Jueves ,7-6-2012
Llegamos a Tarifa a las once y media de la mañana y
después de un rato buscando aparcamiento, lo encontramos en los aledaños del
puerto. Dejamos el coche y nos vamos a la ventanilla de la FRS a cambiar la
reserva de internet (62euros i/v) por los billetes del barco. El puerto está en
obras y es un follón encontrar la puerta de entrada al barco. Como tememos
tiempo, nos salimos del puerto a tomarnos una cerveza (3 euros la pinta). De
vuelta al puerto encontramos, después de preguntar a varias personas, el lugar
de embarque. Allí topamos con un policía
de aduana muy cachondo que nos pone a parir a los moros.
Entramos los primeros y una vez sentados empezamos a rellenar el papel blanco que nos han dado junto a los pasajes y lo entregamos con el pasaporte a unos policías marroquíes de paisano para que nos lo sellen. También rellenamos el papel amarillo y lo guardamos para la vuelta. El barco zarpa a las una y media, con media hora de retraso. Una vez hechos estos trámites, Fabi y Rubén se van a una pequeña cubierta, para fumadores, ya que el mar está un poco revuelto y allí pasan todo el trayecto para no marearse. Celia y yo nos quedamos dentro del barco, muy cómodo y nuevo, y me tomo una cerveza antes de llegar a tierras infieles. A las dos y media, una y media en Tánger, llegamos al puerto y después de enseñar el pasaporte tomamos rumbo al hotel. Nos hospedamos durante tres días en el Hotel Continental, que ya desde el mismo puerto se ve.
Llegar al hotel es
muy fácil, una vez en la explanada, cruzarla y se ven unas escaleras que llevan
directamente al hotel, eso sí, son un montón de escaleras y bastante empinadas.
En el hotel enseñamos la reserva que llevábamos (132 euros las tres noches con
desayuno) y nos dan las habitaciones 302 y 304, en la tercera planta y sin
ascensor. Las habitaciones son bastante decentes y tienen vistas al puerto,
aunque en verano al hacer calor y no tener aire acondicionado tienes que tener
las ventanas abiertas y eso implica mosquitos y ruido.
Dejamos el equipaje y nos vamos directamente a buscar un
sitio para comer. Hacemos nuestra primera incursión en la medina y después de
perdernos un poquito y quitarnos a algunos pesados llegamos a la Plaza 9 de
Abril. Allí es fácil encontrar el chiringuito de Mustafá, que tenía buenas
referencias en internet. De comer pedimos pinchitos, ensalada y tayín y para
beber, Cocacola. Nos traen una cesta de pan, salsa picante, la ensalada grande,
dos platos de patatas fritas, dos platos de arroz, 18 pinchitos (muy pequeños)
y el tayín. La comida estaba muy buena y abundante, pero nos parece un poco
cara, ya que tenemos que pagar 28 euros en total; hay lugares mucho más
baratos.
Después de comer, nos vamos por la Calle de la
Libertad hasta la Plaza de Francia a tomarnos un té en el Café París. Nos lo
tomamos dentro porque hace un poco de calor; el té está exquisito, un vaso
grande de té verde con un montón de hierbabuena fresca. El sitio, aunque muy
antiguo, es magnífico y además se puede fumar dentro; el precio, 80 céntimos
sentados.
Desde aquí nos vamos al Boulevar Pasteur a buscar la oficina
de turismo, pero nos la encontramos cerrada. Aprovechamos para cambiar dinero
en un banco que está al lado. Cambiamos cien euros para el bote común y nos dan
1075 dirhams, muy parecido al cambio del puerto, un guarda de seguridad nos
acompaña. Seguimos bajando y encontramos la perfumería Madini, pero también
está cerrada.
Decidimos
bajar a la playa y allí nos encontramos unos camellos en la arena. Celia decide
montarse en uno, vale dos euros un ratillo, y nos reímos un montón. Nos vamos a
la avenida y cogemos un gran taxi, preguntamos el precio y sin regatear nos
montamos para ir al Café Hafa, cinco euros los cuatro. Yo no sé cómo se pueden
subir seis personas en estos taxis, pero lo hacen.
El
taxi te deja arriba y desde allí tú tienes que buscar el café, después de
despistarnos un poco lo encontramos. Son terrazas sobre una ladera y las vistas
son espectaculares. Nos pedimos un té y a disfrutar del paisaje; 65 céntimos,
aunque la mitad la tenían que haber pagado las abejas que se te meten en el vaso, y es que el té está muy dulce.
De
aquí nos vamos a visitar las tumbas fenicias, muy cerca y fácil de encontrar.
Otras vistas espectaculares y llenas de marroquíes sentados en las tumbas
dejando pasar el tiempo. Fotos, descanso y rumbo a la Kasbah, antigua
fortaleza.
Aquí
los falsos guías no paran de agobiarte, pero nosotros, ni caso. Bajamos por
unas calles chulísimas y muy estrechas y sin querer damos a la primera con el
hotel. Antes de entrar nos compramos una cocacola fresquita , aunque no tanto,
y preguntamos dónde se puede compra hielo; por lo visto, allí no se utiliza .
Vamos
a la habitación de Rubén y nos tomamos unos cubaticas; hemos traído dos
botellas de ron. Dos horas para descansar y ducharse, y a las ocho y media ya
estamos otra vez en la calle. Nos vamos hacia el zoco chico y las calles son un
hervidero de gente, llama la atención la cantidad de ellos que visten el traje
típico marroquí. Los cafés están a tope y todos mirando hacia la calle.
Callejeamos
un poco y nos metemos en la calle de las joyerías, desde aquí al mercado, y una
mezcla de olores y colores lo inunda todo. Paramos en una tienda de aceitunas y
compramos cuatrocientos gramos de un revuelto de todas por 45 céntimos. Nos
vamos a la Plaza 9 de Abril a comérnoslas sentados en la fuente, todas están
buenísimas.
Rubén
se acerca a un vendedor ambulante, que hay en la plaza, rodeado de mucha gente.
Vende dos tipos de dulces que te corta de una bandeja enorme, compramos dos
trozos por cinco céntimos, uno es cuscús dulce y el otro no lo sabemos, pero
están buenísimos, y si no que se lo digan a los miles de abejas que al día
siguiente vimos posadas sobre los dulces esta vez a la luz del día.
Después de este aperitivo, fuimos otra vez por la Calle de
la Libertad y un niño de unos siete años se les pegó como una lapa a Rubén y a
Celia pidiendo dinero, yo les dije que no le hicieran caso y después de veinte
minutos, viendo que no iba a conseguir nada desapareció.
Entramos en la pastelería La Española y compramos una cajita
de dulces variados, riquísimos todos, y dos bollillos de pastela, su sabor es
como todo lo de aquí; una mezcla de dulce , salado y especias. Ya con el
apetito despierto, entramos en un chuiringuito cerca y nos pedimos cuatro
shawarmas especiales y bebida. Nos traen todo acompañado de una fuente de
patatas fritas con su plato de salsa picante, que acompaña a todas las comidas.
Todo estaba exquisito y a un precio de doce euros los cuatro.
Vamos a la perfumería Madini y ahora sí la encontramos
abierta. Es la perfumería más famosa de todo Tánger, ellos mismos hacen los
perfumes y las esencias, y tienen unos precios bastante asequibles. Preguntamos
por el horario de apertura y dejamos las compras para el día siguiente.
Seguimos andando por el boulevar y bajamos a la playa. No
hay tanta gente como en el centro y la Medina. Vemos la discoteca 555 y miramos
los precios, bastante caro el alcohol. Ya es tarde, así que decidimos irnos
para el hotel caminando por el paseo. Llegando al hotel, se nos pega un pesado
pidiéndonos dinero, después de un rato se va; Rubén tiene imán para los
pedigüeños, ya que a mí, ni se acercan.
En la terraza del hotel nos preparamos unos cubatillas y a
dormir.
Viernes, 8-6-2012
Tres de la mañana y el imán empieza a llamar a la oración,
parece que lo tienes metido en la cama, cuando crees que se va a callar vuelve
a empezar, así hasta las tres y cuarto. ¡La madre que lo parió!
Fabi y yo estamos despiertos desde las siete, y a las ocho
nos bajamos a ver el hotel. Los salones y salitas son una auténtica pasada, fue
uno de los motivos de escoger este hotel, parece que estás en los palacios de
la Alhambra. El bazar del hotel está abierto y entramos a curiosear. El dueño
del bazar empieza a hablar con nosotros y en un perfecto español nos cuenta los
famosos que han pasado por aquí y nos enseña las fotos que se ha hecho con
ellos: Zapatero, Miguel Ríos… Es la mar de amable y simpático, nos tiramos
hablando media hora.
A las
nueve, Fabi sube a llamar a Celia y a Rubén para desayunar. El desayuno
bastante aceptable: zumo de naranja, café, bollería , mantequilla , mermelada y
un quesito. Después del desayuno, nos bajamos a la explanada y regateamos con un
taxista el precio para la estación de autobuses, nos dice que está a cuatro
kilómetros y que nos cobra tres euros ,al final aceptamos y efectivamente
estaba bastante lejos. Una vez en la estación, no hay forma de saber qué
autobús va a Asilah, cuando de pronto aparece un muchacho que nos pregunta a
dónde vamos, se lo decimos y dice que le sigamos. Nos lleva al trote
atravesando la calle y al momento aparece un autobús destartalado lleno de
gente, una vez dentro pagamos el billete, seis euros los cuatro, y nos sentamos
al final del autobús.
Detrás
van sentadas tres chicas jóvenes ataviadas al estilo marroquí que nos amenizan
el viaje sin parar de cantar y bailar, viendo que a nosotros nos gustaba, más
empeño le ponían. El resto del pasaje, gente de mediana edad, las miraban con
gestos reprobatorios. Después de una hora y cuarto, y cincuenta paradas, el
autobús llega a Asilah. Les preguntamos a la chicas por la Medina en varios
idiomas, pero sólo hablan árabe y por señas y señalando el mapa se enteran de
lo que preguntamos. Entre risas nos dicen que las sigamos, ellas también van
hacia allí. Dos muchachos que había por allí empiezan a insultarnos
diciéndonos: “españoles iros a la mierda” y un par de lindezas más. Van detrás
nuestra y Rubén y Celia empiezan a asustarse. Entramos en la medina y a cada
paso nos los volvemos a encontrar.
Rubén está acojonado y quiere salir de la medina, yo intento tranquilizarlo
pero no hay forma. A las chicas también las vemos muchas veces y siempre nos
sonríen. Fabi quiere que nos hagamos una foto con ellas, pero le digo que con
los otros por allí no es lo más conveniente. Llegamos al final de la medina y
hay unas vistas magníficas, allí también están los notas, con dos más y también
las chicas. Llega la policía y parece que se asustan ahora un poco ellos.
Se nos
acerca un vendedor de dibujos y empieza a explicarnos las pinturas, la verdad
es que son obras de arte hechas sobre papel de sacos de cemento. Me quiere
comprar un cigarro y yo se lo doy, me da las gracias y me dice que los vicios
hay que pagarlos y le digo que se lo doy de corazón. Compramos una lámina que
en un principio me vendía por diez euros, pero que por el detalle del cigarro
me la da por cinco. Aunque la medina es preciosa, una galería de arte exterior,
Rubén no aguanta más y nos salimos sin verla entera.
Vamos
a una cafetería cerca de la medina con bastante ambiente y nos sentamos a
tomarnos un zumo de naranja (4,20euros), otra de las cosas que no hay que
perderse en Marruecos, el camarero habla bastante bien español y nos da mucho
palique. Sirve para que Rubén se tranquilice bastante, no todo iban a ser
malajes.
Aparece el de los dibujos y le preguntamos por los
tatuajes de henna, él se encarga de buscar a una mujer que los hace y nos la
trae. Después de un rato de regateo, Celia decide hacerse uno en la pierna. La
mujer es una artista y le cobra cinco euros. Al ver el resultado, Rubén se
tatúa su nombre en árabe en el brazo por dos euros. Una vez que se ha secado el
tatuaje, nos despedimos del camarero y nos vamos a buscar la parada de taxis.
Empieza el regateo y después de un rato nos montamos en uno por doce euros los
cuatro. El taxista no habla ni papa de español y Rubén venga a darle casque.
Ahora el que se acojona soy yo, ¡vaya manera de conducir! Se pegan a los coches
, adelantan por donde quieren, un burro se cruza por la carretera, en mitad de
la autovía un notas cruza por donde le sale de los cojones y para evitarlo da
un volantazo, en las rotondas es maricón el último, no llevamos cinturones y la
velocidad no la respetan ni de coña. Menos mal que durante todo el recorrido
íbamos escuchando el Corán en prosa y en verso y Alá nos perdonaría todos
nuestros pecados. De verdad, yo rezaba por llegar. Cerca de la estación nos
dijo que por tres euros más nos llevaba al puerto, y por tal de no coger otro
taxi aceptamos.
En el puerto nos fuimos a buscar un bar de pescado que había
leído en un diario, y realmente fue fácil encontrarlo. Está detrás de las
naves, cerca de los barcos de pesca y enfrente del puerto franco. Allí no van
los turistas, pero la comida es simplemente espectacular. Tienen unas vitrinas
donde se ve el pescado recién salido del mar y te ofrecen que comas bandejas de
todo, a nosotros nos pareció bien y nos sentamos en unas mesas de plástico que
tienen fuera. Te ponen un mantel de papel y empiezan a sacarte la comida y la
bebida: una cocacola de dos litros, una panera con cuatro panes ,dos platos de
salsa picante, una ensalada enorme, una fuente de gambas a la plancha, otra
fuente de pescado frito y una última fuente de pescado a la plancha. Imposible
comérselo todo y el precio más espectacular todavía, 18 euros los cuatro.
Del puerto franco salían cientos de mujeres y preguntamos de
dónde venían, al final averiguamos que trabajan para una empresa holandesa
pelando gambas.
Como estamos al lado del hotel, subimos por las escaleras,
nos tomamos un té en la terraza y a echar una siesta.
A las seis y media nos vamos al zoco chico a tomarnos
un té en el Café Central, para mí el más elegante de todo Tánger, nos ponen una
tetera a cada uno acompañada de un botellín de agua y el camarero nos sirve el
té echándolo desde muy alto, esto lo hace para oxigenarlo y que el aroma se esparza.
Con toda esta parafernalia creíamos que el té nos iba a salir por un ojo de la
cara, pero ni mucho menos; 1,20 euros por persona. Después de un rato de charla
y ver pasar la vida, deporte nacional en los países árabes, atravesamos la
medina y nos vamos directos a la perfumería Madini.
Mientras
ellas van escogiendo los perfumes, nosotros vamos a cambiar dinero al banco del
día anterior, pero al ser viernes, está cerrado, así que cambiamos en una
oficina de cambio, 100 euros por 1080 dirhams Cuando llegamos a la
perfumería, tienen ya hecha la compra y prácticamente se han fundido los cien
euros, así que toca ir a cambiar otra vez. En la puerta de la perfumería se nos
pega otro pesado, como siempre le digo: “No, gracias”, la frase más repetida en
todo el viaje. Al echar a andar veo que nos sigue y Rubén me explica que nos va
a decir dónde hay un mercado bereber, vuelvo a decirle que no gracias y tenemos
que dar marcha atrás para despistarlo.
Nos
vamos a la medina a comprar especias y compramos: té verde, harisa, aceite de
argán y henna para el pelo. Nos adentramos en la medina más profunda y empiezan
a salir ganchos por todas partes queriéndote llevar a restaurantes o a tiendas.
Volvemos a la Plaza de 9 de Abril y nos damos un paseo por el parque de
Mendoubia y la iglesia anglicana de St. Andrew. Rubén quiere ir al hotel a
ponerse unos culotes porque dice que está escocido y nos vamos par allá.
Mientras ellos suben a la habitación, yo me quedo
fumándome un cigarro en la terraza y veo a un grupo comiendo tan a gusto allí,
comida traída de fuera. Cuando bajan les propongo hacer lo mismo y manos a la
obra. Salimos a comprarnos algo, y en el restaurante Cervantes nos pedimos
cuatro bocadillos de esos que llevan de todo, agua y una cocacola. Mientras
están los bocatas, me doy una vuelta y descubro el Gran Teatro Cervantes que
tanto habíamos buscado. Nos vamos al hotel y con la comida nos preparamos un
botellón de ron y, ¡ a cenar con cubalibre, con dos cojones! Se nos calienta el
hocico y salimos a comprar otra cocacola y ya bajamos directamente el ron de la
habitación y a beber como cosacos. Después de un rato de risas, a dormir, que
ya estamos anestesiados. Esa noche no escuché la llamada a la oración.
Sábado 9-6-2012
Nos despertamos a la siete y media y una hora después
estamos llamando a éstos. Viendo que a las nueve aún no habían bajado, subo a
echarles la bronca y entonces descubro que el móvil había cambiado sólo la hora
y era una hora menos, así que llevaba levantado desde las seis de la mañana, y
además con resaca. Desayunamos y bajamos a la explanada a buscar un taxi para
ir a la gruta de Hércules, lo de ir a Xauen lo habíamos descartado por ser más
de dos horas, y como conducen, era para morirse, preguntamos el precio y nos
dice que treinta euros, y por más que regateamos no se bajaba del burro, así
que desistimos de ir, la gruta está a doce kilómetros y era un pastón. Ese
dinero lo reservaríamos para ir a cenar a un buen restaurante.
Decidimos pasar la mañana medineando, perderse en la medina.
Íbamos sin plano, a la aventura, y la experiencia es inquietante. Cada vez que
dudas aparece alguien que quiere hacerte de guía, lo mejor es dar las gracias e
ir siempre con paso firme y si siguen insistiendo, decir que es la cuarta vez
que vas a Tánger. Nos pasamos dos horas perdidos en la medina.
Después bajamos a la playa a meter los pies en el agua y ver
cómo disfrutan de ella allí. Los pocos que se meten en el agua son los niños y
alguna madre vestida hasta arriba para controlarlos, el resto jugando al
fútbol. Las playas son de arena fina y agua muy limpia totalmente aptas para el
baño, pero ellos no tienen el mismo concepto de playa que nosotros. Vemos otra
vez los camellos y Rubén decide montarse, otro rato de risas.
De la
playa nos vamos a ver de día el Gran Teatro Cervantes, está bastante abandonado
aunque España ha dado algunas subvenciones para su rehabilitación. Desde ahí subimos
por unas cuestas de cuidado hasta la calle de la Libertad y vamos a la Plaza 9
de Abril. En la terraza del cine nos tomamos unas coca-colas acompañadas de
aceitunas y Manises que hemos comprado en el mercado.
Almorzamos en el mismo chiringuito de los shawarmas, pero
esta vez nos pedimos pizzas, cuatro diferentes, y fantas de naranja. Todas
exquisitas y por 3,70 por cabeza. La comida ha estado amenizada por los rezos
del Corán, ya que era la hora de la oración.
A las tres y media, siesta. Escucho a Rubén llamarme a las
seis menos cuarto para decirme que ha arreglado la tele, siempre tan manitas
él, y que están echando el partido Holanda-Dinamarca; vamos a su habitación a
ver la primera parte.
En el descanso nos vestimos y nos vamos al Café Central a tomar
el té, ya el camarero nos conoce y habla un poco con nosotros. Los marroquíes
son muy hospitalarios. Como el dinero común lo lleva Celia, al camarero le
extraña mucho que pague una mujer y nos dice que allí siempre pagan los
hombres. Como están jugando Alemania –Portugal les cambiamos el sitio a las
mujeres .Ahora ellas miran hacia la calle y nosotros hacia dentro, al camarero
le vuelve a extrañar. ¡Con qué pasión se vive el fútbol en Marruecos! Me quedo
solo en el café, ya que los tres se van
a comprar los regalillos que faltan. Te puedes pasar la tarde entera sentado
con un té que nadie te va a decir nada.
Aparecen a las nueve y media y nos vamos a cenar al
restaurante Hammadi, ya que aún nos quedan 400 dirhams. Es un restaurante muy
recomendado por todos en internet, y la verdad es que es muy bonito, con música
en directo y una comida muy rica. Tomamos harira, una para los cuatro; dos
cuscús y dos pastelas. De beber pedimos una botella de agua, ya que la cerveza
era cara, cinco euros el tercio. A la hora de pagar nos faltan 50 dirhams, pero
no hay problema, damos cinco euros y ellos tan contentos.
Damos una última vuelta por la medina y compramos la
cocacola de rigor, a las mujeres les apetece unas tortitas con nocilla (0,40 céntimos) y nos vamos a la terraza del
hotel a rematar la botella de ron que nos queda. A la doce y media nos vamos a
la cama; mañana cogemos el ferry a las diez y después tenemos cuatro horas de
coche hasta Granada.
Ha sido una visita corta, pero inolvidable. Yo se la
recomendaría a todo el mundo.