Ciudad Real, octubre 2014

Viernes, 31 de octubre

Salimos a las siete de la mañana para evitar los atascos de tráfico de Granada, porque el puente era solo a nivel de educación. En quince minutos ya habíamos dejado la capital, y estábamos camino de Las Tablas de Daimiel, que era nuestro primer destino de esta visita a Ciudad Real. Después de una pequeña parada para tomar café y estirar las piernas, a las diez y media ya estábamos en el Parque Nacional de las Tablas.



Recogimos unos planos e información en el centro de visitantes, e iniciamos el itinerario amarillo, que por un recorrido circular de una hora, te lleva a la Isla del Pan. Tendrá unos dos kilómetros que discurren  entre pasarelas que van uniendo varias islas. Desde éstas, se pueden observar las aves acuáticas y la vegetación típica del humedal: carrizos, juncos, eneas. También había un tipo de árbol- arbusto; el taray que se da por la unión de las aguas dulces y aguas salinas de los ríos que alimentan los humedales.




Es un paseo muy agradable, y lleno de miradores. Todo estaba limpísimo y muy cuidado. Al ser un día de semana pudimos disfrutarlo con toda la tranquilidad del mundo. La verdad es que el paseo fue muy bonito y muy instructivo. Recuerda un poco la Laguna del Padul.




A las doce menos cuarto ya estábamos camino de Ciudad Real. Aunque al principio tomamos la carretera nacional, al poco nos incorporamos a la autovía y en cuarenta minutos estábamos dejando el coche en el aparcamiento del hotel. Nos hospedábamos en el Hotel Doña Carlota, un cuatro estrellas muy bien valorado en los comentarios de internet, ¡y qué razón llevaban! Se encuentra en pleno campus universitario, pero bastante cerca del centro. En el precio de la habitación iba incluido el desayuno, el aparcamiento y las bebidas del minibar; todo un acierto la elección.




Nos acomodamos y nos fuimos directos a la Plaza Mayor a tomarnos el aperitivo y el almuerzo. Como eran las una, el reloj de carrillón del antiguo ayuntamiento empezó a sonar y  los personajes del Quijote y Cervantes salieron al balcón.; ¡es curioso! Esto se puede ver tres o cuatro veces al día.



Dimos una vuelta por la plaza buscando algunos bares que tenían fama de buenos, y empezamos a comprobar si eran ciertas las críticas tan maravillosas que tenían.




Paramos primero el el Bar Acuario que es famoso por sus huevos cocidos rebozados con bechamel. Dos cervezas y dos huevos; cuatro euros en plena Plaza Mayor, sentados en la terraza. ¡Estaba lleno a todas horas!



De todas formas en el bar colindante (El Portalón de la Casona), aún había más gente, y no tardamos en comprobar el motivo. En la terraza no había sitio, así que entramos dentro y pillamos un roalico en la barra. Las tapas eran espectaculares y variadas. De primero pedimos migas al estilo pastor, que era una sartencilla de migas con chorizo y panceta, que venían acompañadas por un huevo frito encima. Así estuvimos tomando cervezas y vinos hasta las tres; ¡qué rico todo! ¡Y a un precio de dos euros la bebida más tapa! ¡Los vinos manchegos están buenísimos!



Camino del hotel, paramos a tomar café en una panadería-pastelería- cafetería; la ciudad está llena de ellas. Y ya, sí no fuimos a echarnos una merecida siesta con el estómago lleno.

Por la tarde, atravesando todo el paseo del campus, nos llegamos a la estación del tren. Preguntamos por la frecuencia y el precio de los billetes para Almagro. No llegaba a cinco euros la ida y la vuelta, así que los compramos y evitábamos tener que conducir al día siguiente, y podíamos comer con una buena botella de vino.



Desde aquí, nos fuimos en una caminata de casi media hora hasta la Puerta de Toledo, que es de lo poco que queda de lo que en su día fue una importante ciudad.



Bajamos por la calle Toledo y entramos en la Catedral . Muy cerca se encuentra el mercado de abastos, y como era día laborable entramos a verlo y compramos una cuña de un buen queso manchego. De aquí fuimos al Museo Municipal López -Villaseñor, y aparte del entorno en el que se encuentra; los cuadros era preciosos.



Ya había oscurecido, así que tocaba buscar un lugar donde cenar. Fuimos a la zona del Torreón, que es otro de los lugares recomendados para tomar algo y cenar. Era demasiado pronto, y apenas había nadie, así que nos sentamos en un pub, que sí estaba animado, y nos tomamos una copa. Como no terminaba de haber animación nos dirigimos a la Plaza Mayor y a sus aledaños, que era donde se encontraba todo el mundo.



Tomamos algo en un bar, pero como nos habían gustado los del mediodía, otra vez repetimos en ellos, aunque probando otras tapas distintas de la variada carta. Camino del hotel, vimos otro bar muy concurrido y allí que fuimos a comprobar el porqué. Un vino manchego, riquísimo, y una buena tapa, a un euro y sesenta céntimos. La verdad es que esa noche nos acostamos contentos.


Sábado , 1 de noviembre


A las siete ya estábamos despiertos, y antes de las ocho, tomando el desayuno; muy completo y variado.

Ciudad Real es una ciudad pequeña, o un pueblo muy grande, y como el tren hacía Almagro no salía hasta las diez y cuarto, nos dio tiempo a patearla casi entera. En dos horas fuimos casi al otro extremo de la ciudad, al Parque Gaset y de ahí hasta la estación.



Era día de fiesta, así que las calles prácticamente estaban desiertas; Fabi, yo y alguna que otra persona sacando al perro a mear. A mí me gusta esa sensación de ver cómo una ciudad está aún dormida. Estuvimos recordando la de ciudades por todo el mundo que hemos visto cómo amanecían: sin gente, sin ruidos, sin nadie, salvo dos tontos paseando por ellas.

Un poco cansados de caminar con zapatos, arribamos a la estación a las diez, y como el tren ya estaba en el andén, nos sentamos en nuestro asiento del vagón a descansar. El trayecto lo hace en doce minutos, así que antes de darte cuenta ya te estás apeando en Almagro. Fuimos a la oficina de información a recoger unos planos y ya allí nos dijeron que la entrada a todas las iglesias y monumentos del pueblo había que pagarla.



Almagro tiene una riqueza monumental importante, y una Plaza Mayor única. Es un pueblo dedicado por completo al turismo. Su fama, aparte de por sus monumentos, estriba en que tiene el que se considera el corral  de comedias más antiguo de España. Esto ha dado lugar a que tenga un Festival de Teatro de los más importantes de la geografía nacional. Hecho que atrae a muchos miles de turistas durante todo el año.



Compramos la entrada para la obrilla del Corral de Comedias y fuimos a visitar todos sus monumentos por fuera.¡ Me niego  pagar por entrar a ver una iglesia! Una vez pateado todo el pueblo, nos sentamos en una de las innumerables terrazas de la Plaza Mayor . Ya eran más de las doce, así que, muy a pesar mío, nos pedimos unas cervezas. Caña más tapa un euro y cuarenta céntimos. Así da gusto salir de cervezas.



A las una menos cuarto entramos en el teatro y después de contar la historia del mismo, representaron una obra muy entretenida y divertida de unos cuarenta minutos de duración.



Salimos hacia las dos, y el objetivo era encontrar una mesa en un buen restaurante. Deambulamos, mirando cartas y precios, y al final optamos por un restaurante con muy buena pinta y un menú apetecible por trece euros. Pedimos platos distintos para probar de todo, y la verdad es que la comida estaba riquísima. Para acompañarla nos pedimos una botella de vino manchego. El segundo plato tardó un poco más de la cuenta en venir, y el camarero, todo simpatía, nos dijo que nos recompensaría por esto invitándonos a café y chupito; cosa que hizo.



Después de una sobremesa de risas, nos encaminamos de vuelta a la estación; nuestro tren salía a las cinco menos cuarto. Otra vez el recorrido fue un suspiro. a las cinco ya estábamos en Ciudad Real.

Jugaba el Granada con el Madrid, así que paramos a tomar café en el primer bar que vimos con tele. Entramos y había mucho olor a tabaco; normal, todo el mundo fumaba dentro del bar sin ningún pudor. Como iban tres a cero perdiendo el Granada, y el lugar no era muy acogedor, nos fuimos al hotel a estirar las piernas.



A las siete, ya duchados y descansados, nos fuimos paseando por la Calle Calatrava hacia la Plaza Mayor, lugar donde se concentra toda la población. De camino paramos en la Iglesia de Santiago, que era la única que nos faltaba por visitar. Había misa, así que fue una visita rápida. Estuvimos viendo tiendas y haciendo hora para la cerveza. A las ocho nos dirigimos a nuestro bar preferido, pero tampoco esta vez pudimos pillar mesa. Otra vez nos hicimos fuertes en un trozo de barra, y a probar todo lo que faltaba de la carta. No llegamos a repetir ni una sola tapa. Al lado había una pareja de lugareños de nuestra edad, y nos confirmaron que para ellos era también el mejor bar restaurante de Ciudad Real. En la planta alta trabajan unos diez camareros y seis cocineros.

La camarera, toda simpatía y eficiencia, ya nos conocía y se permitía bromear con nosotros. Nos recomendaba vinos y a cuál más exquisito.

Era pronto para ir de copas, así que decidimos tomárnosla en el hotel.



Domingo, 2 de noviembre

Otra vez a las siete estábamos de punta, ya preparando el equipaje, y a las ocho desayunando. Salimos de Ciudad Real a las ocho y media rumbo a El Viso del Marqués. Y sobre las nueve y media, y después de una carretera en la que solo íbamos nosotros, ya estábamos allí. Visitamos su iglesia, famosa por un cocodrilo, colgado en la pared, y por el sacristán; un personaje de ochenta y nueve años que por la voluntad, te cuenta la historia de la iglesia y del pueblo y te toca una canción en un piano. Si vais , ¡no os lo perdáis!



Justo al lado de la iglesia se encuentra el motivo de parar en este pueblo; El Palacio del Viso. Una de las más importantes obras del arte italiano en España. Un palacio construido en el siglo XVI y que conserva en muy buen estado unos frescos pintados por artista del renacimiento italiano traídos exclusivamente por este motivo a España. Además aquí se encuentra el archivo- museo Don Álvaro de Bazán, que fue el primer Marqués de Santa Cruz. Merece la pena la visita guiada, y no es cara; tres euros.



Empapados de cultura, reemprendimos el viaje a las diez y media.




Ha sido puente enriquecedor. Mezcla de naturaleza, cultura y gastronomía. Puede que Ciudad Real capital no ofrezca un abanico muy amplio de monumentos ni de lugares con el suficiente reclamo turístico, pero lo suple con creces con sus vinos, con sus tapas y con la amabilidad de su gente. Almagro , Las tablas de Daimiel, El Viso del Marqués y muchísimos más pueblos de esta provincia, se merecen más de una escapada.




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