Murcia, febrero 2014

28 de febrero, viernes


A las nueve de la mañana salimos dirección Murcia: Rubén, Celia, Fabi y yo, para pasar el puente de Andalucía. Murcia es la única comunidad que aún no conocíamos. El hotel lo había encontrado en Mucho Viaje, y por lo que ofrecían: tres noches con desayuno, spa gratuito y parking  por 140 euros; me pareció un buen precio. Está situado en las afueras de Totana, y prácticamente en el centro de la provincia de Murcia. Por lo que era ideal para visitar toda la región.




Después de dos horas y cuarto conduciendo, decidimos parar en Lorca para tomar café y hacer la visita de la ciudad. Lo primero que se observa nada más llegar, son los efectos devastadores del terremoto de 2011. Lorca es una ciudad con un patrimonio cultural impresionante, de hecho fue declarada conjunto histórico-artístico en 1964. Destacan entre sus numerosos monumentos: el Castillo, la Colegiata de San Praticio, el Palacio de Guevara, la Casa Consistorial... 







Aparcamos en la Plaza de Colón, en el parking subterráneo, y tomando café, me di cuenta que me había dejado la cámara fotográfica en el coche, así que baje rápido a por ella, e iniciamos un recorrido circular de una hora y media para hacer una visita rápida de la ciudad. En el Palacio de Guevara había una exposición muy interesante de escultura. Da pena ver cómo muchos de los edificios históricos han quedado dañados por el terremoto, y que la reconstrucción de los mismos va a ser lenta. Resulta imprescindible una parada en esta ciudad por su riqueza artística.




Desde aquí a Totana, apenas quedaban treinta minutos que fueron un suspiro. Llegamos al hotel, nos dieron las habitaciones, una al lado de la otra, y sin deshacer las maletas nos fuimos a almorzar al pueblo. Después de probar en dos de los bares que nos había recomendado la chica de recepción, decidimos entrar en una pizzería que estaba bastante bien. La comida fue espectacular: de buena, y de precio, tanto, que la última cena la hicimos de nuevo allí.



Fuimos al hotel a deshacer las maletas y a echarnos una siestecilla. Quedamos a las seis para ir a visitar el Santuario de Santa Eulalia, o de la Santa, que está a unos cuatro km., en plena Sierra de Espuña. Las visitas terminaban a las seis, por lo que solo lo pudimos ver por fuera. Seguimos dirección a Aledo, un pueblo medieval en plena sierra. Con una tarde muy ventosa ( algo que iba a ser habitual en todo el viaje) recorrimos el empinado pueblo y nos tomamos un café para entrar en calor. Ya oscureciendo, nos fuimos de vuelta al hotel.




Subimos a la habitación a ponernos el traje de baño y bajamos al SPA. La verdad es que está muy bien, y después de un día tan ajetreado, sienta de maravilla el jacuzzi, la sauna, el baño turco... Estuvimos más de una hora pasando de un sitio a otro, hasta que teníamos los dedos como garbanzos. Nos duchamos y nos fuimos a cenar al centro de ocio que está junto al hotel. Después de tomarnos unas cervezas y unas hamburguesas, nos bebimos unos cubatas en la habitación entre risas y los comentarios del día.





1 de marzo,sábado

Quedamos para desayunar a las nueve de la mañana (en cuanto a puntualidad, nunca hemos tenido problema), y después de un variado y copioso desayuno, a las diez menos cuarto estábamos camino de Cartagena. La red de autovías, y autopistas de Murcia creo que es la mejor de España, casi todos los pueblos y ciudades importantes están unidos por alguna. En cuarenta minutos ya estábamos en el centro de la ciudad. Encontramos aparcamiento sin problema en la Plaza de España (zona azul),  y tomando la Calle del Carmen, que después se convierte en la Calle Mayor llegamos hasta el Palacio Consistorial, donde justo en frente se encuentra la entrada al Museo del Teatro Romano. Estas calles son peatonales y al celebrarse el carnaval estaban adornadas y llenas de gente. Los edificios son singulares, con unos enrejados impresionantes. Entre los edificios de la Calle Mayor destacan el Gran Hotel y la Casa Cervantes.





La visita al Museo del Teatro Romano es muy recomendable, y además no es cara. Sacamos las entradas y nos incorporamos a una visita guiada que acababa de comenzar. Pepe, el guía, fue explicándonos la historia de la ciudad de una manera muy amena. Vas pasando por distintas salas donde observas la importancia de esta ciudad y  por qué tantas civilizaciones querían tenerla bajo su dominio. Vas subiendo por unas escaleras mecánicas hasta desembocar en la planta que da acceso a la tercera grada del teatro romano, que es la base de la antigua catedral. Hasta hace treinta años el teatro estaba bajo viviendas que lo tenían tapado y no se sabía de su existencia. Subiendo a la parte alta de la ciudad, se puede ver el Teatro sin pagar, pero merecen la pena los seis euros de la entrada.



Siguiendo las indicaciones del guía, fuimos a tomarnos un café asiático (café, leche condensada, canela, licor 43, y coñac) que es lo típico de Cartagena, decidimos tomarlo en uno de los chiringuitos que hay en el puerto deportivo. A mí me encantó, de hecho me bebí la mitad de los de estos tres, que decían que estaba fuerte; por cierto, el licor 43 se hace en esta ciudad. Paseamos por el puerto y fuimos a ver el submarino de Isaac Peral, pero nos encontramos el sitio vacío.



 Decidimos almorzar en el Puerto de Mazarrón, así que fuimos en busca del coche y en vez de ir por la carretera nacional, fuimos por la autopista. Íbamos solos y comprobamos el porqué. Por treinta kilómetros te cobran casi seis euros, ahora, ¡que te pones en veinte minutos! Es un pueblo muy turístico y muy bonito. Tiene muchas playas pequeñas y casi todas con bandera azul. Era la feria de la tapa, y nos tomamos algunas cervezas por dos euros con tapa. En Murcia las tapas se cobran aparte, y una bebida más tapa puede salir por tres o cuatro euros. Todos los restaurantes tenían menú del día al mismo precio, nueve euros que incluían la bebida, ensalada y postre. Había un montón, y la diferencia estaba en el lugar y en lo que te ofrecían en dicho menú. Elegimos uno con mucha variedad de primeros y de segundos. Comimos paella de mariscos, pulpo asado y secreto al vino tinto, de postre escogimos los de la casa. ¡Buenísima la comida! Dimos una vuelta por el paseo para bajar la comida, y de vuelta al hotel, por la autovía. En media hora ya estábamos echando la siesta.




A las siete y media quedamos para bajar al spa, y relajarnos un poco. Había bastante
 gente, y niños que saltaban al jacuzzi como si fuera una piscina. Nos duchamos y nos fuimos a cenar al pueblo. Otra vez haciendo caso a la recepcionista, entramos en los bares del centro, y otra vez las recomendaciones fueron bastante malas. Al final entramos en una taberna que estaba abarrotada, nos hicimos un sitio en la barra y cenamos a base de aperitivos; todos muy ricos, pero con un precio excesivo. La cerveza más aperitivo, un poco más grande que una tapa, nos salió casi a cuatro euros. Compramos hielo y algunas chucherías y nos fuimos a la habitación a tomarnos unos cubatillas. A las doce y media ya estábamos en la cama, muy grande y cómoda, por cierto.



2 de marzo, domingo

Quedamos de nuevo a las nueve, esta vez para ir a visitar Murcia. A las diez y cuarto ya estábamos aparcando en todo el centro de la ciudad, en una calle cercana a la Plaza Circular. Tomamos la Avenida Alfonso X que estaba llena de puestos de unas Jornadas de Caridad y Voluntariado. Desde la avenida, en una prolongación, pasas a la Calle Trapería donde puedes ver algunos de los edificios importantes de la ciudad: el Casino y el Palacio Almodóvar.




Siguiendo por la Calle Mayor, se llega hasta la Catedral , que es la joya arquitectónica de Murcia. Se conjugan perfectamente tres estilos: gótico, renacentista y barroco. el campanario es espectacular así como las fachadas. Pasamos al interior y estaban diciendo misa, así que tuvimos que ir haciendo la visita en silencio. Si por fuera es bonita, por dentro es maravillosa. Entraron ocho jóvenes disfrazados de zombis, y algo colados. Alguien llamó a la policía y los sacaron de allí a la fuerza.





Salimos por otra puerta, que da al Palacio Episcopal, y de aquí al Ayuntamiento y al paseo del Río Segura, que está muy limpio y cuidado. Nos sentamos a descansar un rato y a ver pasar a la gente. Desde la plaza de la Cruz Roja nos fuimos a visitar la plaza de toros y el campo de fútbol, y de camino al Campus Universitario de la Merced, nos encontramos el Museo de Bellas Artes, que era gratuito; así que hicimos una visita, que como no es muy grande, fue completa.





El motivo de ir al campus era ver los precios que había en los bares, ademas de visitarlo. Los precios eran bastante buenos, así que nos fuimos a la parte turística de bares de la ciudad a comparar precios. Pasamos por la Plaza de Santo Domingo, y desde aquí hasta el Teatro Romea, bajamos hasta la Plaza de las Flores. Estaba muy animada la plaza y llena de bares y terrazas, pero los precios no bajaban de tres euros y medio la cerveza y la tapa. Volvimos a la zona universitaria y nos sentamos en la Tasquita de Fer, donde había una oferta de un cubo de seis cervezas más ración de patatas bravas por sólo cinco euros. Además, la cerveza era Alhambra Especial. De allí no nos movimos, nos tomamos tres cubos y un montón de aperitivos y raciones. Al final nos salió la panzada de cerveza y de comer por tan solo treinta y cinco euros.





Fabi se había tomado sólo dos cervezas, así que le tocó a ella llevar el coche hasta la próxima parada que era Alhama de Murcia, aquí vimos la fábrica de embutidos del Pozo, que parece una ciudad de grande que es. Con razón hay en Murcia tantos granjas de cerdos (que según corra el aire, trae unos olores algo pestosos). En treinta minutos ya estábamos allí. Hicimos una visita rápida de la ciudad y fuimos a tomar café a una pastelería espectacular. ¡Nunca habíamos visto tantos pasteles y tan grandes! Nos pedimos uno cada uno y los probamos todos, ¡Estaban exquisitos!





Ya hasta el hotel, apenas había diez minutos, así que dio tiempo a que Rubén y Celia echaran una siesta, porque Fabi y yo fuimos a ver el fútbol al centro de ocio, que estaba repleto para ver al Real
Madrid contra el Atlético. Después del partido, avisamos a estos para bajar al spa. Lo disfrutamos a tope, porque al ser domingo, ya se habían ido todos los clientes, y era todo para nosotros solos. Por la noche fuimos a cenar a la Pizzería Aguadulce, que estaba a reventar. Pillamos una mesa de casualidad y nos hartamos de comer; patatas, pizzas, ensalada, lasaña, regado todo con una jarra de vino.




Regresamos al hotel y quedamos a las nueve para desayunar y emprender el camino de vuelta, todo ha salido perfecto.




¡Murcia, qué hermosa eres!, reza el refrán, y es verdad que es hermosa, aunque el paisaje es un poco árido, aunque salpicado de huertas , naranjos y limoneros. Desde fuera se ve una provincia demasiado religiosa, pero bastante interesante porque conjuga: historia, huertas y mar.



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