jueves, 14 de junio de 2012

Tánger, junio de 2012


Jueves ,7-6-2012

Llegamos a Tarifa a las once y media de la mañana y después de un rato buscando aparcamiento, lo encontramos en los aledaños del puerto. Dejamos el coche y nos vamos a la ventanilla de la FRS a cambiar la reserva de internet (62euros i/v) por los billetes del barco. El puerto está en obras y es un follón encontrar la puerta de entrada al barco. Como tememos tiempo, nos salimos del puerto a tomarnos una cerveza (3 euros la pinta). De vuelta al puerto encontramos, después de preguntar a varias personas, el lugar de embarque. Allí topamos con un policía  de aduana muy cachondo que nos pone a parir a los moros.





Entramos los primeros y una vez sentados empezamos a rellenar el papel blanco que nos han dado junto a los pasajes y lo entregamos con el pasaporte a unos policías marroquíes de paisano para que nos lo sellen. También rellenamos el papel amarillo y lo guardamos para la vuelta.  El barco zarpa a las una y media, con media hora de retraso. Una vez hechos estos trámites, Fabi y Rubén se van a una pequeña cubierta, para fumadores, ya que el mar está un poco revuelto y allí pasan todo el trayecto para no marearse. Celia y yo nos quedamos dentro del barco, muy cómodo y nuevo, y me tomo una cerveza antes de llegar a tierras infieles. A las dos y media, una y media en Tánger, llegamos al puerto y después de enseñar el pasaporte tomamos rumbo al hotel. Nos hospedamos durante tres días en el Hotel Continental, que ya desde el mismo puerto se ve.




          Llegar al hotel es muy fácil, una vez en la explanada, cruzarla y se ven unas escaleras que llevan directamente al hotel, eso sí, son un montón de escaleras y bastante empinadas. En el hotel enseñamos la reserva que llevábamos (132 euros las tres noches con desayuno) y nos dan las habitaciones 302 y 304, en la tercera planta y sin ascensor. Las habitaciones son bastante decentes y tienen vistas al puerto, aunque en verano al hacer calor y no tener aire acondicionado tienes que tener las ventanas abiertas y eso implica mosquitos y ruido.







Dejamos el equipaje y nos vamos directamente a buscar un sitio para comer. Hacemos nuestra primera incursión en la medina y después de perdernos un poquito y quitarnos a algunos pesados llegamos a la Plaza 9 de Abril. Allí es fácil encontrar el chiringuito de Mustafá, que tenía buenas referencias en internet. De comer pedimos pinchitos, ensalada y tayín y para beber, Cocacola. Nos traen una cesta de pan, salsa picante, la ensalada grande, dos platos de patatas fritas, dos platos de arroz, 18 pinchitos (muy pequeños) y el tayín. La comida estaba muy buena y abundante, pero nos parece un poco cara, ya que tenemos que pagar 28 euros en total; hay lugares mucho más baratos.








 Después de comer, nos vamos por la Calle de la Libertad hasta la Plaza de Francia a tomarnos un té en el Café París. Nos lo tomamos dentro porque hace un poco de calor; el té está exquisito, un vaso grande de té verde con un montón de hierbabuena fresca. El sitio, aunque muy antiguo, es magnífico y además se puede fumar dentro; el precio, 80 céntimos sentados. 







Desde aquí nos vamos al Boulevar Pasteur a buscar la oficina de turismo, pero nos la encontramos cerrada. Aprovechamos para cambiar dinero en un banco que está al lado. Cambiamos cien euros para el bote común y nos dan 1075 dirhams, muy parecido al cambio del puerto, un guarda de seguridad nos acompaña. Seguimos bajando y encontramos la perfumería Madini, pero también está cerrada. 




Decidimos bajar a la playa y allí nos encontramos unos camellos en la arena. Celia decide montarse en uno, vale dos euros un ratillo, y nos reímos un montón. Nos vamos a la avenida y cogemos un gran taxi, preguntamos el precio y sin regatear nos montamos para ir al Café Hafa, cinco euros los cuatro.  Yo no sé cómo se pueden subir seis personas en estos taxis, pero lo hacen. 




El taxi te deja arriba y desde allí tú tienes que buscar el café, después de despistarnos un poco lo encontramos. Son terrazas sobre una ladera y las vistas son espectaculares. Nos pedimos un té y a disfrutar del paisaje; 65 céntimos, aunque la mitad la tenían que haber pagado las abejas que se te meten en  el vaso, y es que el té está muy dulce.



De aquí nos vamos a visitar las tumbas fenicias, muy cerca y fácil de encontrar. Otras vistas espectaculares y llenas de marroquíes sentados en las tumbas dejando pasar el tiempo. Fotos, descanso y rumbo a la Kasbah, antigua fortaleza. 


Aquí los falsos guías no paran de agobiarte, pero nosotros, ni caso. Bajamos por unas calles chulísimas y muy estrechas y sin querer damos a la primera con el hotel. Antes de entrar nos compramos una cocacola fresquita , aunque no tanto, y preguntamos dónde se puede compra hielo; por lo visto, allí no se utiliza .




Vamos a la habitación de Rubén y nos tomamos unos cubaticas; hemos traído dos botellas de ron. Dos horas para descansar y ducharse, y a las ocho y media ya estamos otra vez en la calle. Nos vamos hacia el zoco chico y las calles son un hervidero de gente, llama la atención la cantidad de ellos que visten el traje típico marroquí. Los cafés están a tope y todos mirando hacia la calle.




Callejeamos un poco y nos metemos en la calle de las joyerías, desde aquí al mercado, y una mezcla de olores y colores lo inunda todo. Paramos en una tienda de aceitunas y compramos cuatrocientos gramos de un revuelto de todas por 45 céntimos. Nos vamos a la Plaza 9 de Abril a comérnoslas sentados en la fuente, todas están buenísimas. 





Rubén se acerca a un vendedor ambulante, que hay en la plaza, rodeado de mucha gente. Vende dos tipos de dulces que te corta de una bandeja enorme, compramos dos trozos por cinco céntimos, uno es cuscús dulce y el otro no lo sabemos, pero están buenísimos, y si no que se lo digan a los miles de abejas que al día siguiente vimos posadas sobre los dulces   esta vez a la luz del día. 




Después de este aperitivo, fuimos otra vez por la Calle de la Libertad y un niño de unos siete años se les pegó como una lapa a Rubén y a Celia pidiendo dinero, yo les dije que no le hicieran caso y después de veinte minutos, viendo que no iba a conseguir nada desapareció.
Entramos en la pastelería La Española y compramos una cajita de dulces variados, riquísimos todos, y dos bollillos de pastela, su sabor es como todo lo de aquí; una mezcla de dulce , salado y especias. Ya con el apetito despierto, entramos en un chuiringuito cerca y nos pedimos cuatro shawarmas especiales y bebida. Nos traen todo acompañado de una fuente de patatas fritas con su plato de salsa picante, que acompaña a todas las comidas. Todo estaba exquisito y a un precio de doce euros los cuatro.





Vamos a la perfumería Madini y ahora sí la encontramos abierta. Es la perfumería más famosa de todo Tánger, ellos mismos hacen los perfumes y las esencias, y tienen unos precios bastante asequibles. Preguntamos por el horario de apertura y dejamos las compras para el día siguiente.








Seguimos andando por el boulevar y bajamos a la playa. No hay tanta gente como en el centro y la Medina. Vemos la discoteca 555 y miramos los precios, bastante caro el alcohol. Ya es tarde, así que decidimos irnos para el hotel caminando por el paseo. Llegando al hotel, se nos pega un pesado pidiéndonos dinero, después de un rato se va; Rubén tiene imán para los pedigüeños, ya que a mí, ni se acercan.









En la terraza del hotel nos preparamos unos cubatillas y a dormir.


Viernes, 8-6-2012

Tres de la mañana y el imán empieza a llamar a la oración, parece que lo tienes metido en la cama, cuando crees que se va a callar vuelve a empezar, así hasta las tres y cuarto. ¡La madre que lo parió!
Fabi y yo estamos despiertos desde las siete, y a las ocho nos bajamos a ver el hotel. Los salones y salitas son una auténtica pasada, fue uno de los motivos de escoger este hotel, parece que estás en los palacios de la Alhambra. El bazar del hotel está abierto y entramos a curiosear. El dueño del bazar empieza a hablar con nosotros y en un perfecto español nos cuenta los famosos que han pasado por aquí y nos enseña las fotos que se ha hecho con ellos: Zapatero, Miguel Ríos… Es la mar de amable y simpático, nos tiramos hablando media hora.






A las nueve, Fabi sube a llamar a Celia y a Rubén para desayunar. El desayuno bastante aceptable: zumo de naranja, café, bollería , mantequilla , mermelada y un quesito. Después del desayuno, nos bajamos a la explanada y regateamos con un taxista el precio para la estación de autobuses, nos dice que está a cuatro kilómetros y que nos cobra tres euros ,al final aceptamos y efectivamente estaba bastante lejos. Una vez en la estación, no hay forma de saber qué autobús va a Asilah, cuando de pronto aparece un muchacho que nos pregunta a dónde vamos, se lo decimos y dice que le sigamos. Nos lleva al trote atravesando la calle y al momento aparece un autobús destartalado lleno de gente, una vez dentro pagamos el billete, seis euros los cuatro, y nos sentamos al final del autobús.


Detrás van sentadas tres chicas jóvenes ataviadas al estilo marroquí que nos amenizan el viaje sin parar de cantar y bailar, viendo que a nosotros nos gustaba, más empeño le ponían. El resto del pasaje, gente de mediana edad, las miraban con gestos reprobatorios. Después de una hora y cuarto, y cincuenta paradas, el autobús llega a Asilah. Les preguntamos a la chicas por la Medina en varios idiomas, pero sólo hablan árabe y por señas y señalando el mapa se enteran de lo que preguntamos. Entre risas nos dicen que las sigamos, ellas también van hacia allí. Dos muchachos que había por allí empiezan a insultarnos diciéndonos: “españoles iros a la mierda” y un par de lindezas más. Van detrás nuestra y Rubén y Celia empiezan a asustarse. Entramos en la medina y a cada paso nos los volvemos a encontrar. 




 Rubén está acojonado y quiere salir de la medina, yo intento tranquilizarlo pero no hay forma. A las chicas también las vemos muchas veces y siempre nos sonríen. Fabi quiere que nos hagamos una foto con ellas, pero le digo que con los otros por allí no es lo más conveniente. Llegamos al final de la medina y hay unas vistas magníficas, allí también están los notas, con dos más y también las chicas. Llega la policía y parece que se asustan ahora un poco ellos.





Se nos acerca un vendedor de dibujos y empieza a explicarnos las pinturas, la verdad es que son obras de arte hechas sobre papel de sacos de cemento. Me quiere comprar un cigarro y yo se lo doy, me da las gracias y me dice que los vicios hay que pagarlos y le digo que se lo doy de corazón. Compramos una lámina que en un principio me vendía por diez euros, pero que por el detalle del cigarro me la da por cinco. Aunque la medina es preciosa, una galería de arte exterior, Rubén no aguanta más y nos salimos sin verla entera.




Vamos a una cafetería cerca de la medina con bastante ambiente y nos sentamos a tomarnos un zumo de naranja (4,20euros), otra de las cosas que no hay que perderse en Marruecos, el camarero habla bastante bien español y nos da mucho palique. Sirve para que Rubén se tranquilice bastante, no todo iban a ser malajes.


 Aparece el de los dibujos y le preguntamos por los tatuajes de henna, él se encarga de buscar a una mujer que los hace y nos la trae. Después de un rato de regateo, Celia decide hacerse uno en la pierna. La mujer es una artista y le cobra cinco euros. Al ver el resultado, Rubén se tatúa su nombre en árabe en el brazo por dos euros. Una vez que se ha secado el tatuaje, nos despedimos del camarero y nos vamos a buscar la parada de taxis. Empieza el regateo y después de un rato nos montamos en uno por doce euros los cuatro. El taxista no habla ni papa de español y Rubén venga a darle casque. Ahora el que se acojona soy yo, ¡vaya manera de conducir! Se pegan a los coches , adelantan por donde quieren, un burro se cruza por la carretera, en mitad de la autovía un notas cruza por donde le sale de los cojones y para evitarlo da un volantazo, en las rotondas es maricón el último, no llevamos cinturones y la velocidad no la respetan ni de coña. Menos mal que durante todo el recorrido íbamos escuchando el Corán en prosa y en verso y Alá nos perdonaría todos nuestros pecados. De verdad, yo rezaba por llegar. Cerca de la estación nos dijo que por tres euros más nos llevaba al puerto, y por tal de no coger otro taxi aceptamos.






En el puerto nos fuimos a buscar un bar de pescado que había leído en un diario, y realmente fue fácil encontrarlo. Está detrás de las naves, cerca de los barcos de pesca y enfrente del puerto franco. Allí no van los turistas, pero la comida es simplemente espectacular. Tienen unas vitrinas donde se ve el pescado recién salido del mar y te ofrecen que comas bandejas de todo, a nosotros nos pareció bien y nos sentamos en unas mesas de plástico que tienen fuera. Te ponen un mantel de papel y empiezan a sacarte la comida y la bebida: una cocacola de dos litros, una panera con cuatro panes ,dos platos de salsa picante, una ensalada enorme, una fuente de gambas a la plancha, otra fuente de pescado frito y una última fuente de pescado a la plancha. Imposible comérselo todo y el precio más espectacular todavía, 18 euros los cuatro.
Del puerto franco salían cientos de mujeres y preguntamos de dónde venían, al final averiguamos que trabajan para una empresa holandesa pelando gambas.





Como estamos al lado del hotel, subimos por las escaleras, nos tomamos un té en la terraza y a echar una siesta.

A las seis y media nos vamos al zoco chico a tomarnos un té en el Café Central, para mí el más elegante de todo Tánger, nos ponen una tetera a cada uno acompañada de un botellín de agua y el camarero nos sirve el té echándolo desde muy alto, esto lo hace para oxigenarlo y que el aroma se esparza. Con toda esta parafernalia creíamos que el té nos iba a salir por un ojo de la cara, pero ni mucho menos; 1,20 euros por persona. Después de un rato de charla y ver pasar la vida, deporte nacional en los países árabes, atravesamos la medina y nos vamos directos a la perfumería Madini.








 Mientras ellas van escogiendo los perfumes, nosotros vamos a cambiar dinero al banco del día anterior, pero al ser viernes, está cerrado, así que cambiamos en una oficina de cambio, 100 euros por 1080 dirhams  Cuando llegamos a la perfumería, tienen ya hecha la compra y prácticamente se han fundido los cien euros, así que toca ir a cambiar otra vez. En la puerta de la perfumería se nos pega otro pesado, como siempre le digo: “No, gracias”, la frase más repetida en todo el viaje. Al echar a andar veo que nos sigue y Rubén me explica que nos va a decir dónde hay un mercado bereber, vuelvo a decirle que no gracias y tenemos que dar marcha atrás para despistarlo.




Nos vamos a la medina a comprar especias y compramos: té verde, harisa, aceite de argán y henna para el pelo. Nos adentramos en la medina más profunda y empiezan a salir ganchos por todas partes queriéndote llevar a restaurantes o a tiendas. Volvemos a la Plaza de 9 de Abril y nos damos un paseo por el parque de Mendoubia y la iglesia anglicana de St. Andrew. Rubén quiere ir al hotel a ponerse unos culotes porque dice que está escocido y nos vamos par allá.



 Mientras ellos suben a la habitación, yo me quedo fumándome un cigarro en la terraza y veo a un grupo comiendo tan a gusto allí, comida traída de fuera. Cuando bajan les propongo hacer lo mismo y manos a la obra. Salimos a comprarnos algo, y en el restaurante Cervantes nos pedimos cuatro bocadillos de esos que llevan de todo, agua y una cocacola. Mientras están los bocatas, me doy una vuelta y descubro el Gran Teatro Cervantes que tanto habíamos buscado. Nos vamos al hotel y con la comida nos preparamos un botellón de ron y, ¡ a cenar con cubalibre, con dos cojones! Se nos calienta el hocico y salimos a comprar otra cocacola y ya bajamos directamente el ron de la habitación y a beber como cosacos. Después de un rato de risas, a dormir, que ya estamos anestesiados. Esa noche no escuché la llamada a la oración.





Sábado 9-6-2012

Nos despertamos a la siete y media y una hora después estamos llamando a éstos. Viendo que a las nueve aún no habían bajado, subo a echarles la bronca y entonces descubro que el móvil había cambiado sólo la hora y era una hora menos, así que llevaba levantado desde las seis de la mañana, y además con resaca. Desayunamos y bajamos a la explanada a buscar un taxi para ir a la gruta de Hércules, lo de ir a Xauen lo habíamos descartado por ser más de dos horas, y como conducen, era para morirse, preguntamos el precio y nos dice que treinta euros, y por más que regateamos no se bajaba del burro, así que desistimos de ir, la gruta está a doce kilómetros y era un pastón. Ese dinero lo reservaríamos para ir a cenar a un buen restaurante.
Decidimos pasar la mañana medineando, perderse en la medina. Íbamos sin plano, a la aventura, y la experiencia es inquietante. Cada vez que dudas aparece alguien que quiere hacerte de guía, lo mejor es dar las gracias e ir siempre con paso firme y si siguen insistiendo, decir que es la cuarta vez que vas a Tánger. Nos pasamos dos horas perdidos en la medina.






Después bajamos a la playa a meter los pies en el agua y ver cómo disfrutan de ella allí. Los pocos que se meten en el agua son los niños y alguna madre vestida hasta arriba para controlarlos, el resto jugando al fútbol. Las playas son de arena fina y agua muy limpia totalmente aptas para el baño, pero ellos no tienen el mismo concepto de playa que nosotros. Vemos otra vez los camellos y Rubén decide montarse, otro rato de risas.





De la playa nos vamos a ver de día el Gran Teatro Cervantes, está bastante abandonado aunque España ha dado algunas subvenciones para su rehabilitación. Desde ahí subimos por unas cuestas de cuidado hasta la calle de la Libertad y vamos a la Plaza 9 de Abril. En la terraza del cine nos tomamos unas coca-colas acompañadas de aceitunas y Manises que hemos comprado en el mercado.




Almorzamos en el mismo chiringuito de los shawarmas, pero esta vez nos pedimos pizzas, cuatro diferentes, y fantas de naranja. Todas exquisitas y por 3,70 por cabeza. La comida ha estado amenizada por los rezos del Corán, ya que era la hora de la oración.





A las tres y media, siesta. Escucho a Rubén llamarme a las seis menos cuarto para decirme que ha arreglado la tele, siempre tan manitas él, y que están echando el partido Holanda-Dinamarca; vamos a su habitación a ver la primera parte.
En el descanso nos vestimos y nos vamos al Café Central a tomar el té, ya el camarero nos conoce y habla un poco con nosotros. Los marroquíes son muy hospitalarios. Como el dinero común lo lleva Celia, al camarero le extraña mucho que pague una mujer y nos dice que allí siempre pagan los hombres. Como están jugando Alemania –Portugal les cambiamos el sitio a las mujeres .Ahora ellas miran hacia la calle y nosotros hacia dentro, al camarero le vuelve a extrañar. ¡Con qué pasión se vive el fútbol en Marruecos! Me quedo solo en el café, ya que  los tres se van a comprar los regalillos que faltan. Te puedes pasar la tarde entera sentado con un té que nadie te va a decir nada.






Aparecen a las nueve y media y nos vamos a cenar al restaurante Hammadi, ya que aún nos quedan 400 dirhams. Es un restaurante muy recomendado por todos en internet, y la verdad es que es muy bonito, con música en directo y una comida muy rica. Tomamos harira, una para los cuatro; dos cuscús y dos pastelas. De beber pedimos una botella de agua, ya que la cerveza era cara, cinco euros el tercio. A la hora de pagar nos faltan 50 dirhams, pero no hay problema, damos cinco euros y ellos tan contentos.






Damos una última vuelta por la medina y compramos la cocacola de rigor, a las mujeres les apetece unas tortitas con nocilla  (0,40 céntimos) y nos vamos a la terraza del hotel a rematar la botella de ron que nos queda. A la doce y media nos vamos a la cama; mañana cogemos el ferry a las diez y después tenemos cuatro horas de coche hasta Granada.





Ha sido una visita corta, pero inolvidable. Yo se la recomendaría a todo el mundo.





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