuso, en San Millán de la Cogolla.  Al final hubo una discusión y se cambió la visita ( esta era la más esperada por mí. Tenía tantas ganas de conocer esto dos monasterios...) por una visita por libre a Nájera. Fue una verdadera pena y pienso que habiéndonos llevado unos bocadillos en vez de almorzar en el hotel, se hubiera arreglado el problema. Otra vez será.

Llegamos muy pronto a Logroño, así que nos fuimos a cervecear y tapear por la Calle Laurel. Íbamos: Mario, la Chari, Mariano, Fabi y yo. La guía nos hizo algunas recomendaciones sobre sus bares preferidos el día anterior, y siguiendo su consejo entramos en dos; un acierto.  Probamos algunas de las tapas típicas de Logroño y a buen precio.

Hoy pudimos echar la siesta porque habíamos quedado a las cinco y media para ir a visitar el pueblo de Nájera.  En poco menos de media hora ya estábamos allí. El autobús nos dejó a la entrada del pueblo, así que para ir a la parte monumental tuvimos que recorrerlo casi entero. Era todo bajada, por lo que pensamos que después nos tocaría subir un montón.




Situada a 27 kilómetros de Logroño, Nájera es una de las poblaciones por las que discurre el Camino de Santiago, gracias al rey Sancho III que, en el siglo XI, modificó el recorrido para que la villa fuera una de los lugares de paso para los peregrinos. La villa está dividida por el río Najerilla y alberga en uno de sus márgenes un monumento de excepcional importancia: el monasterio de Santa María La Real. Erigido en el año 1032, sufrió numerosas reformas en el siglo XV. Su apariencia exterior de fortaleza contrasta con la belleza ornamental del claustro de los Caballeros, así denominado por el gran número de nobles que en él tienen sepultura.




 La iglesia alberga un magnífico trabajo de talla en el coro, un brillante retablo Mayor con la imagen románica de la titular del templo, el panteón Real, con sepulcros de una treintena de monarcas; el mausoleo de los duques de Nájera y, en la cripta, la cueva donde según se relata se le apareció la Virgen al rey don García, que ordenó la construcción del recinto.




 Enfrente del cenobio se encuentra el Museo Histórico Arqueológico Najerillense, con secciones de Prehistoria, Romano, Medieval, Etnografía y Pintura, y materiales procedentes de la comarca de Nájera. También es de interés la parroquia de Santa Cruz y su linterna sobre pechinas, situada en la plaza de San Miguel.




Fuimos a entrar en el museo  arqueológico pensando que era gratuito, como la mayoría de estos museos, pero querían cobrarnos la entrada ( ni siquiera me permitieron la entrada a mí presentando el carné de profesor). Así que nos fuimos directos al monasterio, previo paso por caja. La verdad es que merece, y mucho, la pena. Lo malo fue que descubrimos que la Chari es alérgica a lugares donde haya enterrados muertos y empezó a bostezar de una manera preocupante, tanto, que tuvimos que salir rápido de allí.



Dimos una vuelta por el casco antiguo y nos sentamos en una terraza cerca del río a tomarnos unos cafés y tés. Nos avisaron que el autobús nos recogería en la estación, así que le pregunté al camarero, que dónde se encontraba, y nos contestó que allí cerca cruzando el río. Entonces le pregunté que si cruzando un puente que había al lado y me rectificó diciéndome que aquello era una pasarela, , no un puente. ¡Coño, qué quisquilloso!




Llegamos a Logroño casi para la cena, así que nos quedamos abajo dando una vuelta mientras eran las nueve. Era nuestra última cena y como la noche anterior les dimos una buena propina a los camareros y cocineros, Sandra, la camarera tan alta, eficiente y simpática que nos había acompañado durante esos cinco días, se gastó la propina en regalarnos a cada uno de nosotros  un suvenir en forma de bota como recuerdo de nuestro paso por La Rioja. Hubo muchas palabras de agradecimiento para todos los trabajadores por su buen hacer y la buena comida que nos habían servido.

Dimos un último paseo por Logroño, nos tomamos unos pacharanes y a la cama, que mañana teníamos que estar levantados pronto para cargar el equipaje en el bus.


MIÉRCOLES, 22 DE AGOSTO






Hoy partíamos desde Azofra y nos esperaban unos dieciséis kilómetros, que a la postre se le hicieron más duros de la cuenta a muchos del grupo. Mariano y yo, mientras calentaban y estiraban nos fuimos otra vez a comprar tabaco. Como el autobús nos dejó a la salida del pueblo, pronto estábamos andando por esos campos de Dios. El cereal le iba ganando terreno a la vid, como muestra de la cercanía ya de Castilla.




Después de pasar por una fuente al poco rato nos topamos con una picota del siglo XVI, símbolo de la justicia. A partir de aquí el camino picaba hacia arriba y se veía perfectamente todo lo que quedaba por subir; unos seis kilómetros, hasta llegar a Cirueña. Aquí estaba la parada de descanso, pero tampoco es que hubiera mucho que ver, porque era una urbanización y un campo de golf.





 Hoy el camino estaba lleno de peregrinos, ya que el final de la etapa era la legendaria Santo Domingo de la Calzada, donde se obró el milagro de la gallina que cantó después de asada.



Tras la subida, llegó una bajada pronunciada, vislumbrándose ya Santo Domingo al fondo, con una pista llena de piedras, que hacía que tuvieras que andar sorteándolas. No es muy cómodo que digamos, como no es muy bonita la entrada al mismo por las naves, en su mayoría dedicadas a envasar  patatas, que desprendían un olor un tanto desagradable.



Llegados al pueblo, paramos a tomar café en la primera cafetería que encontramos. Ya empezaron a pasar los primeros integrantes de nuestro grupo. Proseguimos el camino para llegar a la plaza de la Catedral, cuando no muy lejos venían ya Fabi, Seba, Inma y Paula, como siempre de los primeros.




Esperamos al resto de nuestro grupo en la plaza, y no tardaron mucho en aparecer Chari y Mario, así como José Manuel e Isa, aunque estos con el conque del espolón de Jose, llevaban ya varios días sin caminar y venían tan çomodicos en el autobús. Tocaba tomarse unas buenas cervezas y lo hicimos en la terraza de una taberna muy cercana, que llenamos casi por completo. Nos pedimos unas aceitunas de aperitivo, que ponían con un chorreón de vermú; estaban muy ricas.




Como el grupo era tan numeroso, no se encontró ningún restaurante para dar de comer a tantas personas juntas y hubo que hacer dos grupos en dos restaurantes distintos. Isa se llegó a uno y no le gustó la pinta, así que nos fuimos al otro. La comida estuvo muy bien, aunque los platos típicos riojanos que nos pusieron, ya los habíamos probado en el hotel.




Para bajar la comida fuimos a hacer una visita por la ciudad. En el siglo XI el eremita Domingo (1019 - 1109) se retiró al río Oja para vivir apartado y ayudar a los peregrinos que iban a Compostela. Domingo creó un pequeño pueblo alrededor de una ermita, un Puente y un albergue de Peregrinos, hoy Parador Nacional de Turismo. A su muerte, alrededor de su tumba, hacia 1120, se empezaron a asentar edificaciones en torno al sepulcro, surgiendo un burgo, que resultaría ser la futura ciudad. 



Durante los siglos XIV Y XV se construye la Muralla. En el XVIII se produce una gran remodelación en la ciudad con el traslado del "centro" de la plaza del Santo a la Plaza Mayor con el edificio del Corregimiento y el Ayuntamiento. En 1973, su casco antiguo fue declarado Conjunto de Interés Histórico Artístico. 




Nos tomamos un café, (bueno, yo un gintónic), en una de las terrazas, y como los autobuses nos esperaban cerca del Parador de Turismo de Santo Domingo Bernardo de Fresneda, ubicado en el Convento de San Francisco, pues allí que entramos a oler. Nadie nos dijo que no pudiéramos estar allí, así que nos sentamos en los sillones  del claustro. Nos echamos muchas risas con la alergia de Chari, ya que otra vez empezó a bostezar por la cercanía de la iglesia y descansamos hasta la hora de la partida.




El camino hasta Vitoria se hizo bastante corto, y antes de las siete ya estábamos en el hotel AC Marriot. Esta vez sí que estábamos todo el grupo en el mismo hotel. Solo los jefes de grupo bajaron con todos los DNI , y en apenas cinco minutos aparecieron con las llaves de las habitaciones. A nosotros nos tocó en la sexta planta, así que tuvimos que hacer una buena cola en el ascensor para subir el equipaje.




Nos duchamos, y como todavía faltaba un buen rato para la cena, Fabi y yo, tras pedir un plano de la ciudad en recepción, nos fuimos a hacer una primera excursión por la ciudad. Lo primero que llama la atención es la limpieza de la misma y la cantidad de zonas verdes que tiene. El hotel estaba situado en una amplia avenida con tres carriles por cada lado, otros dos para el tranvía y dos carriles bici. Para cruzar casi te asustabas y no sabías para dónde mirar. Nos llegamos hasta la Catedral Nueva, y de vuelta decidimos tomarnos una cerveza. Como pedimos dos cañas, nos pusieron dos cervezas enormes; había olvidado que en el país Vasco si quieres una cerveza normal, tienes que pedir un zurito. Tampoco es que yo tuviera ningún problema, y me bebí la mía y la mitad de la de Fabi.



Llamé a todos esto por el móvil para decirles que estuvieran pronto en el comedor, ya que hoy sí que podría haber problema con la distribución de las mesas. Al final nos metimos en un comedor con una mesa para veinte, y fue todo un acierto, porque en el otro comedor estaban los demás, y el follón que se escuchaba era ensordecedor. Tanto la comida como el servicio, eran bastante peores que el del hotel de Logroño. Aún así, no estaba mal.




Tras la cena, dimos un paseo por esa avenida tan larga y nos fuimos a la cama.




JUEVES, 23 DE AGOSTO



De las comidas del hotel, creo que lo mejor eran los desayunos; había de todo y de mucha calidad. A nosotros nos tocó en el primer turno (de 7 a 8), ya que la sala de desayunos no tenía capacidad para tantas personas. Así que nos dio tiempo hasta de pasear por la ciudad un rato antes de irnos a caminar.

Hoy cambiábamos el Camino de Santiago por el Camino Ignaciano, para ello teníamos que ir hasta Loyola, en Guipúzcoa, punto de partida del camino que realizó San Ignacio de Loyola hasta Manresa,  en el año 1522, siendo  caballero. Su idea era llegar hasta Barcelona y coger allí un barco que le llevara hasta Jerusalén. Los jesuitas, de cuya orden fue fundador, han sido los precursores de este Camino.




La etapa que nosotros íbamos a hacer, de unos once kilómetros, era siguiendo el sentido inverso; partíamos de Aizpurutxo para llegar hasta el Santuario de Loyola. Después de un recorrido precioso por una carretera de montaña y con un paisaje encantador, nos dejó el autobús en esta pequeña aldea. Subimos hasta encontrar la pista asfaltada, y ya todo fue  una suave bajada de cuento de hadas.




Vas atravesando túneles  y  puentes, que junto a la exuberante vegetación hacían que te transportaras a un paisaje de ensueño . Jamás seis kilómetros andando me habían resultado tan maravillosos.



Llegamos a Azpeitia e hicimos una parada para tomar algo y de paso visitar el pueblo. Hubo un problema con los autobuses y perdimos más tiempo de la cuenta. Ya a las afueras del pueblo y paralela al río Urola partía otra pista preciosa que en dos kilómetros nos llevó hasta el Santuario de Loyola.





El Santuario de Loyola, ubicado en el término municipal de de Azpeitia (País Vasco), y cuna de San Ignacio de Loyola, santo de la iglesia católica y fundador de la Compañía de Jesús conocida como los jesuitas, es un complejo monumental y religioso espectacular. ¡Una auténtica preciosidad arquitectónica!




La visita a la Basílica de Loyola es gratuita. Destaca sobremanera la enorme cúpula que la cubre (de 65m con dos grandes alas laterales), rodeado de jardines y una extensa plaza. El estilo barroco lo inunda todo.




En medio de estas edificaciones se halla la casa natal del santo que es una casa torre construida a finales del siglo XIV.

La mañana había merecido mucho la pena tanto en el aspecto paisajístico como en el monumental.

Llegamos a Vitoria a la hora del almuerzo, así que no hubo ni tiempo de ducharse ni de tomarse una cervecilla. Tuvimos poco tiempo de descanso, porque a las cinco salíamos camino de Bilbao para hacer una visita guiada de la capital de Vizcaya.

El autobús nos dejó en Guecho, donde nos esperaban los guías. Desde allí nos subieron a un mirador desde el que  había unas vistas preciosas  de la ría y del Puente De Vizcaya, al que bajamos para montarnos en el transbordador  y cruzar a Portugalete. Dimos una vuelta por el pueblo entre la entretenida información del guía, y otra vez de nuevo al autobús para acercarnos a Bilbao.




Era la Semana Grande de Bilbao, es decir; las fiestas de la ciudad, y costó trabajo llegar hasta el centro. Una vez allí, nos dividimos en dos grupos y empezó la visita. Había que estar muy pendientes del guía, ya que aquello era una locura por la cantidad de gente que había. Atravesamos la multitud para llegar hasta el casco viejo con sus siete calles, donde se encuentran los mejores bares de pinchos de la ciudad.




Nos estuvo explicando el centro histórico de Bilbao, y ahora tocaba el moderno, que ha hecho que sea una ciudad muy limpia y turística. Nos fuimos hasta la Gran Vía y allí nos habló de todos los arquitectos famosos que han dado este nuevo semblante a la ciudad.



La visita terminó en el Guggenheim, donde nos hicimos multitud de fotos, así como junto a Puppy,  el perro más fotografiado de Bilbao.





Nos despedimos del guía y ya retornamos a Vitoria para cenar y descansar.



VIERNES, 24 DE AGOSTO


La noche anterior hubo cambio de planes y se suspendió la etapa del día; la gente estaba demasiado cansada y creo que asustada porque la etapa de diez kilómetros tenía un ascenso duro de cinco kilómetros, aunque los otros cinco eran de bajada. Se preguntó en los autobuses y solo unas veinte personas queríamos hacerla; entre otros: Fabi, Seba, Mario, Mariano, Chari y yo. Se decidió que iríamos  todos en autobús a lo que era el final de la etapa: el Santuario de Arantzazu. La verdad es que nos quedamos un poco decepcionados, ya que uno de los objetivos del viaje era la caminata de la mañana, y esta presentaba muy buena pinta. Pero la democracia es así y hubo mayoría que no querían caminar.

Salimos a las nueve y tomamos la misma dirección del día anterior. No paraba de llover, lo que hizo que no pudiéramos disfrutar del paisaje en todo su esplendor. La carretera se empinaba cada vez más y se llenaba de curvas.

Al llegar al Santuario arreció la lluvia y tuvimos que darnos prisa en entrar porque nos estábamos poniendo chorreando.



El Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu es un santuario católico mariano situado en el municipio de Oñate, en GuipúzcoaPaís Vasco, donde se venera a la Virgen de Aránzazu, patrona de esta provincia y que se habría aparecido en 1469.
Se encuentra a 750 msnm, rodeado de montañas y vegetación. Desde 1514 está servido por la Orden de los Franciscanos. Su basílica, construida en la década de 1950, es una obra arquitectónica, escultórica y artística de gran relevancia, en la que han trabajado eminentes artistas de renombre internacional.



El nombre del santuario, del lugar y de la Virgen está relacionado con la leyenda de su aparición. En sí, la palabra arantzazu se compone de "arantza" que se traduce como "espino"​ y el sufijo "zu" que indica "abundancia"​ por lo que viene a significar "abundancia de espinos" y hace referencia a la existencia de abundantes arbustos espinosos en el lugar.




La larga historia del santuario de Aránzazu no ha dejado muchas reliquias ni documentos. Ello se debe a varios hechos que produjeron la pérdida de buena parte del patrimonio, obligándolo a comenzar prácticamente desde cero, en el siglo XIX. Entre estos hechos destacan tres incendios.
Comenzada a construir en 1950, abierta a la liturgia en 1955 y consagrada en 1969, la basílica de Aránzazu destaca por la conjunción del arte del siglo XX y la religiosidad. Se levantó sobre la antigua iglesia, que había sido edificada en el siglo XIX después de ser destruida por el incendio de 1834. Conserva la planta de la misma que sirvió de cripta. Durante las obras no se interrumpieron los servicios religiosos.
El atrevimiento del diseño de los artistas que intervinieron en su construcción llevó a la paralización de la misma durante casi 15 años. La apertura que el Concilio Vaticano II supuso permitió que pudiera culminar el proyecto.
El proyecto es de los arquitectos Sáenz de Oiza y Luís Laorga del colegio de arquitectos de Madrid. Junto a ellos intervienen el escultor Jorge Oteiza para la fachada principal, el pintor Lucio Muñoz para la decoración del ábside, el escultor Eduardo Chillida para las puertas principales de acceso, fray Javier María Álvarez de Eulate encargado de las vidrieras y el pintor Néstor Basterretxea para la decoración de las paredes de la cripta.





Un cura jubilado amigo de Paco, el conductor, nos estuvo contando todo esto sentados en la nave central. Después subimos ábside a contemplar  la imagen de la Virgen, donde se rezaron algunas oraciones.




La imagen de la Virgen de Aránzazu es una talla en piedra de perfil gótico de diseño simple. En la mano derecha tiene una bola simbolizando el globo del mundo y con la izquierda sostiene al niño que se sienta en la pierna del mismo lado algo sentado. Mide 36 cm y pesa 9 kg. Describen el rostro de la imagen como el de una «aldeana sana de ancho cuello y generoso pecho». El niño no está tan bien trabajado como la figura principal; tiene un aire bizantino y lleva un fruto en su mano izquierda. ​ Suele presentarse sobre un tronco de espino blanco y con un cencerro al lado.

Tras la visita, bajamos a la antigua basílica, que se encuentra debajo de la moderna, y que actualmente está convertida en cripta, y recoge una obra pictórica vanguardista en sus paredes.




Tomamos café y estuvimos en la tienda de suvenirs  comprando algunos recuerdos del lugar. En el camino de vuelta no llovió, así que pudimos deleitarnos con el paisaje.


Tras el almuerzo, nos pegamos una buena siesta,  y aunque no es que hubiéramos madrugado mucho,  el cansancio de la semana se iba notando.


Quedamos con Mariano y Chari para la visita por libre a Vitoria después de la siesta.

Vitoria es una ciudad que mantiene una parte medieval y una moderna, decorada con coloridos murales. Es menos turística que Bilbao o San Sebastián, lo que le da un encanto especial a la visita. A pesar de ser menos turística, Vitoria tiene muchas cosas que ofrecer al visitante.

La parte del centro histórico de Vitoria lo llaman la “almendra”, porque tiene una forma de almendra vista desde arriba. Esta zona medieval está rodeada en parte por muros del siglo XI y dentro de la almendra se encuentran edificios del siglo XV y torres de vigilancia muy bien conservados.



Después de pasar por  la Catedral de María Inmaculada, de estilo neogótico, llegamos a la Plaza de la Virgen Blanca, donde comienza el casco histórico. La plaza de la Virgen Blanca se comunica con la Plaza de España, aquí es donde se encuentra el cartel de Vitoria-Gasteiz hecho como una escultura vegetal, sobre la calle Postas, y  al fondo se ve la Iglesia de San Miguel Arcángel. En el centro de la plaza podemos ver un monumento conmemorativo de la Batalla de Vitoria.





Tomamos café en una de las terrazas y empezamos a subir, parando en la iglesia de San Miguel, donde está la escultura de Celedón. Celedón es un símbolo del aldeano alavés. Calado con boina y vestido con una blusa típica, acompañado siempre por el paraguas, el personaje ha sido ubicado por los historiadores en diversos ambientes.
La bajada de Celedón fue inventada en el año 1957 por un grupo de vitorianos deseosos de ofrecer a las fiestas de su ciudad un sello particular. Crearon el descenso del personaje estableciendo una analogía entre el muñeco y los campesinos de la provincia que se acercaban a la ciudad para celebrar las fiestas.



Después de algunas fotos, seguimos subiendo hasta llegar a la Catedral de Santa María, en la que  hay un programa de visitas guiadas que se llama “Abierto por obras”. Con esta visita te das un paseo por la historia de la catedral, donde se pueden descubrir los secretos de este edificio y de la ciudad. Nosotros no hicimos esta visita por la alergia de Chari, pero sí la hicieron la familia de Isa y quedaron encantados. Está declarada Patrimonio de la Humanidad desde el 2015.
Junto a la catedral se ver la estatua de Ken Follett, el escritor de la saga de los Pilares de la Tierra, que basó su novela: Un mundo sin fin, en esta catedral.




Bajamos hasta la Plaza de España, y como hacía calor y el tren turístico de la Plaza de la Virgen Blanca  estaba a punto de salir, nos montamos en él. También lo hicieron Alfredo y su mujer. Hace un recorrido de cuarenta y cinco minutos bastante completo por el casco antiguo y sirve para llevarte una imagen amplia de la ciudad.




Ya las terrazas de la Plaza estaban bastante llenas, así que, imitando al personal, nos sentamos en una de ellas. Aunque al principio la idea era tomar un chocolate con churros, nos pedimos infusiones y yo un cubatica. Como siempre estoy hablando de que Chari es una bruja, y esa última noche hacía un ritual y una queimada, Fabi y ella se fueron a buscar un disfraz de bruja y sorprender a todos. Mariano y yo, mientras, estuvimos comprando algún recuerdo de la ciudad, y qué mejor que una baraja de naipes de Heraclio Fournier. Ya nos encontramos con ellas y quedamos con Mario en un bar. Nos tomamos unas pintas a muy buen precio y por un camino mucho más corto que el de ida, llegamos al hotel poco antes de la cena.




Era la última noche y muchos se vistieron de blanco, siguiendo las recomendaciones de Chari. Tras la cena empezó el ritual de brujería. Yo me metí en el círculo, pero estuvieron a punto de echarme porque no hacía más que reír, cuando la gente se lo tomaba muy en serio , a pesar del disfraz. Después se hizo la queimada mientras se leía el conjuro. Hubo para todos y para repetir.

Nos salimos a la puerta del hotel y estuvimos un buen rato comentando la velada y el viaje. Y ya, a la cama , que había que preparar el equipaje para la mañana siguiente.



SÁBADO, 25 DE AGOSTO




Dejamos prácticamente preparado el equipaje la noche anterior, así que bajamos pronto a desayunar, y aunque fuimos de los primeros en tenerlo todo preparado, no había manera de pillar el ascensor libre, por lo que tuvimos que bajar las seis plantas con el equipaje andando.


Tras dos horas de viaje, paramos en Soria, donde teníamos tiempo para visitar la ciudad y almorzar por libre en ella.




Como disponíamos de muy poco tiempo, pensamos que una forma práctica de conocer lo imprescindible sería tomar el tren turístico, así que llamamos y tras reservar nos fuimos directos al punto de partida, aunque como faltaba aún una hora para la próxima salida, dimos una vuelta por todo el casco antiguo.



Me hubiera encantado recorrer todos los lugares en los que Antonio Machado se inspiró para escribir una de sus obras más importantes: "Campos de Castilla", pero tuve que conformarme con ver la iglesia donde se casó con Leonor; la Iglesia de Santa María la Mayor, y tomar café en el casino, el Círculo de la Amistad Numancia. Pero como no pude empaparme de los lugares de Machado por Soria, me gustaría dejar en este diario un resumen de la historia de su paso por esta ciudad, a la que tanto amó.





Fue a finales de abril de 1907 cuando llegó a la ciudad de Soria –procedente de Madrid– para tomar posesión de su puesto de catedrático de Lengua Francesa en el Instituto General y Técnico de Soria. Aquí comenzaría una etapa fundamental para su vida. Aquí compondría los versos de una de las obras que le convertirían en uno de nuestros poetas más reconocidos.

En Soria conoció Antonio Machado a la que fue su gran amor, Leonor. Con ella vivió sus días más felices y también los más tristes.

Cuando Machado bajó del tren por primera vez fue a instalarse en una modesta casa de huéspedes, en la calle del Collado 54, que regentaban Isidoro Martínez y Regina Cuevas, hermana de Isabel Cuevas, la madre de Leonor. A los pocos meses, después de pasar una temporada en Madrid de vacaciones, se instaló en la misma pensión trasladada a la calle Estudios y que ahora era de los padres de Leonor. El carácter alegre y solícito de la muchacha atrajeron al maduro escritor muy pronto y, poco a poco, la relación entre ellos se fue haciendo más íntima. Superadas las primeras reticencias de la familia, no sólo por la diferencia de edad –pues él tenía ya 34 años y ella sólo 15– sino también porque Machado era un hombre huraño y de trato difícil, se casaron en julio de 1909, en la iglesia de Santa María La Mayor.



Fueron entonces días felices para la joven pareja hasta que, en julio de 1911, estando en París acompañando a su esposo que realizaba una beca de ampliación de estudios, la tuberculosis comenzó a mostrar los primeros síntomas en el cuerpo de Leonor que, enseguida, cayó gravemente enferma. Regresaron a Soria en busca del aire puro que le recomendaron los médicos y alquilaron una casa junto a la ermita de Nuestra Señora del Mirón. Once meses después Leonor falleció. El inmenso dolor que le produjo la muerte de su esposa llevó a Machado a abandonar las tierras castellanas. El 9 de agosto, sólo ocho días después, puso rumbo a Baeza.

Durante su estancia en Soria, los días de Antonio Machado discurrieron entre sus clases en el instituto y los paseos, primero solo y después con su mujer. Y aunque, en principio, estas tierras y sus gentes no terminaban de ser del agrado del poeta, pronto comenzó a abandonarse a la contemplación de la naturaleza, esa que después le inspiró y que convirtió en una de las grandes obras de la poesía universal, Campos de Castilla.

Fue el Duero una inagotable fuente de inspiración para Machado. De sus paseos entre San Polo y San Saturio, por la ribera del río, manarían preciosas poesías que han llevado a la ciudad de Soria por todo el mundo.

He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria –barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra–.

Uno de los parajes naturales más emblemáticos de la provincia de Soria, la Laguna Negra, le inspiró la composición insigne de Campos de Castilla, el romance de La tierra de Alvargonzález. Quizá fue el amor, el deseo de conocer todo lo que era cercano a su amada, lo que le llevó, en el mes de septiembre de 1910, a querer visitar el nacimiento del Duero. El recorrido que hizo fue el siguiente: de Soria a Cidones en coche correo; después hasta Vinuesa andando; y a caballo hasta Covaleda. Desde allí les sorprendió una tormenta y decidieron bajar hasta La Laguna Negra. El misterioso e inaccesible paisaje y las tremendas historias de asesinatos que le contaron, encontraron el perfecto final en el famoso romance.

Machado fotografió con sus versos el paisaje castellano como nadie; sus colores, su detalles, el movimiento…Sólo fueron cinco años los que el poeta andaluz estuvo en Soria, pero intensos, muy intensos. Versos inigualables surgieron del encuentro entre la pluma y la ciudad, estrofas clave de la literatura española que unieron para siempre a Machado y a Soria.

Ya estábamos en la cola del tren cuando el conductor nos dijo que se tenía que suspender el viaje a esa hora, porque ese día  grupos de Bolivianos llegados desde todos los puntos de España tenían una reunión en la ciudad . No lo entendimos hasta que escuchamos la música y vimos un pasacalles formado por un montón de grupos con bailes y trajes tradicionales que estaban recorriendo toda la ciudad. El espectáculo era digno de admirar, pero nos privó de conocer lo básico de esta ciudad.



Ya era hora del aperitivo y descubrimos una plaza llena de terrazas, así que antes de que se nos adelantara nadie, nos sentamos en una con cerveza Alhambra y que decía que había ganado el premio de ese año de la tapa de croquetas. Fue todo un acierto sentarnos allí, porque al momento se llenó toda la terraza y todas las mesas de la plaza. Probamos todos los tipos de croquetas que tenían y nos hartamos de cerveza, tanto, que al final tuvimos que pedir  reserva de 1925 porque se quedó sin tercios de la especial.



Contentos, nos fuimos hasta las inmediaciones del Parque de la Alameda  de Cervantes a tomar café y ya a hacer tiempo en el parque, donde las ardillas se acercaban a pedir comida.
Al final del parque nos esperaban los autobuses. Nos montamos y reiniciamos el viaje de vuelta, que tras una parada en La Mancha, legamos a Linares a las diez y media de la noche, con un calor asfixiante. Por lo que decidimos irnos a Gójar esa misma noche en vez de dormir allí.





Ha sido un viaje diferente, en el que formábamos parte de un grupo muy numeroso, por lo que estabas un poco atado a la planificación global del mismo. En honor a la verdad, tengo que decir que los responsables del montaje del viaje , Andrés, en la parte del camino; Alfredo en el aspecto cultural y cada uno de los responsables de los  grupos, han hecho una tarea encomiable y a veces poco reconocida. Desde aquí me gustaría dar las gracias a dichas personas. Tanto la planificación de las etapas, la elección de los hoteles, como las visitas culturales merecen un diez. Sé que ellos no tienen la culpa de no haber podido realizar tanto la visita a los Monasterios de Suso y Yuso, como la última etapa en el País Vasco, y ha sido lo único que no me ha parecido bien, cuando estaba programado. Este viaje ha servido para conocer a algunas personas, ya que era imposible conocerlas a todas, que merecen mucho la pena, como es el caso de Seba y su familia, y sobre todo volver a estar con Chari, Mario y Mariano, con los que ya hemos compartido algunos viajes y siempre nos lo hemos pasado tan bien.  Por último dar las gracias por habernos permitido compartir esta bella experiencia con todos vosotros.







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