Sierras Subbéticas y su entorno: Priego, Cabra, Zuheros, Iznájar, Carcabuey


Jueves  6 de diciembre


Había un puente y no se podía desaprovechar. Puse en google pueblos bonitos de España y, entre los que no había visitado, me salían Priego de Córdoba y Zuheros, que no están muy lejos uno del otro y bastante cerca de Granada. Busqué alojamiento para cuatro días y cuando estaba a punto de reservar, Fabi me dijo que era mejor llevarse a Bonica, así que busqué alojamientos por la zona en los que admitieran mascotas. Encontré una casa rural, donde además eran gratis, y con muy buena puntuación, en Carcabuey, en pleno Parque Natural de las Sierras Subbéticas y cerca de esos destinos. Tenía dos dormitorios, así que se lo comenté a Fernando y me dijo que ellos nos acompañaban. Ya puse en marcha toda la maquinaria de preparar un viaje, que es de las cosas que más me gustan.

Me llamó Fernando para preguntarme que si ya estábamos preparados, y decirme que me invitaba a un café mientras esperábamos a Graci, la hermana de Encarnuchi. En nada llegó, y ya pudimos poner rumbo a Priego de Córdoba. Esta vez conducía yo, ya que el camino no era muy largo ni complicado.

En apenas una hora y media estábamos buscando aparcamiento en el destino, tras un recorrido por todo el centro de esta ciudad, que es conocida como la "Joya del Barroco Cordobés".  A partir del siglo XVIII la ciudad se transforma en una gran productora de tejidos, lo que hizo que atrajera a gran número de artistas y mecenas que la convirtieron en la cuna del arte barroco en Córdoba.




La suerte hizo que dejáramos el coche muy cerquita de La Fuente de la Salud, de estilo manierista y construida en el siglo XVI.




Junto a ella se encuentra la Fuente de Rey, declarada Monumento Nacional, que consta de tres estanques y ciento treinta y nueve caños, muchos de ellos con mascarones de piedra de rostros fantasmagóricos.  Data de principios del siglo XIX y  se combinan los estilos barroco y neoclásico en ella. Fue una pena no poder admirar la escultura de Neptuno y Anfítrite cabalgando sobre un carro de caballos que salen del agua, porque la están restaurando, y además afeaba el conjunto ya que está tapada por una malla verde. De todas formas nos hicimos muchas fotos.




Por la calle Río y siguiendo las indicaciones del casco antiguo, pasamos junto a la Iglesia del Carmen, la Casa Museo de Niceto Alcalá Zamora y la Iglesia de las Angustias, antes de llegar a la Plaza de la Constitución, donde se encuentra el Ayuntamiento.



Entramos en la oficina de información turística a pedir unos planos, y como esa semana se estaba celebrando el Congreso Internacional Micológico en la ciudad, probamos el aceite denominación de origen de la zona y estuvimos viendo cómo se preparaban algunos platos con setas. La plaza estaba muy animada y ya se respiraba el ambiente navideño.




Hacía muy buena temperatura y , como llevábamos a Bonica, nos sentamos en una terraza de la Plaza de Andalucía a tomarnos una cervecilla con una buena tapa de carne en salsa; todavía no  había nombrado la palabra que nunca sale en mis diarios.




 Si queríamos ver la Iglesia de la Asunción podíamos hacerlo hasta la una y media, así que nos dirigimos hacia allí rápido para poder entrar, porque si no, tendríamos que esperar hasta las cinco y ya se nos echaría la tarde encima.




 Llegamos cinco minutos antes del cierre. Pedimos permiso para llevar a Bonica en brazos, pero el que vendía las entradas nos dijo que aunque por él no había ningún problema, el sacristán era un malafollá y no nos dejaría. Compramos tres entradas y Fabi se quedó fuera con Bonica. Yo ya la conocía de todas las fotos y vídeos que había visto por internet, así que me fui directo a ver el Sagrario y su cúpula, que está declarado Monumento Nacional  y es una de las obras maestras del barroco español. Es impresionante y te quedas embobado ante tanta belleza.




Como no quería que Fabi se perdiera esto, me fui a la entrada y pedí que la dejaran entrar, ya que ella sí que es religiosa y que yo me quedaría fuera con la perrilla, tanto le insistí, que aunque ya estaba cerrado , me abrió la puerta y la dejó  pasar, sin cobrarnos esa entrada, aunque la verdad es que no le di opción .

Mientras ellos disfrutaban, yo me di una vuelta por la Plaza de Santa Ana, por el Castillo, y buscando algún buen restaurante donde almorzar.



Los esperé a la salida, que era por otra puerta, y fuimos hasta el Adarve, que es un balcón abierto al paisaje andaluz y que abraza y circunda al Barrio de la Villa. Este balcón es un tajo de considerable desnivel que ha hecho inexpugnable, por esta parte, a la ciudad a lo largo de la historia.




Callejeamos y nos perdimos por el Barrio, que tanto recuerda al Albaicín, ya que su trazado con  calles sinuosas, blancas y estrechas hablan de su pasado musulmán.  Entramos en una tienda artesanal por ver su patio, pero ya compramos los dulces típicos de Priego; el turrolate.




 Yo recomendaría hacer esta visita en primavera o verano, ya que tiene unos rincones bellísimos de macetas con flores, que en otoño es más difícil contemplar. Paramos en la Placita de San Antonio que, aún no siendo época de flores, podía adivinarse su belleza.




Ya sí que era hora del almuerzo y pillamos una de las últimas mesas vacías en la Hospedería Zahorí, que ofrecía en su carta muchos platos elaborados con setas. Nos dejamos aconsejar por el camarero y pedimos cuatro raciones para compartir en los que el factor común eran las setas. Lo regamos con unas buenas cervezas y una botella de vino montilla, ya que estábamos en la tierra donde se elabora dicho caldo.




Para bajar la comida nos dirigimos al Paseo de Colombia donde nos hicimos algunas fotos con sus estatuas de  personajes desnudos, que sirvieron para reírnos un rato.




Otra de las visitas programadas era la Iglesia de la Aurora, pero como  abría en horario de mañana, solo pudimos contemplarla por fuera.



Volvimos a la Plaza de Andalucía, para no perdernos, y fuimos en busca del coche para dirigirnos a nuestro alojamiento, en la cercana localidad de Carcabuey,  después de llevarnos un magnífico sabor de boca y reconocer que aquellos que habían hablado de Priego como uno de los pueblos más bonitos de España, llevaban toda la razón del mundo.




En veinte minutos estábamos entrando en Carcabuey, pero la pobre Montse se volvió loca porque por la calle que nos quería echar estaba en obras y no paraba de recalcular el recorrido.  Pasamos de ella, y después de algunas vueltas dimos con el sitio; Apartamentos Rurales el Cañuelo. El dueño estaba esperándonos en la casa y en cuanto escuchó parar el coche salió. Metimos el equipaje y Fernando, mientras yo pagaba fue a buscar aparcamiento, ya que en esta calle no se podía. Nos alojamos en el apartamento número 5, un apartamento rural  coqueto con dos dormitorios, con vistas a la montaña y a las estrellas, muy confortables, piscina y muchos metros cuadrados de campo.







Sorteamos los dormitorios, deshicimos el equipaje y salimos a aprovechar los pocos minutos de luz que quedaban . Por el Paseo del Cañuelo  rodeamos todo el cerro donde se encarama su Castillo, al cual subimos tras una empinada cuesta, entramos en él  y visitamos la Ermita del Castillo, en cuyo interior se encuentra la Virgen con el mismo nombre.





Mientras bajábamos se encendió el alumbrado público, que daba al entorno un encanto especial.  Por la calle del Castillo llegamos hasta la Plaza de España, donde se encuentra el Ayuntamiento y es el lugar de todas las celebraciones.



Había una barra montada y mujeres haciendo chocolate y una especie de churros, así que nos pusimos en la cola, aunque estando en ella nos dijeron que antes debíamos de comprar el tique. Se los dimos a Fabi y Encarnuchi y tras entrar en una tienda y comprar unas patatillas y una botella de vino para la casa, nos fuimos a pillar una mesa en el bar de la plaza, donde al lado, un grupo de villancicos hacían el deleite de los espectadores. Viendo que la cola iba para rato, nos pedimos unas cervezas . Cuando llegaron con el chocolate y los garrañones (especie de churros o buñuelos) a nosotros ya no nos apetecían porque con la cerveza no pegaban.




Bonica estaba nerviosa de ver a tanta gente, así que la llevamos al apartamento y nosotros nos pusimos algo de abrigo, que empezaba a refrescar, y nos fuimos a cenar al Bar de las Cuatro Esquinas, que era de los más valorados en el pueblo. No fue muy difícil dar con él, lo que sí lo fue, era pillar un sitio en la barra, porque las mesas estaban todas ocupadas. Esa noche actuaba el grupo de los Aguilanderos  de Algar (pequeña pedanía de la sierra subbética) y estaba que no se cabía. Se trata de un numeroso grupo de personas que con instrumentos musicales muy tradicionales  cantan unos villancicos de un ritmo muy pegadizo y unas letras originales. Yo me quedé con la boca abierta de escuchar y ver aquello.




Fabi y Encarnuchi se pidieron unas cervezas y Fernando y yo unos vinos de la tierra. Nos pusieron un plato de salchichón muy rico de tapa. Poco a poco nos fuimos acercando la barra hasta hacernos fuertes en ella y ya cogimos la carta. Pedimos dos flamenquines y nos sacaron dos flamencones, cada uno en una bandeja acompañados por unas patatas riquísimas acompañadas de dos salsas. Para poder bajar aquello seguimos pidiendo vino y cerveza hasta ponernos muy contentos. Como no había ni un espacio libre en la barra ayudamos al camarero a pasar las bebidas y comidas a los otros clientes que no habían tenido tanta suerte como nosotros. Así conocimos a Antonio, a su familia y a sus amigos, que fueron nuestros anfitriones desde entonces. Al cuarto vino era como si nos conociéramos de toda la vida. Nos dieron información de todo lo que no deberíamos perdernos por la zona y quedamos para el día de la Matanza.




Pero lo mejor estaba por llegar; cuando pedimos la cuenta, nos cobraron menos de 21 euros por todo. Creíamos que se habían equivocado, pero no era así. La copa de vino salía a 60 céntimos, la cerveza a un euro con diez y los flamenquines a cinco euros y medio. Ya en Priego nos dimos cuenta que beber y comer en la zona era barato, pero es que esto estaba tirado.




Muy contentos y riendo por las calles nos fuimos al apartamento. Bonica se alegró mucho al vernos llegar. La sacamos a dar una vuelta, nos tomamos un vino más y tras un rato de charlas y  risas nos fuimos a la cama. Asustaba tanto silencio y habían puesto muchas estrellas extra en el cielo.


Viernes 7 de diciembre



A las siete de la mañana ya me picaba la cama, así que me levanté para ducharme y sacar a Bonica. Cuando volví de darme la vuelta, Fabi estaba también preparada, así que con las primeras claras del día nos salimos a recorrer el pueblo, y de este modo dejábamos a estos una poca de intimidad para ir al cuarto de baño.




  Estaba la campaña de la aceituna y se veían las cuadrillas (muchas de ellas de inmigrantes) de aceituneros por todas partes. Había mucha vida en el pueblo a estas horas.  Yo necesitaba mi dosis de cafeína, así que entré en un bar mientas Fabi daba una vuelta por la plaza. Me pedí un café solo y observé lo que desayunaba la gente. Todos se pedían café, una tostada  enorme de aceite y tomate acompañada de un plato de jamón  cortado a mano y una copa de anís de Rute; ¡no, hambre no iban a pasar!




Salí y le dije a Fabi de ir a buscar a estos, porque ya sabía dónde íbamos a desayunar. Cuando llegamos ya estaban preparados, así que sin más dilación nos fuimos al bar Carruca, donde además permitían la entrada de perros, y pedimos lo que todo el mundo. Eso fue ponerse las pilas para el día tan intenso que nos esperaba. Cada desayuno costaba dos euros treinta, y la copilla de anís cincuenta céntimos; así estaba siempre lleno.





El objetivo del día era conocer el Parque Natural de las Sierras Subbéticas y su entorno, así que pusimos rumbo a Cabra, aunque la primera parada era el Centro de Visitantes e Interpretación del Parque de Santa Rita, que se encontraba a mitad de camino.




Después de pasarnos el cruce, y tras tres kilómetros sin poder  girar, en la Venta de los Pelaos pudimos dar la vuelta y esta vez sí, entrar en área del centro. Le dimos la vuelta al edificio entero para encontrar la puerta de entrada, que la teníamos al lado del aparcamiento.




Este centro muestra los fenómenos  geológicos responsables de la peculiar fisonomía de las Sierras Subbéticas. Cuenta en su interior con abundantes elementos interactivos sobre el patrimonio natural y cultural de la zona.  La escultura gigante de un ammonite da la bienvenida como símbolo de la importancia geológica de este territorio.Fue una visita muy instructiva e interesante, y justo cuando nos íbamos, un empelado amabilísimo del  centro nos preguntó si pensábamos visitar la Ermita de la Virgen de la Sierra. La verdad es que no iba incluida en el itinerario del día, pero tanto nos la recomendó que decidimos hacerle caso.




Justo donde habíamos dado la vuelta partía una carretera de montaña de siete kilómetros de curvas que te sube hasta uno de los puntos más altos de la sierra desde donde se puede contemplar casi todas las sierras de Andalucía; Sierra Morena, Sierra Nevada, la Sierra de Segura, las Sierras de Cádiz y Málaga...






Además, cuenta con una ermita impresionante y una cueva donde se halla una virgen milagrosa. Para no dejar a Bonica fuera, la cogimos en brazos y ella también hizo la visita. De verdad que mereció la pena el cambio de planes, porque las vistas desde lo alto son  una experiencia única.




Hubo que bajar con mucha precaución porque  subían multitud de coches, ya que al día siguiente había una procesión a esta ermita.




Nuestro siguiente destino era la ciudad de Cabra, que está en el centro geográfico de Andalucía, y que goza al igual que Priego con un gran patrimonio monumental, en su mayoría barroco.En Cabra era imposible aparcar en sus calles, así que nos fuimos al aparcamiento que hay en el recinto de la plaza de toros, previo pago de un euro, aunque estábamos bastante cerca del centro de la ciudad.




Siguiendo las indicaciones de la mujer que aparcaba los coches, tomamos la primera calle peatonal que encontramos, calle dedicada  por completo al comercio, y llegamos hasta la Plaza de España, donde se encuentra el Ayuntamiento, que como todos los de la comarca, montan el portal de Belén en él.




 Con la torre del castillo al fondo era fácil llegar hasta el Barrio de la Villa, donde se encuentran los restos de la muralla árabe, así como la Parroquia de la Asunción y Ángeles, que se conoce como la mezquita del barroco, que se encontraba abierta y era gratuita. Otra vez con Bonica en brazos, hicimos la visita.




También en este barrio se encuentra el Castillo de los Condes de Cabra y bajo él la oficina de turismo, donde entramos a coger unos planos de la ciudad y que nos dijeran lo imprescindible que había que visitar.




Volviendo a la Plaza Vieja, tomamos ahora la Calle Martín Belda, donde se encuentra el Museo Arqueológico, que está situado en la Casa de la Cultura (antiguo Banco de España). es uno de los museos más completos de Córdoba. Está ordenado por criterios cronológicos, que van desde el paleolítico hasta nuestros días. Es una visita muy interesante para descubrir la importancia de esta ciudad tanto en la época romana, musulmana y cristiana. ¡Qué pena que a mi perrilla no la dejaran entrar, con la atención que presta a todo!




Por último visitamos la Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, que nos encontramos abierta de paso, y metimos a Bonica sin permiso.  Aunque el sacristán nos miraba con cara de pocos amigos,  el cura no nos dijo nada porque se enrolló con Encarnuchi hablando de santos y santas (¡coño que se los conoce a todos!),  y pudo hacer la visita con nosotros.





Llegamos al Parque Alcántara Romero pero ya se nos echaba la hora encima y solo lo vimos de pasada, y nos dirigimos a la plaza de toros a por el coche.




Por poco si salimos de Cabra y mira que Montse nos daba bien las indicaciones. De pronto comenzó a fallar la conexión de la batería y tuvimos que apagarla y guiarnos por instinto, que por lo visto lo tenemos que tener atrofiado porque para llegar a Zuheros tuvimos que recorrer varias veces la población de Doña Mencía. Estuvimos a punto de decir que no nos gustaba Zuheros, cuando se dice de él que es uno de los pueblos más bonitos de España.




A la última va la vencida y por fin cogimos la carretera correcta y pudimos ver el pueblo. Dejamos el coche en la parte baja del mismo y echamos a andar por sus empinadas y blancas calles hasta el castillo, enclavado en la parte más alta sobre una roca.




 Zuheros es un pequeño pueblo declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de Conjunto Histórico Artístico gracias a su impecable estado de conservación y está reconocido como uno de los pueblos más pintorescos de Andalucía. Cerca de él se encuentra la famosa Cueva de los Murciélagos, aunque no la pudimos visitar porque aquí no se permite la entrada con mascotas.




Aún no habíamos probado ni el agua y llegamos a lo alto exhaustos, así que al ver una mesa en la terraza del restaurante Palancos, en los mismos pies del castillo, nos sentamos y pedimos cuatro cervezones.  Empezó todo a llenarse de gente que o bien venían de hacer senderismo o simplemente a comer en este famoso restaurante, así que de allí ya no nos movimos. Pedimos la carta y nos dejamos asesorar por el camarero. La comida estaba muy buena, pero un poco cara para mi gusto; se aprovechan de que solo hay tres restaurantes en el pueblo y del tirón  turístico que tiene el mismo.




Después de comer estuvimos dando un paseo y haciendo miles de fotos del castillo, la iglesia y los miradores y ya tranquilamente bajamos a por el coche.





Ya que no habíamos podido ir a Montilla, y viendo que Baena estaba bastante cerca, pusimos rumbo a ella solo por ver la tierra donde se producen los vinos finos. Al final solo pudimos rodear el pueblo sin apenas parar, ya que no encontramos aparcamiento en ninguna parte, y tampoco era ya hora de tomarnos unos vinos.




El siguiente destino fue Luque. Mirando en el mapa del móvil vi que había una opción que decía cómo llegar y le di. De pronto apareció una tiílla hablando recomendándonos la carretera que teníamos que tomar. Decidimos hacerle caso y nos llevó hasta el pueblo. Había que bautizarla, ya que era otra persona que nos acompañaba y aunque no la viéramos, nos hablaba así que le pusimos de nombre Chaomí.




Luque es uno de los pueblos más antiguos de la comarca y está protegido por la vigilancia de su castillo nazarí, antigua fortificación conocida popularmente por el nombre de "El Venceaire". A lo largo de los años ha sido Tierra de Fronteras, y su ubicación entre la sierra y la campiña, la ha convertido desde tiempos remotos en un territorio a disputar entre las diferentes culturas.




Pensando que no encontraríamos aparcamiento dejamos el coche en la parte baja, lo que provocó que diéramos una buena caminata siempre en sentido ascendente por el pueblo. Nuestro gozo en un pozo, ya que están restaurando el castillo y solo pudimos verlo rodeado de andamios. La Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción ( casi todas las iglesias de la comarca se llaman de la Asunción), declarada de Bien de Interés Cultural, también se encontraba cerrada, así que solo pudimos dar un paseo hasta la ermita.



Bajamos a recoger el coche y le dijimos a Chaomí que nos llevara hasta Carcabuey. Por una carretera que rodea todo el parque , de esas que le gusta a los buenos conductores por la estrechez y las curvas, rodeamos buena parte del Parque Natural. El último tramo fue bastante delicado porque el sol estaba ya muy bajo y molestaba en la conducción.




Esta vez dejamos el coche en el aparcamiento privado de la Residencia de la Tercera Edad que hay muy cerca del alojamiento, ya que le dueño nos dijo que no había problema en dejarlo allí; que solo teníamos que tener en cuenta que por la noche lo cerraban, pero como al día siguiente no lo pensábamos coger, pues ahí que lo metimos.

Quedaba aún un poco de sol, así que Fabi y Encarnuchi se fueron al césped de la piscina a tomarlo y comer mandarinas de nuestro mandarino. Mientras Fernando y yo recorrimos el entorno haciendo fotos de la puesta de sol y del paisaje otoñal.




Nos duchamos y dejamos a Bonica en el apartamento, aunque hoy temimos que estuviera nerviosa, ya que justo en el apartamento de al lado tenían montada una buena juerga, a la cual estábamos invitados, con Karaoke.  Nos dimos una vuelta por el pueblo y como la animación estaba en la Plaza de España, entramos, que hoy hacía más fresquito, en el bar Casa Adelina. Pedimos unas cervezas y nos pusieron una tapilla de patatas fritas de bolsa, pero de pronto vimos que sacaban unos aperitivos más elaborados. Como seguimos pidiendo, a nosotros también nos pusieron esas tapas y preguntamos que si eran pagadas. ¡No, eran gratis! Fernando y yo nos pusimos a gustito de finos. Para rematar pedimos una ración de queso que casi estamos comiendo todavía de lo grande que era. Otra vez la cena no llegó ni a los veinte euros.

Yo estaba preocupado por Bonica, así que decidimos tomarnos el penúltimo en la casa. En el apartamento de al lado el tono iba subiendo cada vez más y yo dije de unirnos, pero estas conociéndome, no me dejaron. Estuvimos de risas un par de horas y a las once decidimos acostarnos.




Sábado 8 de diciembre


Otra vez madrugué bastante y tras la ducha saqué a Bonica a pasear rodeando el castillo. Al ser la campaña de la aceituna el pueblo estaba despierto desde antes del alba y había gente por todos lados. Volví a recoger a Fabi y seguimos descubriendo rincones del pueblo. Hoy me tomé el café en otro de los bares que cada mañana veía llenos de gente, aunque Fabi me tuvo que esperar fuera porque no permitían la entrada a los perros. Este bar era mucho  más tradicional y estaba decorado con motivos de una de las costumbres del pueblo; "el Toro de Cuerda", que no está exento de polémica.




Fuimos a buscar a Encarnuchi y Fernando  y desayunamos en el bar de las tostadas enormes, donde el camarero, muy diligente, recordaba lo que cada uno habíamos pedido el día anterior. De vuelta a la casa para cepillarnos los dientes vimos cómo se estaban montando todos los stands.




El motivo de quedarnos hoy en Carcabuey era que se celebraba el Día de la Matanza, que estaba cargado de actividades. La primera de ellas, a la que fuimos a apuntarnos al ayuntamiento, era la visita guiada por los lugares más emblemáticos  de la localidad con el Club Patrimonio de Córdoba.




Bajamos hasta el pabellón, que era desde donde partía la ruta, y nos dividieron en dos grupos. Yo me pegué al de una guía local, que era bastante más guapa que el otro guía, que era un hombre y tuve que llamar a estos para que me siguieran. Durante cuatro horas, Mercedes (Yeyes) nos acompañó y nos deleitó con su amena explicación de los rincones, tradiciones y patrimonio más importantes de su pueblo .




Carcabuey se trata de un pueblo hospitalario y acogedor ( como pudimos comprobar) que enamora a todo aquel que pone un pie en sus calles. Sus paisajes te sumergen en la más profunda sensación de tranquilidad. Es disfrutar de la apertura de sus gentes, de de sus paredes blancas, de sus aguas, de su tierra, de sus sierras.




Comenzamos la visita por la Iglesia de la Asunción ( que si no es con una visita guiada es imposible verla). Está situada en una zona privilegiada, visible desde la mayor parte de su trazado urbano. Aunque es del siglo XVI, debido a incendios, sufre reformas a lo largo de los dos siglos siguientes. Es un conjunto arquitectónico de bellas proporciones y elementos de singular belleza. En su interior acoge muestras de la imaginería granadina como el Cristo de ánimas de Alonso de Mena.




Desde aquí nos dirigimos ahora al Castillo, haciendo una parada previa en el mosaico de la Virgen del Castillo donde una señora de cierta edad, que estaba descansando, tomó la palabra y a modo de guía nos habló de su pueblo. Tuvimos que continuar porque a la buena señora no había quien la callara.




Entre las explicaciones que nos daba Mercedes, la subida, que se las trae, no se hizo muy pesada. Sobre un cerro dominando toda la zona se alza el castillo, una mole de piedra caliza, amenazante, desafiando al tiempo y a la historia. Desde la entrada se divisan las irregularidades del Parque y todo el pueblo.





A continuación entramos en la Ermita del Castillo, que sobresale por su blanco andaluz. Acoge en su interior la imagen de la patrona de la Virgen del Castillo y están expuestos los exvotos, fruto de los milagros concedidos.




En el recinto exterior del castillo se encuentra un aljibe de grandes dimensiones del que no se sabe muy bien su origen, porque presenta rasgos romanos y musulmanes. Tanto este como el castillo están pendientes de una reforma, pero al pertenecer a la curia no hay acuerdo y se encuentran en no muy buenas condiciones.




Por unas calles sinuosas y estrechas  que esconden de los rincones más bonitos del pueblo bajamos hasta la Fuente del Pilar, de estilo barroco y hecha de una sola pieza.




Por la calle Obispo Pérez Muñoz llegamos hasta la Templeta de la Virgen de las Angustias, altar callejero del siglo XVIII. Se trata de un monumento único en la provincia. Los vecinos se encargan de su mantenimiento y le tienen gran fervor popular.






Muy cerca se encuentra la Ermita de Santa Ana, de reducidas dimensiones y que en su interior tiene la imagen de la Aurora, en cuyo honor se celebran las fiestas del Toro de Cuerda.El último monumento del patrimonio que visitamos fue la Iglesia de San Marcos, donde tomó la palabra un maestro jubilado para explicárnosla de una forma amena y entrañable. destaca en su interior el Cristo Crucificado de San Marcos, de cuatro clavos, obra del granadino Alonso de Mena.





La visita terminó en el Museo Histórico Municipal, que a través de sus siete salas hace un recorrido cronológico muy interesante donde se da a conocer la historia de Carcabuey y la importancia de sus productos, entre ellos el aceite y el membrillo (máxima productora de este fruto en toda Andalucía) Tras visualizar un vídeo a modo de resumen de la localidad, se dio por terminada la visita siendo casi las dos de la tarde. Agradecimos  a Mercedes su amabilidad y buen hacer y nos despedimos de ella, aunque la volveríamos a ver varias veces por la tarde. Ella nos dio las gracias a nosotros y nos dijo que Bonica se había portado mucho mejor  que la mayoría de los asistentes.






El mono de la cerveza estaba dando muchas tarascadas en la espalda, así que como posesos nos fuimos a la plaza a pillar sitio y unas merecidas cervezas, aunque antes paramos en un stand donde se vendían productos derivados del membrillo y jabones caseros para comprar unas papeletas para el sorteo de un pavo a las que nos comprometimos la primera noche para el viaje fin de estudios de una mujer para su hija.




Había miles de personas en la plaza ya haciendo cola para pillar masa aliñada y comprando embutidos caseros en los stands. Nos pusimos en la cola y compramos unas bandejas ya preparadas de ellos, que nos llevamos a una mesa que vimos libre. Mientras Fabi y Encarnuchi se iban de nuevo a la cola, y Fernando al bar a pedir bebidas, yo me hice fuerte en la mesa, aunque al tardar mucho estos, empezaron a poner bebidas en mi mesa un grupo de personas jóvenes.




Para cuando llegó Fernando, ya casi me habían comido el territorio. ¡Pues nada, que ya nos gusta compartir mesa! Antonio y sus amigos estaban en la mesa de al lado, y antes de que llegaran nuestras mujeres con la masa, nos dieron a probar de la suya. También los jóvenes nos invitaron a probar las cosas que habían comprado.  Teníamos que turnarnos para pedir las bebidas y no perder el sito . El vino y las cervezas corrían por todas partes.





Después le tocó el turno a las Chanfainas,(plato hecho a base de asadura con muchos aliños) y de nuevo estas fueron a pillar algún plato. Se presentaron con cuatro, cuando ya casi íbamos a reventar. Menos mal que a Bonica le encanta la asadura porque si no, habría que haberlo tirado y eso sí que era una pena.



Bonica con tanta multitud estaba muy nerviosa, así que Fabi y Encarnuchi la llevaron a la casa y así poder dejar todo lo que habían comprado. Cuando regresaron compramos dulces típicos de allí y nos fuimos a una cafetería aprobarlos.




Nos dieron a probar en un stand  el resol casero de leche y café, polvorones y rosquillos caseros. Mercedes , la guía, no paraba de trabajar, ya que es la encargada de la oficina de turismo del pueblo y ayudaba en todo.

A las cinco y media empezaban las actuaciones de los grupos de villancicos. Primero actuó la Asociación de Amas de Casa "El Pilar " de Carcabuey (nosotros pillamos un sitio inmejorable para escucharlos) y después el grupo de Aguilanderos de Algar, que hoy veían vestidos con un traje típico. Nos hicimos algunas fotos con ellos.




Acto seguido se encendió el alumbrado navideño, lo que le dio a la plaza un colorido muy especial. Antonio y todos sus amigos estaban al lado nuestro y ya no paraban las invitaciones, las risas, y las anécdotas; era como si nos conociéramos de toda la vida. Les pregunté que si cuando estaban en la escuela aprendiendo a leer se perdieron la clase de la za, ce, ci, zo, zu, porque no saben pronunciarla y lo hacen con "s", y ellos se meaban de risa.






Los cubatas, las cervezas y los finos estaban siempre llenos. Ya, hasta Manolín, el dueño de la Casa Adelina, se reía con nosotros y nos atendía los primeros. Al final en una mesa grande nos sentamos todos juntos a cenar y pedimos serranitos, que estaban para chuparse los dedos. Rematamos con unos orujos y agarrados a estas dos, nos fuimos a dormir.




Domingo 9 de diciembre

De nuevo madrugué para ducharme y sacar a Bonica. Hoy en el paseo me llegué hasta la fuente del Cañuelo, que da nombre a los apartamentos y a la calle donde se encuentran. Al regreso me fui con Fabi a seguir paseando  para darles tiempo a estos. Desayunamos en el mismo sitio de estos días, y nos despedimos del pueblo que tan bien nos había acogido. Hicimos el equipaje y pusimos rumbo a Iznájar por una carretera bastante estrecha que iba rodeando el parque. Otra vez le dejé el coche a Fernando, que le encanta conducir.




Sobre las once llegamos a nuestro destino y dejamos el coche en la parte baja del pueblo; fue una mala idea porque nos pegamos una subida de más de media hora, y por unas cuestas empinadísimas.




La villa de Iznájar se encuentra en el centro del mayor embalse de Andalucía, lo que la transforma en una península de interior. En lo alto del cerro que la corona se encuentra el castillo de Hisn Ashar de origen árabe rodeado de su casco histórico y el característico cementerio con vistas al embalse que ha sido finalista en el concurso de cementerios de España .




Tras atravesar uno de los arcos de la ciudad, entramos a visitar los museos locales; el Museo de Aperos y el de Arte y oficios, ubicados en la Casa de la Juventud.




En lo más alto de la villa se encuentra la Parroquia de Santiago Apostol, una obra inacabada que constituyó un ambicioso proyecto renacentista. Se encontraba abierta y entramos en ella con Bonica, aunque el cura nos miró raro y nos salimos pronto.




Busqué el Patio de Comedias, y  lo tenía al lado. Creo que es uno de los rincones más bonitos de Andalucía con sus macetas pintadas de azul y el mirador de uno de las torres del recinto donde se encuentra una imagen de san Rafael.






Por último dimos un paseo por los miradores del embalse y de la parte alta de la villa, con el castillo dominándolo todo.



Iznájar en un pueblo diferente, ya que su núcleo principal es prácticamente una isla que parece emerger de las aguas que la rodean uniéndose a tierra firme a través de los dos puentes.




Ahora tocaba bajar hasta donde habíamos dejado el coche, pero antes, como ya era hora de la cerveza, nos tomamos una en una terraza antes de poner rumbo a Gójar, al que llegamos para la hora del almuerzo.




Otra vez este viaje ha servido para comprobar que no hay que irse a los confines del mundo para encontrar destinos que merecen la pena, y éste juro que la vale. La Sierras Subbéticas son historia , son cultura, son naturaleza, son pueblos acogedores donde los haya. Priego y Zuheros son preciosos, cada uno por unos motivos diferentes, pero es que no se pueden quedar atrás ni Cabra ni Iznájar, y muchísimo menos Carcabuey, que ha sido nuestro gran descubrimiento,  y  que como reza  en su propaganda turística, es un pueblo que acoge al visitante con los brazos abiertos, de lo cual damos fe.

Y de nuestros compañeros de viaje y amigos, qué voy a decir que ya no haya dicho; siempre será un placer su compañía en todos los sentidos y viajar con ellos te asegura muy buen rollo, entendimiento y muchas, muchas risas.























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