A las siete y media de la mañana estábamos cogiendo el tren camino de Pamplona, después de haber estado viajando toda la noche en autobús desde Granada.
A la diez y media ya nos encontrábamos con la mochila al hombro, camino de la estación de autobuses de Pamplona. Compramos los billetes para Roncesvalles y nos fuimos a visitar la ciudad. Preguntamos por la oficina de turismo y la encontramos cerca del monumento del encierro.
Pedimos a unas chicas que nos hicieran unas fotos y ellas, que eran estudiantes de periodismo, nos pidieron que les respondiéramos a unas preguntas, lo cual, amablemente hicimos. Nos dieron información de lo que deberíamos ver y de la mejor zona de bares, más baratillos.
De Pamplona llama la atención la limpieza y la amabilidad de su gente. Hicimos todo el recorrido del encierro, y como era hora del almuerzo y estaba el mercado municipal cerca, entramos y compramos pan, chorizo picante de pamplonica y unas cervezas. Nos sentamos en la plaza y nos metimos el bocata entre pecho y espalda.
De aquí nos fuimos a la Calle Carreterías, que era la que nos habían recomendado las chicas, y entramos en una herriko taberna a tomarnos unas cervezas con unos pinchos. Se mascaba el independentismo por todas partes, pero la verdad, es que se está bien en estos locales.
Después de unas cuantas cervezas, seguimos con la visita a la ciudad, y como el calor apretaba y no habíamos dormido nada la noche anterior, nos fuimos a tumbarnos en el césped del Parque de la Ciudadela, que además estaba cerca de la estación.
A las cuatro tomamos el autobús rumbo a Roncesvalles, iban dos autobuses cargados de peregrinos que empezaban su peregrinación en esta localidad fronteriza con Francia. Tardamos una hora en llegar por una carretera de montaña, y a todo correr nos encaminamos al albergue municipal. Es el mejor albergue del camino y prácticamente estaba lleno cuando llegamos.
Una vez terminada la misa, se unieron Fabi y Marta; nos tomamos unas tapas y a la cama, que mañana empezábamos a andar.
Domingo, 21 de julio
A las seis de la mañana encienden las luces del albergue, y todo el mundo se levanta. Empiezan las prisas del cuarto de baño, a estorbarse unos a otros, a prepararse para empezar la marcha. Después de un desayuno improvisado, empezamos nuestra andadura a las siete menos cuarto, con las primeras claras del día.
La etapa del día era Roncesvalles - Zubiri, de unos veintidós kilómetros. Es una etapa muy agradable que va entre bosques y atravesando pequeñas aldeas ( Burguete, Espinel, Viscarret, Linzoain y Erro).
Prácticamente es todo bajada, con la excepción de la subida al Alto de Erro, desde el cual, y en un pronunciado descenso de unos cuatro kilómetros, te deja en el Puente de La Rabia, en las puertas de Zubiri.
Tardamos unas cinco horas, con una parada de veinte minutos para tomar café. Una vez cruzado el puente, nos dirigimos al albergue municipal (antiguas escuelas). Allí ya había dos chicas esperando a que abrieran. A las doce abrieron , nos acomodamos, nos duchamos, hicimos la colada ( bueno, la hicieron Fabi y Marta ) e hicimos una primera incursión por el pueblo en busca de bares y víveres.
Fabi y Marta ya habían terminado la colada, así que nos fuimos directos a almorzar. Tomamos el menú del peregrino, que suele estar bastante bien de precio (diez euros), regado con vino de Navarra, muy rico por cierto, y nos fuimos a la tienda a comprar las viandas para la cena y el desayuno.
El albergue ya estaba completo. Nos tumbamos en las literas para echar una siestecilla, pero fue difícil, ya que entraban moscas por todas partes. El albergue es un poco cutre: los servicios eran escasos y retirados, duchas corridas en plan mili y el precio era de ocho euros. El día anterior por dos euros más estaba de lujo.
Después del descanso, nos fuimos a meter los pies, aunque estos se bañaron, al río Arga. Hacía mucho fresquito y el agua era muy clara, así que allí estaban todos los peregrinos refrescándose. Otro paseo por el pueblo y fuimos a tomarnos unas cervezas al bar del polideportivo. Ya empiezas a conocer a gente, y nos vamos saludando. A las ocho, sacamos la cena al patio, abrimos nuestra botella de vino,¡ y a comer!
Terminando la cena, una chica inglesa sacó una guitarra pequeña (guitalele) y empezó a tocar y a cantar. Todo el mundo se animó y la guitarra iba pasando de mano en mano. Había canciones en todos los idiomas,
hasta los coreanos se atrevieron a cantar. Animamos a Marta para que cantara y a la gente le gustó mucho su canción. Fue una velada maravillosa, así que a pesar de ser el peor albergue, fue el mejor en animación.
A la diez , todo el mundo en la cama, bueno estos se quedaron un ratito más, hablando con tres hermanos navarros que harían el camino hasta Estella.
Los ronquidos son algo habitual, así que recomiendo que se lleven tapones para los oídos.
Lunes, 22 de julio
A las cinco y media empezó el movimiento de gente, así que, a las seis nos levantamos, nos lavamos en la fuente del patio, porque en los servicios no había luz, y después de un desayuno a base de zumo y bocata de paté, a las siete menos veinte estábamos en marcha. Teníamos agujetas de la bajada y dolían un poco los hombros del peso de la mochila, pero nada que no se pudiera soportar.
La etapa era de unos veinticuatro kilómetros, otra vez entre arboledas, prados y pequeñas poblaciones. Además casi en todo momento íbamos acompañados por las cristalinas aguas del río Arga.
Como hacía mucho fresquito, íbamos retrasando la parada de avituallamiento, con lo que fuimos adelantando a casi todos los peregrinos. Con todos hablábamos un poco y ya nos conocían como" los andaluces".
El descenso suave estaba terminando y empezaba a apretar la calor, así que después de tres horas y media ininterrumpidas andando, hicimos la parada en Villava (el pueblo de Miguel Indurain). En las paradas aprovechábamos para ir al servicio; que es lo que peor se lleva al ir de albergues.
Desde aquí hasta Pamplona es un trayecto totalmente llano y urbano, ya que son localidades que parecen barrios de la ciudad. Burlada, que es el último pueblo no se sabe si es una localidad o un barrio.
Se trata de una etapa muy llevadera y muy agradable. Te anima a seguir caminando.
Nada más entrar en Pamplona, te encuentras un albergue privado; la diferencia entre estos y los públicos es bastante pequeña , apenas cuatro euros. Pero nosotros íbamos al municipal, que está en pleno centro de la ciudad. Cuando llegamos había cinco personas esperando, y faltaban quince minutos para abrir. Nos quitamos las zapatillas, nos pusimos las chanclas y me fui a comprar unas latas de cerveza . Charlamos con los otros peregrinos y al momento ya estábamos acomodados. El precio del albergue era de ocho euros, en los que van incluidas las sábanas y la funda de la almohada desechables. Por fuera el edificio es antiguo pero por dentro está totalmente reformado y está de maravilla.
Después de la ducha y la colada, nos fuimos directamente de cervezas y pinchos, que para eso ya conocíamos Pamplona. Estuvimos en tres bares, a cual más espectacular, y la verdad es, que con tres pinchos estás harto de comer.
Estábamos al lado del albergue , así que nos fuimos a echar la merecida siesta. Por la tarde, no dimos unas vueltas por la ciudad, compramos para la cena y el desayuno, nos tomamos unos helados y otras cervezas y
a cenar al comedor del albergue. Después, velada en el patio. Ya hablas con todos,¡ y a dormir!
Martes, 23 de julio
Hoy el personal empieza a levantarse a las cinco de la mañana, se nota que la etapa es más dura y larga. Toca llegar a Puente de la Reina, unos veintiocho kilómetros. A las cinco y media está saliendo casi todo el mundo, así que nos levantamos, nos preparamos y a las seis estamos saliendo por la puerta del albergue.
El desayuno decidimos hacerlo en un parque: El Parque de la Taconera, que está en el mismo camino. Desayunamos zumo, y pan con paté y chorizo.
Salir de Pamplona, es casi hacer una visita a la ciudad, ya que el camino la atraviesa entera, rodea la ciudadela y por hermosas avenidas se dirige hacia la zona universitaria. Las flechas amarillas cruzan el campus universitario y enseguida aparece Zizur Menor. Cuando vimos el cartel anunciador de la ruta , ya llevábamos siete Kilómetros en el cuerpo.
A lo lejos se divisa un monte repleto de molinos de viento, que es nuestro primer objetivo. David bromea que hasta allí tenemos que llegar, lo que no sabía es que era cierto. Yo sí lo sabía, pero no quería asustar a Fabi y a Marta.
Después de llegar a Zariquiegui, hay que seguir subiendo hacia el Alto del Perdón, va a ser la parte más dura de todo el camino. Extenuados, llegamos al alto. Allí está nuestra amiga la vasca, la burgalesa y el catalán. Preguntamos por la otra vasca y nos dicen que tiene un día malo y se ha ido en autobús. Nos hacemos la foto de rigor y hacemos los cuatro kilómetros de descenso juntos, lo que le sirve a Fabi para aprenderse la vida de todos.
En Uterga, nos separamos de ellos porque nos tocaba el repostaje, y ellos ya lo habían hecho.
Después del café y cuatro horas caminando, reiniciamos la marcha hasta Muruzábal entre vides y campos de cultivo.
El siguiente destino es Obanos y desde aquí, hasta El Puente de la Reina ya sólo quedan dos kilómetros y medio. El último tramo discurre por una vereda entre huertecillos y el Río Arga.
A la entrada del pueblo, te encuentras el primer albergue, tiene buena pinta, pero hoy hemos decidido ir a uno que tiene piscina, para poder relajarnos en el agua. Atravesamos Puente de la Reina por la calle principal, pasamos por el albergue municipal, y una vez pasado el famoso puente, tomamos una pista empinadísima, que después de ochocientos metros te deja en las puertas del albergue. Merece la pena el esfuerzo. El albergue está en unas condiciones espectaculares: tiene piscina, si almorzabas allí te daban una especie de habitación doble, todo está nuevo, y los precios son de maravilla; todo un acierto la elección.
Nos acomodamos, nos duchamos, colada, y a disfrutar de la piscina y el césped. La comida realmente espectacular, y después, una siesta como Dios manda. Otro baño en la piscina y bajamos a visitar el pueblo, y hacer la compra para la cena. El pueblo está cargado de historia y es uno de los más bonitos del camino.
Están preparándose para las fiestas y está todo con barreras para el encierro. Mientras paseamos, empieza a llover y tenemos que refugiarnos en un bar, era pronto para beber cerveza, pero qué le vamos a hacer.
Cuando paró, continuamos la visita e hicimos la compra, y otra vez las subida al albergue. Llegando, nos encontramos a la familia de Madrid , que nos dicen que no nos preocupemos, que nos han recogido la ropa. La gente del camino es sensacional. En la zona de merenderos montamos el chiringuito, y a ponernos las botas. En cada localidad solemos comprar los productos típicos de la tierra: chorizo, queso y otras viandas del lugar, regado siempre con unos litros de cerveza y unas botellas de vino.
Empiezan a llegar todos los peregrinos, charlamos un rato, invitamos a lo que tenemos, y a la diez, después de tomarnos unos chupitos de pacharán, a la cama. Bueno, estos hoy se han que dado jugando al futbolín y charlando con los madrileños hasta tarde.
Miércoles, 24 de julio
Esta noche hemos dormido de maravilla, nos hemos despertado a las seis y media y le hemos tenido que aporrear la puerta a estos; estaban como troncos. Por primera vez me tomo un café en condiciones para desayunar, y si más dilación, iniciamos la marcha a las siete. Hoy toca llegar a Estella, uno
Nos separan cinco kilómetros de Mañeru, entre caminos y veredas. El perfil es suave, hasta llegar a un fuerte repecho que lleva al cruce del pueblo. Aquí nos adelantan tres personas que están haciendo el camino sin mochilas; es decir, con coche de apoyo. Estos están muy mal vistos por el resto de peregrinos.
Después de tres Kilómetros, llegamos a Cirauqui, pueblo muy pintoresco. A su salida, nos encontramos una calzada romana que tendremos que seguir un ratillo.
No sabíamos si parar a desayunar en Lorca o Villatuerta, pero al final lo hacemos en la primera, y dejar nueve kilómetros restantes para el final. Fue un error porque se hicieron bastante largos, y más con el calor.
Estella se perfilaba a lo lejos, pero tardamos casi una hora en alcanzarla desde Villatuerta. A las once y media estábamos en la puerta del albergue, y a diferencia de otros ya estaba abierto. Así que, todo fue rápido: ducha, colada y tenía cerveza helada en las máquinas,y por un euro, a las doce nos estábamos tomando nuestra primera cerveza del día.
Fueron llegando el resto de peregrinos. Ya todos éramos de la familia, los madrileños, las vascas, los navarros, las dos familias completas de catalanes, los coreanos, la chica rubia y su pareja...
A las una y media nos fuimos, asesorados por las vascas, a hacer nuestra primera incursión por el pueblo.
Estella es el pueblo más monumental por el que hemos pasado, y además muy grande; no llegamos a recorrerlo entero. Estuvimos viendo menús, pero eran bastante caros, unos catorce euros. Así que decidimos cervecear con un pincho, y hacernos de comer en el albergue , que tenía una cocina de maravilla. Compramos la comida en un Covirán (sí, los supermercados de Granada, llevan en Navarra trece años y tienen mucho éxito, según nos explicó la dueña): tomates, cebollas, pepinos, pan , pimientos del piquillo, queso..,dos litronas de cerveza, dos botellas de vino,una botella de pacharán y una bolsa de hielo.
Con todo este arsenal nos fuimos al albergue, pillamos sitio en la cocina-comedor y ¡a reventar! Los de Madrid y la las familias catalanas se sentaron a nuestro lado y empezamos a compartirlo todo. Ellos también tenían vino , y nos pusimos a gusto. David y yo fuimos a tomar café a una cafetería que había cerca, y nos tomamos unos chupitos de pacharán. La siesta fue de campeonato.
Por la tarde, después de ver el perfil de la siguiente etapa en los ordenadores de monedas que hay en casi todos los albergues, nos fuimos a seguir disfrutando de la ciudad y tomarnos un helado.
A las ocho ya estábamos en el albergue, para pillar mesa en el jardín. Sacamos las cervezas y las tapas, y cenamos. Después sacamos del congelador el litro de pacharán y el hielo,¡ y a tomarnos unos vasos!
Invitamos a las vascas, a la burgalesa y al catalán, también se nos pegó el cubano. Nos bebimos la botella entera. David y yo estábamos contentos, y nos llamaron la atención porque eran las once y todavía nos estábamos riendo.Yo dormí como un angelito , y eso que Fabi me estuvo pegando para que dejara de roncar.
A las seis de la mañana nos despertó un coro que iba echando serenatas por ser el día de Santiago, se nos puso el vello de punta.
Jueves, 25 de julio
Abajo en el comedor mientras desayunábamos, la guiri de anoche ha vuelto a echarnos la bronca, ¡váyase usted a la mierda! A las siete menos cuarto íbamos a afrontar una de las etapas más duras: Estella -Los Arcos. No es que fuera dura por su distancia (23 Km.) ni por su dificultad, prácticamente llana, sino porque estábamos en plena ola de calor, y los últimos trece kilómetros eran por secanales, sin una maldita sombra.
Ayegui parece un barrio de Estella, no notas que sea otro pueblo. Nada más salir del pueblo, te encuentras el Monasterio de Irache, con su famosa fuente del vino, la putada es que no abre hasta las ocho , cuando todos los peregrinos han pasado ya: así que sólo pudimos hacer la foto.
A los cinco kilómetros te encuentras Azqueta y dos después Villamayor de Monjardín, último pueblo hasta llegar a Los Arcos.
Desayunamos aquí , y...¡ a hacer los peores trece kilómetros del camino!, todos llanos, pero muy monótonos, los cuentas uno a uno. Menos mal que Marta no paraba de inventar juegos, para que se hiciera más llevadero. El calor llegó a hacerse insoportable, íbamos adelantando a los coreanos que parecía que se iban a derretir.
Cuando a lo lejos ves las primeras viviendas de Los Arcos, parece que has llegado al Paraiso. Todavía hasta el albergue municipal quedaba al menos un kilómetro, pero éste se hacía más llevadero porque son calles muy estrechas y daba la sombra.
Habría unas diez personas cuando llegamos , entre ellas el grupo de las vascas. Como era el día de Santiago, nos recibieron con una olla de chocolate, mientra abrían el albergue( otras antiguas escuelas) . Era un pelín cutre, pero ya no íbamos a dar marcha atrás, el precio: seis euros. Nos acomodamos, nos duchamos en unas duchas un poquito cutres, y esta vez fui yo el que hizo la colada. Metí la ropa en la lavadora, le eché tres euros y a esperar. Aquello funcionaba nada más que regular, tenías que estar pendiente y reprogramarla cada dos minutos, si no, se paraba. ¡Para una vez que se nos ocurre lavar a máquina! Después de una hora, conseguimos sacar la ropa. A las siguientes que les tocaba, era a las vascas , pero se habían quedado dormidas, así que les pusimos la lavadora nosotros.¡ No veas cómo lo agradecieron!
No hay mucha oferta gastronómica en Los Arcos, así que nos fuimos al supermercado a comprar víveres para el almuerzo, y nos los llevamos al albergue. Después intentamos echar una siesta, pero fue imposible debido al calor y a las moscas que entraban al tener la ventana abierta para que entrara el fresco, y entró el fresco y se las folló a todas(chiste). Fuimos a dar una vuelta por el pueblo y hacía un calor espantoso. Menos mal que vimos la iglesia abierta, y hacia allí que nos dirigimos,¡qué cabrones los curas, cómo tienen todo lo bueno! Allá estuvimos al menos una hora mientras refrescaba algo.
Vimos a los otros peregrinos sentados en la plaza mayor tomando algo y nos sentamos con ellos un rato, esperando la hora de la cena.
Por ser el día de Santiago, invitaban a paella en nuestro albergue a todos los peregrinos, la Asociación de Amigos del Camino de Navarra. A las ocho y cuarto empezaba el acto con unas palabras y entrega de regalos de agradecimiento. Y a las ocho y media , empezaba la cena en sí. Estábamos casi todos, los que seis días antes nos encontramos en Roncesvalles.
Fue un velada de saludos y de despedida de algunos que terminábamos en Logroño. Nos dieron vino de todos los colores, invitaron a pasteles, a orujo , a melocotones y nos hicimos fotos con todos. Olía a despedida. De algunos nos despedimos , de otros no lo hicimos porque los veríamos al día siguiente haciendo la etapa. Todo fue muy emotivo. Ayudamos a recogerlo todo y nos fuimos a la cama
Viernes, 26 de julio
A las cuatro y media empezó el movimiento, ya que los que iban a hacer la etapa completa tenían que recorrer treinta y un kilómetros , que era nuestro caso. Nosotros nos levantamos a la cinco, y a las seis menos veinte comenzamos a caminar.
Yo iba delante con una luz frontal, porque si no, era imposible ver el camino. Antes de darnos cuenta , ya habíamos recorrido siete kilómetros y nos encontrábamos en Sansol, que está casi pegado al otro pueblo: Torres del Río. A partir de aquí, son once kilómetros hasta el siguiente pueblo, Viana, pero muy entretenidos. No paras de subir y bajar barrancos, con una vegetación espectacular.
A la subida de uno de esos barrancos se ve Viana, y muy a lo lejos Logroño. El ánimo se te levanta , aunque parece a cada paso que das, que se los llevan cada vez más lejos.
Hacemos nuestra primera y única parada para tomar algo, después de cuatro horas y media de caminata. Allí nos encontramos al grupo de Albacete, que hacía dos días que le habíamos perdido la pista, al grupo de las vascas, y a algunos más.
Ya sólo quedaban los diez kilómetros hasta Logroño, que al final se hicieron interminables. Aunque lo ibas viendo todo el recorrido, no se llegaba nunca.
Antes de cruzar el puente sobre el río Ebro, nos juntamos un montón y nos hicimos las fotos de rigor. Ahí nos despedimos, porque nosotros hoy íbamos a un hotel. El último día quería que nos ducháramos en condiciones y descansáramos como es debido, ya que al día siguiente nos esperaban diez horas de autobús.
El hotel estaba en el centro y cerca de la estación de autobuses, para no tener que andar mucho al día siguiente. Nos bañamos, nos tumbamos un rato con el fresquito del aire acondicionado y llamamos a David y a Marta par almorzar. Lo hicimos justo delante del hotel, en un restaurante con muy buena pinta y buenos precios. El almuerzo creo que fue el mejor de todo el camino. Más tarde comprobaríamos que en Logroño se puede comer y beber muy bien, y a precios buenísimos. Después del almuerzo, siestón . Fabi y yo nos fuimos a dar una vuelta para sacar dinero y buscar la estación. Después tomamos un café, espectacular, con hielo, enfrente del hotel, y cuando íbamos a llamar a estos, aparecieron con un helado.
Fuimos a visitar el casco histórico, allí estaban los peregrinos, a los que fuimos saludando, y nos sentamos en una plaza llena de terrazas a tomarnos unas pintas, era el lugar de los pijos, pero tampoco importaba mucho: ¡huelen bien! Desde aquí, nos fuimos a la zona de restaurantes cerca del hotel, a buscar un lugar para cenar. Lo hicimos a lo grande; era nuestra última comida. Después, a descansar, que mañana otra vez a las siete estábamos de punta.
Ha sido una experiencia entrañable y que sirve para unir a las personas. Ojalá esta filosofía del camino no se pierda nunca. Nosotros no lo hacíamos por motivo religioso , al igual que otros muchos peregrinos, pero la generosidad, la solidaridad, el compañerismo... que se respira; es impresionante. Solo una pega, han faltado algunos seres queridos a nuestro lado; aunque en nuestros corazones siempre han estado presentes. Otra vez será.
No hay comentarios:
Publicar un comentario