Aprovechando que el AVE pasa por Cuenca y Albacete, y que los billetes si los compras con tiempo por internet salen bastante económicos, decidimos pasar el puente del Corpus en Castilla la Mancha y probar los trenes de alta velocidad.
Para coger el AVE, nos fuimos a Madrid en autobús. Una vez allí, llegamos dando un paseo hasta la estación de Atocha, comprobamos los horarios y el andén desde donde salía el tren y nos fuimos a dar una vuelta por los alrededores para hacer hora.
A las diez y veinte ya estábamos dentro del AVE; una pasada en cuanto a comodidad, rapidez y puntualidad. En cuarenta minutos ya estábamos en Cuenca, y es que a trescientos kilómetros por hora cunde mucho.
La primera sorpresa del viaje fue que la estación del AVE en Cuenca (Fernando Zábel) está a seis km. de la ciudad, pero no hay problema porque hay un bus esperando que te acerca a la estación de trenes y autobuses de la ciudad, que están una al lado de la otra. Desde aquí hasta el hotel en que nos hospedábamos apenas había cinco minutos. Subimos el equipaje a la habitación, recogimos un plano y directos a nuestra primera incursión al centro histórico.
La ciudad antigua se encuentra en un cerro rodeada por dos ríos: el Huécar y el Júcar; así que para visitarla tienes que subir bastante y cruzar el río por alguno de sus puentes. Nosotros la subida la hicimos por el paseo del Huécar y cruzamos por el puente de San Pablo (un puente que produce vértigo) el más famoso de Cuenca.
Desde aquí se tienen las mejores vistas de las casas colgadas y de una parte de la ciudad. Llama la atención la mezcla entre monumentos y naturaleza, pienso que por eso la declararían Patrimonio de la Humanidad.
Después de las fotos de rigor, nos adentramos por callejuelas hasta llegar a la Plaza Mayor. Allí se encuentran la catedral , el ayuntamiento y unos edificios de colores que dan encanto al entorno.También se encuentra la oficina de información turística, donde muy amablemente nos dieron unos planos y algunas recomendaciones.
Como se acercaba la hora del almuerzo, empezamos a bajar para ir a la zona de bares y terrazas que está junto a la Diputación ,en la calle San Francisco.Callejeando sin rumbo, vimos la calle Fray Luis de León, antigua calle del Agua, y recordé que en esa calle se encontraba la Bodeguilla de Basilio, tan recomendada en todos los foros, y hacia allí nos dirigimos.
Estaba recién abierto; éramos los primeros clientes del día. Nos pedimos dos cañas y mientras venía la tapa, Basilio nos puso una taza de caldo, que con el frío que hacía vino de maravilla al cuerpo. Al momento salió la tapa y era realmente espectacular: ensalada, jamón serrano, huevos, tempura de verduras y dos croquetas. Nos pedimos una segunda cerveza y otra vez, un aperitivo mientras venía la tapa,de nuevo espectacular. El precio de la caña es 2,90, pero merece la pena.
Para comparar con otros bares nos fuimos al Mesón Jose (sin tilde) en la calle San Francisco, allí tomamos una caña con una tapa más normalita y una ración generosa de morteruelo;de precio, tampoco estaba mal.
Como estábamos cerca del hotel nos fuimos a dar una cabezadita.
Por la tarde decidimos subir al Castillo, que está en la parte más alta de la ciudad, pero esta vez por el paseo del Júcar. Son una delicia las rutas que tiene Cuenca.
Siguiendo las indicaciones subimos a la ermita de la Virgen de las Angutias, y de ahí, por unas cuestas empinadísimas, a la plaza Mayor .
Para darnos un respiro tomamos café en un restaurante , la sorpresa es que te ponen tapa y a un precio normal.
Ya repuestos seguimos subiendo hacia el Castillo y sus murallas, comprobando que sólo quedan unos restos de ambos. Las vistas de la ciudad desde el barrio del castillo son impresionantes.
Bajamos por la calle paralela y no paras de descubrir monumentos y rincones fascinantes. Hacía bastante frío y como iba llegando la hora de la cena nos fuimos al Quinto Pecado, otro de los bares recomendados. Aunque había todo tipo de clientes, predominan los jóvenes; se entiende por el precio (barato) y las tapas(de buen tamaño).
El día había sido agotador, así que nos fuimos pronto a la cama.
Viernes 31
Habíamos dicho en recepción que nos despertaran a las seis y media porque hoy íbamos a Albacete y el tren salía a las ocho. Desayunamos en una cafetería-pastelería que hay cerca de la estación de autobuses mientras esperábamos el bus que te lleva a la estación del AVE. Después de un plácido viaje de 40 minutos, ya estábamos en el destino.
" Albacete, caga y vete " Dice el refrán. ¡Qué mal saben vender su ciudad los albaceteños!
La verdad es que a mí me ha gustado. De acuerdo, que no tiene muchos monumentos, pero los que tiene están muy cuidados, y los parques y sus calles están muy limpios.
Entre que eran las nueve de la mañana y que era el Día de la Comunidad parecía un lugar desierto. No se escuchaba un alma y esto le daba al lugar un aire melancólico.
Bajamos por la avenida de la Libertad, bueno, lo de bajar es por decir algo, porque la ciudad es totalmente llana, y llegamos a la Plaza del Altozano, con unos jardines muy bien cuidados. Aquí está la oficina de información turística, no abría hasta las diez, y la escultura del cuchillero.
También se ve El Gran Hotel, de corte modernista al igual que otros edificios de la ciudad. Entramos en una cafetería muy de época y nos tomamos un café.
Encontramos el Pasaje Lodares (una galería al estilo de Milán) pero estaba cerrado ,así que lo dejamos para más tarde. Desde aquí fuimos a la Plaza de Toros, el parque del Jardincillo y el parque de la Feria.
Había muchas terrazas montadas pero debido a la horas, todas cerradas.
De vuelta al centro de la ciudad visitamos la Catedral, que es gratuita , el Museo de la Cuchillería y el Ayuntamiento nuevo.
De nuevo en la plaza del Altozano, fuimos a turismo y ahora sí estaba abierto. Nos dieron un plano y ni una maldita recomendación, así es imposible vender una ciudad; menos mal que yo me la llevaba preparada desde casa...
También estaba abierto el pasaje y una mujer nos dijo que las tiendas estaban cerradas por ser fiesta y que era el único lugar bonito de la ciudad;¡otra vendiendo la ciudad!
Paseando llegamos hasta el Parque Abelardo e hicimos una visita al Museo Arqueológico que se encuentra dentro de éste.
Ya era la hora de la cerveza y nos encaminamos a la calle Tejares.¡Qué cantidad de bares y terrazas!Si por algo destaca Albacete es por el tapeo . Te puedes poner las botas comiendo y bebiendo cosas de calidad y a muy buen precio.
A la dos salía el AVE de vuelta a Cuenca; con todo el dolor de mi corazón nos tuvimos que marchar, no sin antes habernos tomado unas cuantas cervezas y comprar unas navajas de recuerdo.
A las tres ya estábamos en Cuenca y nos fuimos a probar el ajoarriero al Mesón Jose.
Después, la siestecita.
La tarde la dedicamos a hacer una ruta que vimos el día anterior por el río Júcar; después de un paseo agradable con unas vistas sobrecogedoras, empezamos a subir para ver la Torre Mangana.
Cansa de verdad tanta cuesta, pero el premio del paisaje merece la pena.
Después de visitar la Torre, nos fuimos a tomar café al Parador y cruzamos otra vez el Puente de San Pablo. El Parador es un antiguo convento con unas vistas fascinantes, que se puede visitar y aunque sea un poco caro merece la pena.
La bajada la hicimos por el río Huécar.Vimos unas mujeres ataviadas con el traje típico, así que las seguimos. Iban a una ofrenda floral que se le hacía a la patrona de Cuenca: La Virgen de la Luz .
Después de ver la iglesia que está en la unión de los dos ríos nos fuimos directos a cenar al Quinto Pecado, que ya estaba a tope. Después de la cena un cubatica el el pub Hispano y a descansar.
Sábado1
Hoy tocaba visitar La Alcarria y más concretamente, el pueblo de Huete.
Como el tren regional no pasaba hasta las once menos cuarto, tuvimos tiempo de dar una vuelta y desayunar por el centro de Cuenca. Esta vez el tren lo cogíamos en la estación de la ciudad. Las taquillas las abren media hora antes de cada tren que pasa y el precio es el mismo que por internet. Compramos los billetes y a las once y media ya estábamos allí.
Huete es el pueblo más viejo de Cuenca y está en la región de la Alcarria conquense. Tiene unos dos mil habitantes y un promedio de un monumento histórico por cada cuarenta vecinos. ¡Es increíble! En cada esquina ves un monumento, a cual más grande. Algunos están ruinosos y están intentando venderlos, ya que el ayuntamiento no se puede hacer cargo de su restauración.
Nada más llegar nos fuimos corriendo a la oficina de turismo, porque a las once y media empezaba la visita guiada por el pueblo. La realizan personas jubiladas, que después de haberse formado, dedican parte de su tiempo libre a enseñar su pueblo.
Estas visitas son todos los sábados a esa hora. Nosotros nos incorporamos con la visita ya comenzada. Es muy recomendable porque aparte de contarte la historia del pueblo, visitas sus museos: uno de arte moderno y otro etnográfico, en el que se ve cómo era la vida en la Alcarria antaño.
Después de tanta cultura llegaba la hora de la gastronomía . ¡Qué de tapas más ricas! Primero estuvimos cerveceando, y a continuación fuimos al restaurante que nos recomendó el guía. Pedimos queso frito y zarajos y lo regamos con vino manchego,
Todo buenísimo y a un precio irrisorio. Nos invitaron a café y probamos el resoli (un licor típico). Con la barriga llena nos fuimos a un parque cercano a sentarnos y hacer la digestión.
Visitamos las dos ermitas del pueblo y fuimos otra vez al museo de arte para verlo con más tranquilidad . A las seis y media estábamos camino de Cuenca.
Hacía buena tarde así que nos fuimos a pasear por el centro. A las ocho y media decidimos ir a cenar a la Bodeguilla de Basilio, pero ya no se podía entrar de la gente que había .
Fuimos a la Calle Carreterías que está llena de cafeterías y terrazas, y en una que había tele( era la última jornada de liga), nos sentamos a cenar. Pedimos unas cervezas y una alpargata que era enorme. Otra vez muy satisfechos.
La segunda parte del fútbol la vimos en un pub muy moderno que hay al lado del hotel.
Nos fuimos pronto a la cama porque el día siguiente el ave hasta Madrid salía muy pronto.
Ha sido un puente muy bien aprovechado, Cuenca bien se merece un fin de semana. Y Albacete debería darse más a conocer porque aunque no pueda competir con su vecina, también tiene su encanto. En cuanto al AVE:¡ qué suerte tienen las ciudades donde ya llega!