jueves, 7 de noviembre de 2013

Bilbao, puente de los Santos, 2013

Jueves 1 de noviembre

Quien algo quiere, algo le cuesta. Empiezo así porque la verdad es que Bilbao está lejos y otra vez tocaba una noche en blanco viajando en el autobús de Granada a Madrid. A las ocho teníamos que estar en la estación de Chamartín tomando el Alvia destino Bilbao, y el viaje en tren duraba otras cinco horas, que entre pitos y flautas se convierten en doce horas totales para llegar al destino. Ya va teniendo uno una edad para estos trotes; todo sea por romper con la rutina , conocer sitios nuevos y sentirse vivo.


Como siempre, el trayecto en tren se hace mucho más llevadero, y a las doce después de un paisaje algo cansino y de haber parado en Segovia, Valladolid , Burgos y Miranda de Ebro, te adentras de golpe en el País Vasco. Se nota por el cambio repentino de vegetación y colores. Ahora todo son montañas, valles , aldeas, caseríos, ganado y mucho, mucho verde.


Con una puntualidad asombrosa, llegamos a la Estación de Indalecio Prieto de Bilbao, a la una de la tarde. Estaba lloviznando y el hotel se encontraba a unos veinte minutos andando, así que decidimos ir en metro. Antes de nada nos acercamos a la oficina de turismo que está al lado de la estación y pedimos unos planos.



 También preguntamos dónde conseguir la tarjeta Creditrans, (una tarjeta para utilizar todos los medios de transporte de Bilbao, que hace que los viajes te salgan por la mitad de precio) nos informaron que la podíamos conseguir en la misma estación. Compramos la de quince euros ( servía para los dos) y allí mismo tomamos el metro hacia Santutxu. Las bocas de metro son una pasada, así como el metro; son obra de Norman Foster, por eso a las bocas les llaman fosteritos.


 Desde aquí al hotel apenas había tres minutos. Nos alojamos en el Holiday Inn, un cuatro estrellas bastante aceptable, aunque con el inconveniente de que está en la parte alta de la ciudad, justo al lado de la Basílica de Begoña. Nunca imaginé que Bilbao fuese a estar en alto, pero así es. La margen derecha de la ría se asienta sobre la ladera de una montaña, es impresionante las cuestas que tiene la ciudad, ahora entiendo que hubiera en los planos ascensores, escaleras mecánicas, funiculares...


Nada más deshacer el equipaje nos dirigimos a almorzar y lo hicimos al estilo vasco, yéndonos de pintxos. Cerca del hotel había bastantes bares, así que fuimos entrando de uno en otro. Los precios eran parecidos, tres euros y medio la cerveza y el pincho , caro para nosotros que venimos de Granada, pero es que están muy elaborados. Después de saciar la sed con las cervezas, pedimos chacolí ( vino blanco de la zona que te sirven fresquito), la verdad es que es muy agradable al paladar. Te lo sirven en un vaso enorme, pero sólo te echan un culín; extraños estos vascos.


Como no habíamos pegado ojo en toda la noche, nos fuimos al hotel a echar una siestecilla. La cama era enorme, una talla XXXL lo menos, para encontrar a Fabi, casi tenía que hacer una excursión. Cabrían otras cuatro personas más en ella y aún sobraría sitio.


A las cinco ya estábamos bajando por la Kalea Zubalbide hacia la ría de Bilbao. Son unos quince minutos bajando, bueno frenando el cuerpo, hasta la Iglesia y Puente de San Antón y al mercado de la Ribera. Como de nuevo estaba empezando a llover, nos fuimos directos a la estación Atxuri, que es desde donde parte el tranvía que te lleva por la orilla de la ría.



 Frente a nosotros había una pareja joven y les pedimos que nos hicieran una foto, amablemente accedieron y además hicieron de guías improvisados duarante todo el recorrido. Nos contaron la historia de Bilbao y cómo había cambiado la fisonomía de la ciudad en los últimos años. Nos explicaron cada uno de lo edificios y puentes que veíamos y los arquitectos que los habían diseñado. Da gusto encontrar a personas tan amables y acogedoras. En San Mamés nos despedimos de ellos agradeciéndoles su amabilidad y el habernos servido de guías.


Visitamos el nuevo estadio de San Mamés por fuera, y aunque aún no está terminado del todo, va a ser una auténtica pasada. Desde aquí nos dirigimos a la ría para hacer todo el paseo , pero ahora andando, disfrutando de sus edificios , paseos y puentes. El primer edificio es el Palacio de Euskalduna. Decir que todos estos edificios y puentes han sido diseñados por los arquitectos más famosos a nivel mundial del momento: Rafael Moneo, Calatrava, Norman Foster, César Pelli, Frank o Gehry , Isozaki...


Siguiendo por la Avenida Abandoibarra nos encontramos con la Torre Iberdrola, el edificio más alto de todo Bilbao, es impresionante y se ve desde toda la ciudad. Cerca de ella se encuentra el Paraninfo, la Biblioteca y enfrente, cruzando la ría, la Universidad de Deusto.


Un poco más adelante se encuentra la joya de la corona: El Museo Guggenheim. Nadie queda indiferente ante su vista, puede gustarte más o menos, pero seguro que te impresiona. Todas las horas en punto sale una niebla que lo rodea, lo que le da un punto extra de emoción.


 Pasamos bajo el Puente de La Salve y  llegamos al Puente Zubizuri , lo cruzamos y seguimos caminando por el Paseo del Campo Volantín hasta el ayuntamiento.


Tomamos un café y un dulce para reponer fuerzas y como estaba anocheciendo nos fuimos a buscar el Casco Viejo y la Plaza Nueva. Ya empezaba el movimiento de gente por los bares. Entramos en uno de ellos, nos tomamos unas cervezas y unos pinchos y cogimos un ascensor que te acercaba a Begoña.


Camino del hotel vimos una panadería-charcutería, nos compramos unas chapatas, jamón ibérico y una cervezas y nos fuimos a la habitación. A las diez ya estábamos en la cama. Había sido una jornada maratoniana.

Sábado 2 de noviembre

Eran las seis y ya estábamos despiertos, así que a las seis y media nos estábamos duchando ( la ducha era de esas que salen chorros de todas partes, te diviertes mucho) y a la siete y media en el comedor, desayunando. Muy buen desayuno; no faltaba de nada: fruta, zumos, platos calientes, fríos, dulces, salados. Con las pilas cargadas salimos a la calle a las ocho; ¡no había un cristo! Algunas calles aún estaban cerradas, ¡qué cojones tenemos! Lo primero que hicimos fue visitar el Mercado de la Ribera, es muy moderno. En todas las ciudades nos gusta visitar los mercados, este es de los más bonitos que hemos visto.


Desde aquí fuimos al Teatro Arriaga y seguimos paseando por el margen derecho de la ría  hasta la Plaza del Funicular de Artxanda. Nos montamos en el funicular y subimos hasta Artxanda, la cima de una colina donde se tienen las vistas más espectaculares de Bilbao.



 En el funicular íbamos una señora mayor y nosotros. Nos dijo desde dónde se tomaban las mejores fotos, y hacia allí que nos dirigimos. Estuvimos disfrutando de las vistas una media hora, y hartándonos de hacer fotos. Tomamos café y para bajar cogimos un autobús que sale cada hora en punto.



Hacía un día espléndido, así que decidimos hacer hoy la visita a la desembocadura de la ría. A las diez tomamos el tren de cercanías en la estación de Abando, y en veinticinco minutos estábamos en Santurce.



Visitamos el puerto y paseando llegamos a Portugalete, al que hicimos una visita rápida. El siguiente objetivo era tomar el transbordador del Puente Colgante de Vizcaya ( declarado Patrimonio de la Humanidad) para visitar la otra orilla de la ría donde está la playa de las Arenas.


Hay un paseo precioso hasta Neguri, y lleno de gente practicando deporte, por no ser menos nosotros, anduvimos un rato por él. Se acercaba la hora del almuerzo, así que decidimos volver a Las  Arenas a una zona con muchos bares que habíamos visto a la ida.


Nos tomamos unas cervezas con sus pinchos y entramos en un restaurante a almorzar, que tenía buenos precios y buena pinta. Un plato a escoger de la carta y una botella de vino catorce euros. Fabi solo se bebió una copa, así que el resto fue para mí y contentos, nos fuimos a la parada del metro que estaba allí al lado.


En apenas treinta minutos estábamos en la parada de Santutxu, y de ahí, al hotel, a la siestecilla de rigor. Amenazaba lluvia, así que cogimos los paraguas y en metro nos fuimos hasta San Mamés. Nada más apearnos vimos que había partido de fútbol, jugaban el Atletic B contra la Real Sociedad B, y el Atletic acababa de marcar. Habría una media entrada y se escuchó rugir como si estuviera lleno. Al momento terminó el partido y nos mezclamos con los aficionados por La Gran Vía


 Lo que en un principio era llovizna se convirtió en un aguacero, pero la gente como si nada. Nosotros nos refugiamos en una cafetería para merendar. Cuando salimos, llovía un poco menos, así que hicimos como todo el mundo, pasear bajo la lluvia.


 Llegamos chorreando a la Alhóndiga ( un edificio enorme de tres plantas dedicado a exposiciones, biblioteca, salas de estudio, cines... Allí estaba medio Bilbao protegiéndose de la lluvia o pasando la tarde. Visitamos la exposición que había sobre el papel de la mujer en el trabajo, y como estaba escampando, seguimos nuestro paseo. Tanto La Gran Vía como la Alameda de Urquijo son avenidas llenas de edificios y palacios bellísimos que no pudimos disfrutar por causa de la lluvia.


Nos fuimos a cenar a la Plaza Nueva. Encontramos de casualidad sitio en el Bar Bilbao, que es uno de los más famosos, así que allí nos quedamos tomando cervezas, chacolís y pinchos, a cual más elaborado y rico.



Paró de llover y fuimos a dar una vuelta por el casco viejo, visitamos la catedral y paseamos por las siete calles; era un hervidero de gente. Tomamos el metro para subir al hotel y a descansar.




Domingo 3 de noviembre



Otra vez estábamos desayunando a las siete y media, y a las ocho recorriendo calles, aunque esta vez estaban llenas de jóvenes que aún no se habían acostado. Amanecía un magnífico día, así que aprovechamos para pasear por la Gran Vía y disfrutar de su edificios.


Llegamos hasta el final de La Avenida, donde se encuentra el Sagrado Corazón de Jesús, y desde aquí nos dirigimos al Parque de Doña Casilda, un parque pequeño pero bellísimo.




Hoy queríamos visitar  el Guggenheim de día. Nos hicimos la foto de rigor junto a Puppy, el perro de hierba y flores y nos deleitamos con cada detalle del museo.





Después del espectáculo de la niebla fuimos paseando por la ría hasta el Parque del Arenal donde había un mercado de flores y cerca muchos puestos de libros nuevos y de segunda mano. Extrañaba la cantidad de gente comprando libros.


Desde aquí nos fuimos a la Plaza Nueva donde había un mercadillo de sellos , monedas , objetos antiguos y algo curiosísimo: padres e hijos comprando, y cambiando cromos. Había una calle llena dedicada a esta actividad. En un principio creíamos que se trataba de una manifestación.



Como se acercaba la hora del almuerzo fuimos a recorrer las Siete Calles a buscar un sitio donde comer. Las recorrimos todas y al final decidimos quedarnos en la Calle Somera que era la que estaba más animada, por algo sería. Al final comimos de pinchos entrando de bar en bar.



Para bajar la comida decidimos subir andando al hotel ¡Íbamos a echar los quirios !Después de la merecida siesta fuimos a ver el fútbol, jugaba el Atlético de Madrid contra el Atlétic de Bilbao. La primera parte la vimos en el hotel, pero viendo que no había apenas ambiente, decidimos ver la segunda en el casco viejo, que estaba lleno de banderas y escudos. Bajamos por el Parque Etxebarría, pero como íbamos mal de tiempo decidimos bajar en el ascensor de Begoña. Había aficionados por todas partes y los bares estaban abarrotados, pero el partido había perdido emoción, ya iban dos a cero y no se veía que pudieran remontar.



Tras el partido fuimos a dar nuestra última vuelta por la ría y a ver el Guggenheim de noche. Cuando llegamos al museo nos llevamos un susto de muerte. De la piscina salieron cañones de fuego haciendo un ruido ensordecedor, parecía como si hubiera estallado algo.Es un espectáculo bonito, pero si no lo sabes te da un buen repullo.



Desde aquí nos fuimos a la Plaza Moyúa a coger el metro para irnos al hotel. Camino del hotel vimos un  restaurante chino y decidimos cenar allí. Al llegar vimos que estaban televisando al Granada, y que estaba a punto de terminar, así que vimos cómo el  Granada le ganó al Levante.


Ya sólo quedaba preparar las maletas que al día siguiente teníamos entre unas cosas y otras, doce horas de viaje



Alguien me había dicho que era una ciudad gris. Eso sería antes, ahora es una ciudad moderna, muy limpia, llena de colorido, acogedora, con unos medios de transporte y una gastronomía excepcionales. Bilbao y el País Vasco, bien se merecen una visita.

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