Camino de
Santiago con el hospital de Linares.
Aunque la partida era el día 17 a las ocho de la mañana,
nosotros nos fuimos la noche anterior para dejar el coche en casa de la Chari.
Pensábamos tomarnos esa noche unas cervezas por la calle, pero empezó a llover
torrencialmente y al final no salimos. Cenamos y nos fuimos a la cama pronto,
que había que madrugar bastante. A Las seis y media empezaron a sonar los
despertadores. Estábamos preparados antes de las siete, pero Mario estaba con
el equipaje sin hacer y no tenía calcetines limpios. Ya empecé a ponerme
nervioso. Su madre se lo tomaba con calma, igual que el hijo, y a mí me estaba
empezando a dar un ataque al corazón. Empecé a poner firme a todo el mundo y a
las siete y media ya íbamos camino del hospital (echando hostias, porque ahora
sí parecía que tenía Mario toda la prisa del mundo).
¡Qué montón de gente! Aquello parecía la feria. No solo
estaban allí los que iban a hacer el camino, sino muchos acompañantes que
habían ido a llevarlos o a despedirse. Por los maletones que llevaba la gente,
parecía que se mudaban. (Y nosotros, con una mochililla de nada. ) Era
imposible que eso cupiera en los autobuses.
Subimos a la capilla del hospital a bendecir los bastones,
(yo aproveché para echarme un cafelillo) y nos hicimos la foto de grupo, todos
de verde, en la puerta del hospital.
La distribución de las plazas en nuestro autobús tuvo un
momento caliente que yo no llegué a entender, puesto que en el otro, sobraban
seis plazas; serían los nervios del viaje.
Y ya sin más, las ciento trece personas, más los dos
conductores iniciamos el viaje. Hubo tres paradas, una para el desayuno, a las
dos horas; la del almuerzo, que duró una hora y otra, próximos al destino, más
que nada para ir al servicio. Fueron unas ocho horas que se hicieron un poco
pesadas, aunque, en nuestro bus, la gente joven las amenizó con canciones y
juegos.
Poco antes de las siete de la tarde entrábamos en Logroño
(¡Tócate el coño! Es que si no lo escribo, reviento) y llegamos al Hotel Gran
Vía, donde nos quedábamos uno de los autobuses durante los siguientes cinco
días. La distribución de habitaciones fue bastante rápida, aunque las colas en
los ascensores también. Nosotros subimos andando, ya que nuestra habitación
estaba en la segunda planta. Deshicimos el equipaje y yo bajé a fumar. Bueno,
ya no fumo, ya vapeo. Me di una vuelta y me encontré un DIA cerca. Entré a
comprar agua y vi un pacharán hecho en La Rioja con buena pinta y lo compré
para echar un chupito después de la cena.
Subí las compras a la habitación y metí el pacharán en la
nevera. Ya habíamos quedado abajo para dar una vuelta por el centro, del que
estábamos casi al lado. Les propuse bajar hasta el Puente de Piedra sobre el
Río Ebro y cruzarlo para hacer una de las mejores fotos de Logroño, con el río
y las torres de la catedral al fondo.
Desde aquí nos fuimos paseando hasta el Puente de Hierro, y nos entretuvimos bastante en un parque, que hay junto a la Casa de las Ciencias, lleno de juegos relacionados con la ciencia. Cruzamos el río por el Puente de Hierro, y siguiendo rectos, por la calle Sagasta, nos fuimos a la zona de la calle Laurel, zona por excelencia de tapas de Logroño. Era pronto y los bares aún estaban vacíos. Aún así, algunos del grupo decidieron entrar y tomarse unas cervezas con sus respectivos pinchos. Como Mariano había comprado unas tripas de chorizo y salchichón de la tierra, nosotros decidimos pillar unas cervezas fresquitas y pan para tomarnos el aperitivo en la habitación del hotel. Apenas nos dio tiempo porque a las nueve y media era la cena. Cuando llegamos al comedor casi todas las mesas estaban ocupadas y nos sentamos en una de seis: Chari, Fabi, Mariano, Paqui, y yo. José Manuel, Isa, Sebas, Inma y Paula llegaron bastante tarde y tuvieron que compartir mesa con otro grupo grande, cuando la idea era sentarnos todos juntos.
Desde aquí nos fuimos paseando hasta el Puente de Hierro, y nos entretuvimos bastante en un parque, que hay junto a la Casa de las Ciencias, lleno de juegos relacionados con la ciencia. Cruzamos el río por el Puente de Hierro, y siguiendo rectos, por la calle Sagasta, nos fuimos a la zona de la calle Laurel, zona por excelencia de tapas de Logroño. Era pronto y los bares aún estaban vacíos. Aún así, algunos del grupo decidieron entrar y tomarse unas cervezas con sus respectivos pinchos. Como Mariano había comprado unas tripas de chorizo y salchichón de la tierra, nosotros decidimos pillar unas cervezas fresquitas y pan para tomarnos el aperitivo en la habitación del hotel. Apenas nos dio tiempo porque a las nueve y media era la cena. Cuando llegamos al comedor casi todas las mesas estaban ocupadas y nos sentamos en una de seis: Chari, Fabi, Mariano, Paqui, y yo. José Manuel, Isa, Sebas, Inma y Paula llegaron bastante tarde y tuvieron que compartir mesa con otro grupo grande, cuando la idea era sentarnos todos juntos.
En otro momento hablaré de las comidas del hotel, pero
adelantaré que estaban riquísimas.
Salimos a estirar las piernas antes de acostarnos y tras dar
un paseo, le propuse al grupo (Chari, Isa, Inma, Paula, Paqui, Mariano, José
Manuel, Sebas y Mariano) ir a nuestra habitación, que a la postre era la más
grande, a tomarnos un pacharán. Cayó la botella entera entre risas y anécdotas.
Y ya, a dormir que el desayuno empezaba a las siete de la mañana. Caímos
muertos en la cama.
SÁBADO, 18
DE AGOSTO
Habíamos quedado a las ocho y media para que nos recogiera el
autobús, y para no llegar tarde, nos levantamos a las siete. Tras la ducha y un desayuno potente, bajamos
a la calle a darnos un paseo ya con la mochililla preparada.
Más o menos puntuales salimos en dirección a Puente de la
Reina, punto de partida de esta primera etapa que acababa en Lorca tras quince
kilómetros . Atravesamos el pueblo andando y cuando yo creía que ya estábamos
haciendo la etapa, paramos en la entrada del puente y la gente empezó a estirar
y calentar bajo la dirección de uno del grupo.
A mí me extrañó mucho aquello, y en vez de hacerlo estuve observando al grupo. La verdad es que me quedé impresionado de cómo iban de preparados todos. Estábamos tapando la salida del pueblo y los demás peregrinos que pasaban tenían que sortearnos.
Después de esto, hubo una foto del grupo ( más de cien personas, que hoy iban vestidas de rojo) y el grupo que encabezaba la marcha ( cada día era uno distinto, ya que el gran grupo estaba dividido en seis subgrupos) comenzó a caminar. Yo me asusté un poco, porque la marcha que pusieron era bastante exigente. Después de dos kilómetros, casi llanos, empezó una cuesta bastante empinada de tres kilómetros, y ahí la gente empezó a ceder. Fabi y yo mantuvimos el mismo ritmo y llegamos de los primeros , junto con Mariano. Desde aquí a Mañeru el camino era muy cómodo en bajada.
Bebimos agua en una de las fuentes y continuamos hasta Cirauqui, que también tenía una subida corta pero empinada, para llegar hasta la plaza del ayuntamiento. Este era el punto de descanso y para reagruparnos. Buscamos donde tomar café y no había nada, así que tuvimos que bajar a una tiendecilla que habíamos visto en la que había una máquina.
Ya sentados allí, llegó Alfredo y a continuación, un chorreo de gente que hasta pasada media hora no terminó. Mariano, Fabi y yo ya llevábamos media hora allí y nos estábamos enfriando, así que reanudamos la marcha. Aún quedaban unos seis kilómetros hasta la conclusión de la etapa en Lorca. Al final llegamos los tres junto a una pareja y nos fuimos al bar a tomarnos unas merecidas cervezas. La etapa se había hecho bastante dura, y los últimos llegaron una hora después, casi a las dos, por lo que hubo que llamar al hotel para comunicar que no llegaríamos hasta las tres, una hora más tarde de lo previsto.
A mí me extrañó mucho aquello, y en vez de hacerlo estuve observando al grupo. La verdad es que me quedé impresionado de cómo iban de preparados todos. Estábamos tapando la salida del pueblo y los demás peregrinos que pasaban tenían que sortearnos.
Después de esto, hubo una foto del grupo ( más de cien personas, que hoy iban vestidas de rojo) y el grupo que encabezaba la marcha ( cada día era uno distinto, ya que el gran grupo estaba dividido en seis subgrupos) comenzó a caminar. Yo me asusté un poco, porque la marcha que pusieron era bastante exigente. Después de dos kilómetros, casi llanos, empezó una cuesta bastante empinada de tres kilómetros, y ahí la gente empezó a ceder. Fabi y yo mantuvimos el mismo ritmo y llegamos de los primeros , junto con Mariano. Desde aquí a Mañeru el camino era muy cómodo en bajada.
Bebimos agua en una de las fuentes y continuamos hasta Cirauqui, que también tenía una subida corta pero empinada, para llegar hasta la plaza del ayuntamiento. Este era el punto de descanso y para reagruparnos. Buscamos donde tomar café y no había nada, así que tuvimos que bajar a una tiendecilla que habíamos visto en la que había una máquina.
Ya sentados allí, llegó Alfredo y a continuación, un chorreo de gente que hasta pasada media hora no terminó. Mariano, Fabi y yo ya llevábamos media hora allí y nos estábamos enfriando, así que reanudamos la marcha. Aún quedaban unos seis kilómetros hasta la conclusión de la etapa en Lorca. Al final llegamos los tres junto a una pareja y nos fuimos al bar a tomarnos unas merecidas cervezas. La etapa se había hecho bastante dura, y los últimos llegaron una hora después, casi a las dos, por lo que hubo que llamar al hotel para comunicar que no llegaríamos hasta las tres, una hora más tarde de lo previsto.
Tuvimos que almorzar sin cambiarnos ni lavarnos, pero los
camareros nos recibieron con una sonrisa. Para compensarlos se decidió que la
cena sería a las nueve en vez de a las nueve y media.
Apenas hubo tiempo para una ducha, vestirse y tomarnos un
café, porque esa tarde íbamos a visitar unas bodegas en Cenicero. Las Bodegas
Riojanas son unas de las más antiguas de la Rioja, y de las pocas a las que le
han permitido mantener el nombre de la Rioja. Nos dividieron en dos grupos y
nos enseñaron todo el proceso de la elaboración del vino. Hasta había un juego
interactivo para reconocer los olores de éste. Tras la visita, pasamos a la
degustación. Nos deleitaron con un vino blanco, un tinto crianza y un reserva,
con aperitivos de jamón y embutidos. Pudimos beber todo el vino que quisimos.
La gente se puso muy alegre y subió mucho el tono de la voz y de las risas.
Aún era pronto, así que se decidió ir a la Rioja Alavesa, que
estaba muy cerca, a visitar el pueblo de El Ciego, y más concretamente el Hotel
del Marqués de Riscal, obra del mismo arquitecto del Guggenheim de Bilbao.
Gracias a Mariano, que había estado haciendo las prácticas de cocina allí, nos
dejaron entrar hasta los jardines a hacer unas fotos y visitar la tienda.
Llegamos con tiempo para comprar unas cervecillas y
tomárnoslas antes de la cena. Las mujeres salieron a estirar las piernas antes
de irse a la cama y Mariano y yo nos tomamos un pacharán en la habitación.
DOMINGO, 19
DE AGOSTO
Habíamos quedado de nuevo a las ocho y media, aunque hoy la
etapa era más corta; Estella-Villamayor de Monjardín ( 10 kilómetros). A las nueve ya estábamos en Estella, en la
explanada de la estación de autobuses. Tras los estiramientos y el
calentamiento, atravesamos casi el pueblo entero para seguir el camino hacia
Ayegui.
Muy cerca se encuentra El Monasterio de Irache y su famosa fuente del vino. Le dimos un buen trago y esperamos a que llegara el resto de la gente. Como todo el mundo quería beber y echarse la foto, decidimos continuar el camino porque esto haría que perdiéramos las mejores horas para caminar.
Íbamos Mariano, Sebas, Inma, Fabi, Paula y yo. La parada para reagruparse era en Azqueta, que se encontraba a solo dos kilómetros del final de la etapa, pero para no enfriarnos continuamos .
Después de pasar por una explotación ganadera y atravesar unas viñas empieza una subida que te lleva hasta La Fuente de los Moros, una fuente medieval del siglo XIII con un doble arco de medio punto. Fabi se había quedado con Inma atrás, así que con el pretexto de esperarlas, le dijimos a Sebas que continuara con su hija Paula y que fuera hoy la primera en llegar al final de la etapa, como premio le prometió una hamburguesa. La verdad es que hizo la etapa de maravilla, y eso que solo tiene doce años.
Muy cerca se encuentra El Monasterio de Irache y su famosa fuente del vino. Le dimos un buen trago y esperamos a que llegara el resto de la gente. Como todo el mundo quería beber y echarse la foto, decidimos continuar el camino porque esto haría que perdiéramos las mejores horas para caminar.
Íbamos Mariano, Sebas, Inma, Fabi, Paula y yo. La parada para reagruparse era en Azqueta, que se encontraba a solo dos kilómetros del final de la etapa, pero para no enfriarnos continuamos .
Después de pasar por una explotación ganadera y atravesar unas viñas empieza una subida que te lleva hasta La Fuente de los Moros, una fuente medieval del siglo XIII con un doble arco de medio punto. Fabi se había quedado con Inma atrás, así que con el pretexto de esperarlas, le dijimos a Sebas que continuara con su hija Paula y que fuera hoy la primera en llegar al final de la etapa, como premio le prometió una hamburguesa. La verdad es que hizo la etapa de maravilla, y eso que solo tiene doce años.
Ya en Villamayor, nos sentamos en una terracilla y nos
pedimos unas cervezas. Mario no tardó en llegar y sumarse. Menos mal que
llegamos de los primeros, porque conforme iba llegando la gente, se agotaron todas las existencias del barecillo.
Vistamos la Iglesia, y en cuanto llegaron todos, nos
montamos en el bus para ir a visitar el pueblo de Arcos, que es el final de
esta etapa de verdad, aunque los trece kilómetros que separan Villamayor de
Arcos, se hacen especialmente pesados.
Arcos estaba en fiestas y había mucho ambiente en la plaza y por sus calles. Esa
tarde había encierro y los lugareños estaban vestidos para tal fin como buenos
navarros. Después de visitar el pueblo, nos sentamos en una terraza a tomarnos
unos vinos con una tapa de morro.
De Arcos a Logroño no hay mucha distancia, así que llegamos
a buena hora para el almuerzo. Otra vez nos esperaba una buena comida típica
riojana con su botella de vino.
Hoy dio tiempo a echarse una siestecilla y todo. Ya duchados
y vestidos de limpio realizamos la salida cultural del día. Hoy otra vez
hacíamos una incursión por tierras vascas (la Rioja Alavesa) para conocer el
pueblo de Laguardia ( uno de los pueblos más bonitos de España).
Se trata de un pueblo con mucha historia. Tiene un bonito casco medieval y unas murallas en muy buen estado. Otro de los encantos de Laguardia es que todo el subsuelo de la villa está horadado por las bodegas excavadas bajo las calles y viviendas a unos seis metros de profundidad.
Se trata de un pueblo con mucha historia. Tiene un bonito casco medieval y unas murallas en muy buen estado. Otro de los encantos de Laguardia es que todo el subsuelo de la villa está horadado por las bodegas excavadas bajo las calles y viviendas a unos seis metros de profundidad.
Para no ir en procesión, en vez de entrar en el pueblo por una de las puertas, nos fuimos a hacer el Paseo del Collado y abrazarse todos estos a un árbol . Un parque mirador en el que al final se encuentra el templete y el busto de uno de los hijos célebres de esta localidad; el fabulista Samaniego.
A continuación, sí que entramos en el pueblo y fuimos
recorriendo despacio cada una de las tres calles. Parece que te transportas a
otra época. A las ocho tenía lugar una de las atracciones de la villa; el reloj
de carillón con sus autómatas que danzan al ritmo del pasacalles típico de las
fiestas. Para hacer tiempo, nos montamos en el ascensor panorámico, y nos
tomamos unos vinos en la plaza. Una vez que terminó la danza del carillón, nos
montamos en el bus y llegamos para la hora de la cena.
Vueltecilla por Logroño, pacharán, y a la cama.
LUNES, 20 DE AGOSTO
Otra vez nos esperaba
el autobús a las ocho y media, aunque hoy no tenía ir que recogernos, ya que la
etapa empezaba en Viana y acababa en Logroño. Unos diez kilómetros
prácticamente llanos.
El bus nos dejó a la entrada del pueblo, y después del
calentamiento- estiramiento, casi hicimos una visita del mismo porque
recorrimos su calle principal, donde se
encuentran todos sus monumentos. Realmente es un pueblo muy bonito y con mucha
historia. Hoy dejábamos Navarra para entrar en la Rioja.
Nos colocamos detrás de Alfredo , ya que a él nadie le decía
si marchaba rápido, porque desde el primer día dejó claro que él tenía que ir a
su paso ( muy bueno por cierto) y no le gustaba parar porque se enfriaba y lo
pasaba peor.
Después de pasar por campos de cultivo y por un pinar, llegamos al límite de las dos comunidades. Ya solo faltaban poco más de cuatro kilómetros, por una pista de asfalto rojo, para llegar a Logroño. Muy cerca, en la bajada hacia el río recordaba que había una abuelilla ( la señora Felisa) que recibe al peregrino sellando las credenciales y vendiendo agua, cerveza, refrescos y recuerdos del camino. Me equivoqué y les dije a estos (otra vez íbamos Mariano, Sebas, Fabi, Inma, Paula y yo) que estaría muerta, porque hace cinco años paramos aquí. Me había equivocado de casa y un poco más adelante, allí estaba la buena señora. Esto dio lugar a muchas risas. Sellamos las credenciales, compramos recuerdos y al pedir cervezas y refrescos, me dijo que entrara yo a una nave y las cogiera del frigorífico. Me echó una bronca porque yo quería abrir con la llave, cuando la puerta estaba abierta y estuve a punto de doblarle la llave. Nos tomamos las bebidas y nos despedimos de ella.
En cinco minutos estábamos en el Puente de Piedra de Logroño esperando al resto del grupo. No tardaron mucho en llegar porque ese día no había habido parada de descanso. Nos hicimos muchas fotos y en gran grupo nos dirigimos a la catedral.
En la puerta principal de esta, cantamos la canción del peregrino y el himno de Andalucía. La gente nos echaba fotos, ya que 113 personas vestidas de verde y cantando llaman la atención. Nos tomamos una cervezas en una terraza de la plaza, y a almorzar. Esta tarde podíamos echar una siesta más larga, ya que la visita programada para hoy era conocer Logroño de la mano de una guía local.
Después de pasar por campos de cultivo y por un pinar, llegamos al límite de las dos comunidades. Ya solo faltaban poco más de cuatro kilómetros, por una pista de asfalto rojo, para llegar a Logroño. Muy cerca, en la bajada hacia el río recordaba que había una abuelilla ( la señora Felisa) que recibe al peregrino sellando las credenciales y vendiendo agua, cerveza, refrescos y recuerdos del camino. Me equivoqué y les dije a estos (otra vez íbamos Mariano, Sebas, Fabi, Inma, Paula y yo) que estaría muerta, porque hace cinco años paramos aquí. Me había equivocado de casa y un poco más adelante, allí estaba la buena señora. Esto dio lugar a muchas risas. Sellamos las credenciales, compramos recuerdos y al pedir cervezas y refrescos, me dijo que entrara yo a una nave y las cogiera del frigorífico. Me echó una bronca porque yo quería abrir con la llave, cuando la puerta estaba abierta y estuve a punto de doblarle la llave. Nos tomamos las bebidas y nos despedimos de ella.
En cinco minutos estábamos en el Puente de Piedra de Logroño esperando al resto del grupo. No tardaron mucho en llegar porque ese día no había habido parada de descanso. Nos hicimos muchas fotos y en gran grupo nos dirigimos a la catedral.
En la puerta principal de esta, cantamos la canción del peregrino y el himno de Andalucía. La gente nos echaba fotos, ya que 113 personas vestidas de verde y cantando llaman la atención. Nos tomamos una cervezas en una terraza de la plaza, y a almorzar. Esta tarde podíamos echar una siesta más larga, ya que la visita programada para hoy era conocer Logroño de la mano de una guía local.
Tras el café de turno, fuimos al encuentro de la guía, que
nos esperaba en las mismas puerta del hotel. Era una mujer de mediana edad,
pero con una fuerza y unos conocimientos fuera de lo normal. Nos contó la
historia de Logroño y de La Rioja de una manera muy amena, llevándonos por
todos los puntos de interés de su ciudad.
Terminamos la visita en la Concatedral y yo estuve pegado a ella en todo momento sin perderme ni un solo detalle de las explicaciones ni de las anécdotas. Era la tercera vez que Fabi y yo estábamos en Logroño, pero he de decir que hasta ahora no conocimos esta bonita ciudad. Todo un acierto lo de la guía local.
Terminamos la visita en la Concatedral y yo estuve pegado a ella en todo momento sin perderme ni un solo detalle de las explicaciones ni de las anécdotas. Era la tercera vez que Fabi y yo estábamos en Logroño, pero he de decir que hasta ahora no conocimos esta bonita ciudad. Todo un acierto lo de la guía local.
Como era pronto, nos tomamos unas cervezas, pero nosotros
cinco fuimos a cenar, ya que muchos hoy habían decidido cenar de tapas por la
Calle Laurel, aunque se avisó antes al servicio del hotel para decir que no iban.
Después de la cena dimos una vuelta por la Gran Vía y tras
el pacharancillo de turno, nos fuimos a la cama.
MARTES, 21 DE AGOSTO
Hoy no teníamos que coger el autobús porque la etapa partía
de Logroño. Además, el Camino de Santiago pasa por la misma puerta del hotel.
Respetamos el horario de encuentro; a las ocho y media, pero en cuanto
empezaron los calentamientos y estiramientos, Mariano y yo hicimos como que
íbamos a comprar tabaco y empezamos la etapa. Fabi, Seba, Inma y Paula,
prefirieron hacerlo con el resto. Así que pusimos ritmo de marcha y empezamos a
hacer kilómetros (hoy eran 13). La primera parte recorre un parque de Logroño
(parque de San Miguel) muy extenso y estaba ya a esas horas lleno de gente
haciendo deporte. Casi fuimos entre una multitud de ciclistas, corredores,
andarines o gente paseando perros durante cuatro kilómetros al menos. Llegamos al
embalse de la Grajera, que es un entorno recreativo donde se puede pescar,
pasear, almorzar o simplemente descansar.
Casi hay que rodearlo por completo.
Tras la presa llegamos a un aula didáctica medioambiental situada en un lugar privilegiado. No muy lejos, encontramos a uno de los peregrinos más famosos de España ( Marcelino Lobato) con un tenderete de recuerdos, bebidas . Sellamos las credenciales de nuestro grupo y mantuvimos con él un rato de charla. Nos dijo que nos quedaba una cuesta de unos dos kilómetros y que después todo era bajada hasta las inmediaciones de Navarrete donde tendríamos de nuevo una subida. En ese momento me llamó Fabi para decirme que se volvían a Logroño desde el embalse. Yo le dije que nosotros continuábamos hasta Navarrete y que allí nos buscaríamos la vida, y si no, que seguiríamos andando hasta Nájera, puesto que esa era la visita de ese día. Continuamos andando a buen ritmo, ya que al final tendríamos que hacer casi treinta kilómetros. Casi llegando a Navarrete, vi un wasap en el que Fabi me decía que al final habían seguido caminado hasta Navarrete.
Tras la presa llegamos a un aula didáctica medioambiental situada en un lugar privilegiado. No muy lejos, encontramos a uno de los peregrinos más famosos de España ( Marcelino Lobato) con un tenderete de recuerdos, bebidas . Sellamos las credenciales de nuestro grupo y mantuvimos con él un rato de charla. Nos dijo que nos quedaba una cuesta de unos dos kilómetros y que después todo era bajada hasta las inmediaciones de Navarrete donde tendríamos de nuevo una subida. En ese momento me llamó Fabi para decirme que se volvían a Logroño desde el embalse. Yo le dije que nosotros continuábamos hasta Navarrete y que allí nos buscaríamos la vida, y si no, que seguiríamos andando hasta Nájera, puesto que esa era la visita de ese día. Continuamos andando a buen ritmo, ya que al final tendríamos que hacer casi treinta kilómetros. Casi llegando a Navarrete, vi un wasap en el que Fabi me decía que al final habían seguido caminado hasta Navarrete.
En el primer bar del pueblo nos sentamos a tomar café, pero
viendo que ya eran las once y media, nos pedimos una jarra de cerveza, y
después otra. Ya empezaron a llegar los primeros integrantes del grupo y, al vernos allí todos se paraban con
nosotros . El grupo de Fabi fue de los primeros en llegar. En media hora estaba
allí todo el mundo y nos dijeron de montarnos
rápido en los autobuses porque había problemas con la entrada a los Monasterios
de Suso y Yuso, en San Millán de la Cogolla. Al final hubo una discusión y se cambió la
visita ( esta era la más esperada por mí. Tenía tantas ganas de conocer esto
dos monasterios...) por una visita por libre a Nájera. Fue una verdadera pena y
pienso que habiéndonos llevado unos bocadillos en vez de almorzar en el hotel,
se hubiera arreglado el problema. Otra vez será.
Llegamos muy pronto a Logroño, así que nos fuimos a
cervecear y tapear por la Calle Laurel. Íbamos: Mario, la Chari, Mariano, Fabi
y yo. La guía nos hizo algunas recomendaciones sobre sus bares preferidos el
día anterior, y siguiendo su consejo entramos en dos; un acierto. Probamos algunas de las tapas típicas de
Logroño y a buen precio.
Hoy pudimos echar la siesta porque habíamos quedado a las
cinco y media para ir a visitar el pueblo de Nájera. En poco menos de media hora ya estábamos
allí. El autobús nos dejó a la entrada del pueblo, así que para ir a la parte
monumental tuvimos que recorrerlo casi entero. Era todo bajada, por lo que
pensamos que después nos tocaría subir un montón.
Situada a 27 kilómetros de
Logroño, Nájera es una de las poblaciones por las que discurre el Camino de
Santiago, gracias al rey Sancho III que, en el siglo XI, modificó el recorrido
para que la villa fuera una de los lugares de paso para los peregrinos. La
villa está dividida por el río Najerilla y alberga en uno de sus márgenes un
monumento de excepcional importancia: el monasterio de Santa María La Real.
Erigido en el año 1032, sufrió numerosas reformas en el siglo XV. Su apariencia
exterior de fortaleza contrasta con la belleza ornamental del claustro de los
Caballeros, así denominado por el gran número de nobles que en él tienen
sepultura.
La iglesia alberga un magnífico trabajo de talla en el coro, un brillante retablo Mayor con la imagen románica de la titular del templo, el panteón Real, con sepulcros de una treintena de monarcas; el mausoleo de los duques de Nájera y, en la cripta, la cueva donde según se relata se le apareció la Virgen al rey don García, que ordenó la construcción del recinto.
Enfrente del cenobio se encuentra el Museo Histórico Arqueológico Najerillense, con secciones de Prehistoria, Romano, Medieval, Etnografía y Pintura, y materiales procedentes de la comarca de Nájera. También es de interés la parroquia de Santa Cruz y su linterna sobre pechinas, situada en la plaza de San Miguel.
La iglesia alberga un magnífico trabajo de talla en el coro, un brillante retablo Mayor con la imagen románica de la titular del templo, el panteón Real, con sepulcros de una treintena de monarcas; el mausoleo de los duques de Nájera y, en la cripta, la cueva donde según se relata se le apareció la Virgen al rey don García, que ordenó la construcción del recinto.
Enfrente del cenobio se encuentra el Museo Histórico Arqueológico Najerillense, con secciones de Prehistoria, Romano, Medieval, Etnografía y Pintura, y materiales procedentes de la comarca de Nájera. También es de interés la parroquia de Santa Cruz y su linterna sobre pechinas, situada en la plaza de San Miguel.
Fuimos a entrar en el museo arqueológico pensando que era gratuito, como
la mayoría de estos museos, pero querían cobrarnos la entrada ( ni siquiera me
permitieron la entrada a mí presentando el carné de profesor). Así que nos
fuimos directos al monasterio, previo paso por caja. La verdad es que merece, y
mucho, la pena. Lo malo fue que descubrimos que la Chari es alérgica a lugares
donde haya enterrados muertos y empezó a bostezar de una manera preocupante,
tanto, que tuvimos que salir rápido de allí.
Dimos una vuelta por el casco antiguo y nos sentamos en
una terraza cerca del río a tomarnos unos cafés y tés. Nos avisaron que el
autobús nos recogería en la estación, así que le pregunté al camarero, que
dónde se encontraba, y nos contestó que allí cerca cruzando el río. Entonces le
pregunté que si cruzando un puente que había al lado y me rectificó diciéndome
que aquello era una pasarela, , no un puente. ¡Coño, qué quisquilloso!
Llegamos a Logroño casi para la cena, así que nos
quedamos abajo dando una vuelta mientras eran las nueve. Era nuestra última
cena y como la noche anterior les dimos una buena propina a los camareros y
cocineros, Sandra, la camarera tan alta, eficiente y simpática que nos había
acompañado durante esos cinco días, se gastó la propina en regalarnos a cada
uno de nosotros un suvenir en forma de
bota como recuerdo de nuestro paso por La Rioja. Hubo muchas palabras de
agradecimiento para todos los trabajadores por su buen hacer y la buena comida
que nos habían servido.
Dimos un último paseo por Logroño, nos tomamos unos
pacharanes y a la cama, que mañana teníamos que estar levantados pronto para
cargar el equipaje en el bus.
MIÉRCOLES, 22 DE
AGOSTO
Hoy partíamos desde Azofra y nos esperaban unos dieciséis
kilómetros, que a la postre se le hicieron más duros de la cuenta a muchos del
grupo. Mariano y yo, mientras calentaban y estiraban nos fuimos otra vez a
comprar tabaco. Como el autobús nos dejó a la salida del pueblo, pronto estábamos
andando por esos campos de Dios. El cereal le iba ganando terreno a la vid,
como muestra de la cercanía ya de Castilla.
Después de pasar por una fuente al poco rato nos topamos
con una picota del siglo XVI, símbolo de la justicia. A partir de aquí el
camino picaba hacia arriba y se veía perfectamente todo lo que quedaba por
subir; unos seis kilómetros, hasta llegar a Cirueña. Aquí estaba la parada de
descanso, pero tampoco es que hubiera mucho que ver, porque era una
urbanización y un campo de golf.
Hoy el camino
estaba lleno de peregrinos, ya que el final de la etapa era la legendaria Santo
Domingo de la Calzada, donde se obró el milagro de la gallina que cantó después
de asada.
Tras la subida, llegó una bajada pronunciada,
vislumbrándose ya Santo Domingo al fondo, con una pista llena de piedras, que
hacía que tuvieras que andar sorteándolas. No es muy cómodo que digamos, como
no es muy bonita la entrada al mismo por las naves, en su mayoría dedicadas a
envasar patatas, que desprendían un olor
un tanto desagradable.
Llegados al pueblo, paramos a tomar café en la primera
cafetería que encontramos. Ya empezaron a pasar los primeros integrantes de
nuestro grupo. Proseguimos el camino para llegar a la plaza de la Catedral,
cuando no muy lejos venían ya Fabi, Seba, Inma y Paula, como siempre de los
primeros.
Esperamos al resto de nuestro grupo en la plaza, y no
tardaron mucho en aparecer Chari y Mario, así como José Manuel e Isa, aunque
estos con el conque del espolón de Jose, llevaban ya varios días sin caminar y
venían tan çomodicos en el autobús. Tocaba tomarse unas buenas cervezas y lo
hicimos en la terraza de una taberna muy cercana, que llenamos casi por
completo. Nos pedimos unas aceitunas de aperitivo, que ponían con un chorreón
de vermú; estaban muy ricas.
Como el grupo era tan numeroso, no se encontró ningún
restaurante para dar de comer a tantas personas juntas y hubo que hacer dos
grupos en dos restaurantes distintos. Isa se llegó a uno y no le gustó la
pinta, así que nos fuimos al otro. La comida estuvo muy bien, aunque los platos
típicos riojanos que nos pusieron, ya los habíamos probado en el hotel.
Para bajar la comida fuimos a hacer una visita por la
ciudad. En el siglo XI el eremita Domingo (1019 - 1109) se retiró al río Oja
para vivir apartado y ayudar a los peregrinos que iban a Compostela. Domingo
creó un pequeño pueblo alrededor de una ermita, un Puente y un albergue de
Peregrinos, hoy Parador Nacional de Turismo. A su muerte, alrededor de su
tumba, hacia 1120, se empezaron a asentar edificaciones en torno al sepulcro,
surgiendo un burgo, que resultaría ser la futura ciudad.
Durante los siglos XIV Y XV se construye la Muralla. En
el XVIII se produce una gran remodelación en la ciudad con el traslado del
"centro" de la plaza del Santo a la Plaza Mayor con el edificio del
Corregimiento y el Ayuntamiento. En 1973, su casco antiguo fue declarado
Conjunto de Interés Histórico Artístico.
Nos tomamos un café, (bueno, yo un gintónic), en una de
las terrazas, y como los autobuses nos esperaban cerca del Parador de Turismo
de Santo Domingo Bernardo de Fresneda, ubicado en el Convento de San Francisco,
pues allí que entramos a oler. Nadie nos dijo que no pudiéramos estar allí, así
que nos sentamos en los sillones del claustro.
Nos echamos muchas risas con la alergia de Chari, ya que otra vez empezó a
bostezar por la cercanía de la iglesia y descansamos hasta la hora de la
partida.
El camino hasta Vitoria se hizo bastante corto, y antes
de las siete ya estábamos en el hotel AC Marriot. Esta vez sí que estábamos
todo el grupo en el mismo hotel. Solo los jefes de grupo bajaron con todos los
DNI , y en apenas cinco minutos aparecieron con las llaves de las habitaciones.
A nosotros nos tocó en la sexta planta, así que tuvimos que hacer una buena
cola en el ascensor para subir el equipaje.
Nos duchamos, y como todavía faltaba un buen rato para la
cena, Fabi y yo, tras pedir un plano de la ciudad en recepción, nos fuimos a
hacer una primera excursión por la ciudad. Lo primero que llama la atención es
la limpieza de la misma y la cantidad de zonas verdes que tiene. El hotel
estaba situado en una amplia avenida con tres carriles por cada lado, otros dos
para el tranvía y dos carriles bici. Para cruzar casi te asustabas y no sabías
para dónde mirar. Nos llegamos hasta la Catedral Nueva, y de vuelta decidimos
tomarnos una cerveza. Como pedimos dos cañas, nos pusieron dos cervezas
enormes; había olvidado que en el país Vasco si quieres una cerveza normal,
tienes que pedir un zurito. Tampoco es que yo tuviera ningún problema, y me bebí
la mía y la mitad de la de Fabi.
Llamé a todos esto por el móvil para decirles que
estuvieran pronto en el comedor, ya que hoy sí que podría haber problema con la
distribución de las mesas. Al final nos metimos en un comedor con una mesa para
veinte, y fue todo un acierto, porque en el otro comedor estaban los demás, y
el follón que se escuchaba era ensordecedor. Tanto la comida como el servicio,
eran bastante peores que el del hotel de Logroño. Aún así, no estaba mal.
Tras la cena, dimos un paseo por esa avenida tan larga y
nos fuimos a la cama.
JUEVES, 23 DE
AGOSTO
De las comidas del hotel, creo que lo mejor eran los
desayunos; había de todo y de mucha calidad. A nosotros nos tocó en el primer
turno (de 7 a 8), ya que la sala de desayunos no tenía capacidad para tantas
personas. Así que nos dio tiempo hasta de pasear por la ciudad un rato antes de
irnos a caminar.
Hoy cambiábamos el Camino de Santiago por el Camino
Ignaciano, para ello teníamos que ir hasta Loyola, en Guipúzcoa, punto de
partida del camino que realizó San Ignacio de Loyola hasta Manresa, en el año 1522, siendo caballero. Su idea era llegar hasta Barcelona
y coger allí un barco que le llevara hasta Jerusalén. Los jesuitas, de cuya
orden fue fundador, han sido los precursores de este Camino.
La etapa que nosotros íbamos a hacer, de unos once
kilómetros, era siguiendo el sentido inverso; partíamos de Aizpurutxo para
llegar hasta el Santuario de Loyola. Después de un recorrido precioso por una
carretera de montaña y con un paisaje encantador, nos dejó el autobús en esta
pequeña aldea. Subimos hasta encontrar la pista asfaltada, y ya todo fue una suave bajada de cuento de hadas.
Vas atravesando túneles
y puentes, que junto a la
exuberante vegetación hacían que te transportaras a un paisaje de ensueño .
Jamás seis kilómetros andando me habían resultado tan maravillosos.
Llegamos a Azpeitia e hicimos una parada para tomar algo
y de paso visitar el pueblo. Hubo un problema con los autobuses y perdimos más
tiempo de la cuenta. Ya a las afueras del pueblo y paralela al río Urola partía
otra pista preciosa que en dos kilómetros nos llevó hasta el Santuario de
Loyola.
El
Santuario de Loyola, ubicado en el término municipal de de Azpeitia (País
Vasco), y
cuna de San Ignacio de Loyola, santo de la iglesia católica y fundador de
la Compañía de Jesús conocida como los jesuitas, es un complejo monumental y religioso espectacular.
¡Una auténtica preciosidad arquitectónica!
La
visita a la Basílica de Loyola es gratuita. Destaca sobremanera la
enorme cúpula que la cubre (de 65m con dos grandes alas laterales),
rodeado de jardines y una extensa plaza. El estilo barroco lo inunda todo.
En
medio de estas edificaciones se halla la casa natal del santo que es
una casa torre construida a finales del siglo XIV.
La
mañana había merecido mucho la pena tanto en el aspecto paisajístico como en el
monumental.
Llegamos
a Vitoria a la hora del almuerzo, así que no hubo ni tiempo de ducharse ni de
tomarse una cervecilla. Tuvimos poco tiempo de descanso, porque a las cinco
salíamos camino de Bilbao para hacer una visita guiada de la capital de Vizcaya.
El
autobús nos dejó en Guecho, donde nos esperaban los guías. Desde allí nos
subieron a un mirador desde el que había
unas vistas preciosas de la ría y del
Puente De Vizcaya, al que bajamos para montarnos en el transbordador y cruzar a Portugalete. Dimos una vuelta por
el pueblo entre la entretenida información del guía, y otra vez de nuevo al
autobús para acercarnos a Bilbao.
Era
la Semana Grande de Bilbao, es decir; las fiestas de la ciudad, y costó trabajo
llegar hasta el centro. Una vez allí, nos dividimos en dos grupos y empezó la
visita. Había que estar muy pendientes del guía, ya que aquello era una locura
por la cantidad de gente que había. Atravesamos la multitud para llegar hasta
el casco viejo con sus siete calles, donde se encuentran los mejores bares de
pinchos de la ciudad.
Nos
estuvo explicando el centro histórico de Bilbao, y ahora tocaba el moderno, que
ha hecho que sea una ciudad muy limpia y turística. Nos fuimos hasta la Gran
Vía y allí nos habló de todos los arquitectos famosos que han dado este nuevo
semblante a la ciudad.
La
visita terminó en el Guggenheim, donde nos hicimos multitud de fotos, así como
junto a Puppy, el perro más fotografiado
de Bilbao.
Nos
despedimos del guía y ya retornamos a Vitoria para cenar y descansar.
VIERNES, 24 DE AGOSTO
La
noche anterior hubo cambio de planes y se suspendió la etapa del día; la gente
estaba demasiado cansada y creo que asustada porque la etapa de diez kilómetros
tenía un ascenso duro de cinco kilómetros, aunque los otros cinco eran de
bajada. Se preguntó en los autobuses y solo unas veinte personas queríamos
hacerla; entre otros: Fabi, Seba, Mario, Mariano, Chari y yo. Se decidió que
iríamos todos en autobús a lo que era el
final de la etapa: el Santuario de Arantzazu. La verdad es que nos quedamos un
poco decepcionados, ya que uno de los objetivos del viaje era la caminata de la
mañana, y esta presentaba muy buena pinta. Pero la democracia es así y hubo
mayoría que no querían caminar.
Salimos
a las nueve y tomamos la misma dirección del día anterior. No paraba de llover,
lo que hizo que no pudiéramos disfrutar del paisaje en todo su esplendor. La
carretera se empinaba cada vez más y se llenaba de curvas.
Al
llegar al Santuario arreció la lluvia y tuvimos que darnos prisa en entrar
porque nos estábamos poniendo chorreando.
El Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu es
un santuario católico mariano situado en el municipio
de Oñate,
en Guipúzcoa, País Vasco,
donde se venera a la Virgen de
Aránzazu, patrona de esta provincia y que se habría aparecido
en 1469.
Se encuentra a 750 msnm, rodeado de montañas
y vegetación. Desde 1514 está servido por la Orden de los
Franciscanos. Su basílica, construida en la década de 1950, es una
obra arquitectónica, escultórica y artística de gran relevancia, en la que han
trabajado eminentes artistas de renombre internacional.
El
nombre del santuario, del lugar y de la Virgen está relacionado con la leyenda
de su aparición. En sí, la palabra arantzazu se compone de "arantza"
que se traduce como "espino" y el sufijo "zu" que indica
"abundancia" por lo que viene a significar "abundancia de
espinos" y hace referencia a la existencia de abundantes arbustos
espinosos en el lugar.
La larga historia del
santuario de Aránzazu no ha dejado muchas reliquias ni documentos. Ello se debe
a varios hechos que produjeron la pérdida de buena parte del patrimonio,
obligándolo a comenzar prácticamente desde cero, en el siglo XIX. Entre estos hechos destacan tres incendios.
Comenzada a construir en 1950, abierta a la
liturgia en 1955 y
consagrada en 1969,
la basílica de Aránzazu destaca por la conjunción del arte del siglo XX y la
religiosidad. Se levantó sobre la antigua iglesia, que había sido edificada en
el siglo XIX después de ser destruida por el incendio de 1834. Conserva la
planta de la misma que sirvió de cripta. Durante las obras no se interrumpieron
los servicios religiosos.
El atrevimiento del diseño de los artistas que
intervinieron en su construcción llevó a la paralización de la misma durante
casi 15 años. La apertura que el Concilio Vaticano II supuso permitió
que pudiera culminar el proyecto.
El proyecto es de los arquitectos Sáenz de Oiza y Luís Laorga del
colegio de arquitectos de Madrid. Junto a ellos intervienen el escultor Jorge Oteiza para
la fachada principal, el pintor Lucio Muñoz para
la decoración del ábside, el escultor Eduardo
Chillida para las puertas principales de acceso, fray Javier
María Álvarez de Eulate encargado de las vidrieras y el pintor Néstor Basterretxea para la decoración de
las paredes de la cripta.
Un
cura jubilado amigo de Paco, el conductor, nos estuvo contando todo esto
sentados en la nave central. Después subimos ábside a contemplar la imagen de la Virgen, donde se rezaron
algunas oraciones.
La
imagen de la Virgen de Aránzazu es una talla en piedra de perfil gótico de
diseño simple. En la mano derecha tiene una bola simbolizando el globo del
mundo y con la izquierda sostiene al niño que se sienta en la pierna del mismo
lado algo sentado. Mide 36 cm y pesa 9 kg. Describen el rostro de la
imagen como el de una «aldeana sana de ancho cuello y generoso pecho». El niño
no está tan bien trabajado como la figura principal; tiene un aire bizantino y lleva un fruto en su
mano izquierda. Suele presentarse sobre un tronco de espino blanco y con un cencerro al
lado.
Tras
la visita, bajamos a la antigua basílica, que se encuentra debajo de la
moderna, y que actualmente está convertida en cripta, y recoge una obra
pictórica vanguardista en sus paredes.
Tomamos
café y estuvimos en la tienda de suvenirs comprando algunos recuerdos del lugar. En el camino
de vuelta no llovió, así que pudimos deleitarnos con el paisaje.
Tras
el almuerzo, nos pegamos una buena siesta, y aunque no es que hubiéramos madrugado mucho,
el cansancio de la semana se iba
notando.
Quedamos
con Mariano y Chari para la visita por libre a Vitoria después de la siesta.
Vitoria es una ciudad que mantiene una parte medieval y una
moderna, decorada con coloridos murales. Es menos turística que Bilbao o San Sebastián, lo que le da un encanto especial a la
visita. A pesar de ser menos turística, Vitoria tiene muchas cosas que ofrecer
al visitante.
La parte del centro histórico de Vitoria lo llaman la “almendra”, porque tiene una forma de almendra vista desde arriba. Esta zona medieval está rodeada en parte por muros del siglo XI y dentro de la almendra se encuentran edificios del siglo XV y torres de vigilancia muy bien conservados.
Después de pasar
por la Catedral de María Inmaculada, de
estilo neogótico, llegamos a la Plaza de la Virgen Blanca, donde comienza el
casco histórico. La plaza de la Virgen Blanca se comunica con la Plaza
de España, aquí es donde se encuentra el cartel de Vitoria-Gasteiz hecho como
una escultura vegetal, sobre la calle Postas, y al fondo se ve la Iglesia de San Miguel
Arcángel. En el centro de la plaza podemos ver un monumento conmemorativo de la
Batalla de Vitoria.
Tomamos café en una de las terrazas y empezamos a subir,
parando en la iglesia de San Miguel, donde está la escultura de Celedón. Celedón
es un símbolo del aldeano alavés. Calado con boina y vestido con una blusa
típica, acompañado siempre por el paraguas, el personaje ha sido ubicado por
los historiadores en diversos ambientes.
La bajada de Celedón fue inventada en el año 1957 por un
grupo de vitorianos deseosos de ofrecer a las fiestas de su ciudad un sello
particular. Crearon el descenso del personaje estableciendo una analogía entre
el muñeco y los campesinos de la provincia que se acercaban a la ciudad para
celebrar las fiestas.
Después de algunas fotos, seguimos subiendo hasta llegar
a la Catedral de Santa María, en la que hay un programa de visitas guiadas que se
llama “Abierto por obras”. Con esta visita te das un paseo por la historia de la
catedral, donde se pueden descubrir los secretos de este edificio y de la
ciudad. Nosotros no hicimos esta visita por la alergia de Chari, pero sí la
hicieron la familia de Isa y quedaron encantados. Está declarada Patrimonio de
la Humanidad desde el 2015.
Junto a la catedral se ver la estatua de Ken Follett, el escritor de la saga de los Pilares de la Tierra, que basó su novela: Un mundo sin fin, en esta catedral.
Junto a la catedral se ver la estatua de Ken Follett, el escritor de la saga de los Pilares de la Tierra, que basó su novela: Un mundo sin fin, en esta catedral.
Bajamos hasta la Plaza de España, y como hacía calor y el
tren turístico de la Plaza de la Virgen Blanca
estaba a punto de salir, nos montamos en él. También lo hicieron Alfredo
y su mujer. Hace un recorrido de cuarenta y cinco minutos bastante completo por
el casco antiguo y sirve para llevarte una imagen amplia de la ciudad.
Ya las terrazas de la Plaza estaban bastante llenas, así
que, imitando al personal, nos sentamos en una de ellas. Aunque al principio la
idea era tomar un chocolate con churros, nos pedimos infusiones y yo un
cubatica. Como siempre estoy hablando de que Chari es una bruja, y esa última
noche hacía un ritual y una queimada, Fabi y ella se fueron a buscar un disfraz
de bruja y sorprender a todos. Mariano y yo, mientras, estuvimos comprando
algún recuerdo de la ciudad, y qué mejor que una baraja de naipes de Heraclio
Fournier. Ya nos encontramos con ellas y quedamos con Mario en un bar. Nos
tomamos unas pintas a muy buen precio y por un camino mucho más corto que el de
ida, llegamos al hotel poco antes de la cena.
Era la última noche y muchos se vistieron de blanco, siguiendo
las recomendaciones de Chari. Tras la cena empezó el ritual de brujería. Yo me
metí en el círculo, pero estuvieron a punto de echarme porque no hacía más que
reír, cuando la gente se lo tomaba muy en serio , a pesar del disfraz. Después
se hizo la queimada mientras se leía el conjuro. Hubo para todos y para
repetir.
Nos salimos a la puerta del hotel y estuvimos un buen
rato comentando la velada y el viaje. Y ya, a la cama , que había que preparar
el equipaje para la mañana siguiente.
SÁBADO, 25 DE
AGOSTO
Dejamos prácticamente preparado el equipaje la noche
anterior, así que bajamos pronto a desayunar, y aunque fuimos de los primeros
en tenerlo todo preparado, no había manera de pillar el ascensor libre, por lo
que tuvimos que bajar las seis plantas con el equipaje andando.
Tras dos horas de viaje, paramos en Soria, donde teníamos
tiempo para visitar la ciudad y almorzar por libre en ella.
Como disponíamos de muy poco tiempo, pensamos que una
forma práctica de conocer lo imprescindible sería tomar el tren turístico, así
que llamamos y tras reservar nos fuimos directos al punto de partida, aunque como
faltaba aún una hora para la próxima salida, dimos una vuelta por todo el casco
antiguo.
Me hubiera encantado recorrer todos los lugares en los
que Antonio Machado se inspiró para escribir una de sus obras más importantes:
"Campos de Castilla", pero tuve que conformarme con ver la iglesia
donde se casó con Leonor; la Iglesia de Santa María la Mayor, y tomar café en
el casino, el Círculo de la Amistad Numancia. Pero como no pude empaparme de
los lugares de Machado por Soria, me gustaría dejar en este diario un resumen
de la historia de su paso por esta ciudad, a la que tanto amó.
Fue a finales de abril de 1907 cuando llegó a la ciudad de Soria –procedente de Madrid– para tomar posesión de su puesto de catedrático de Lengua Francesa en el Instituto General y Técnico de Soria. Aquí comenzaría una etapa fundamental para su vida. Aquí compondría los versos de una de las obras que le convertirían en uno de nuestros poetas más reconocidos.
En Soria conoció Antonio Machado a la que fue su gran amor, Leonor. Con ella vivió sus días más felices y también los más tristes.
Cuando Machado bajó del tren por primera vez fue a instalarse en una modesta casa de huéspedes, en la calle del Collado 54, que regentaban Isidoro Martínez y Regina Cuevas, hermana de Isabel Cuevas, la madre de Leonor. A los pocos meses, después de pasar una temporada en Madrid de vacaciones, se instaló en la misma pensión trasladada a la calle Estudios y que ahora era de los padres de Leonor. El carácter alegre y solícito de la muchacha atrajeron al maduro escritor muy pronto y, poco a poco, la relación entre ellos se fue haciendo más íntima. Superadas las primeras reticencias de la familia, no sólo por la diferencia de edad –pues él tenía ya 34 años y ella sólo 15– sino también porque Machado era un hombre huraño y de trato difícil, se casaron en julio de 1909, en la iglesia de Santa María La Mayor.
Fueron entonces días felices para la joven pareja hasta que, en julio de 1911, estando en París acompañando a su esposo que realizaba una beca de ampliación de estudios, la tuberculosis comenzó a mostrar los primeros síntomas en el cuerpo de Leonor que, enseguida, cayó gravemente enferma. Regresaron a Soria en busca del aire puro que le recomendaron los médicos y alquilaron una casa junto a la ermita de Nuestra Señora del Mirón. Once meses después Leonor falleció. El inmenso dolor que le produjo la muerte de su esposa llevó a Machado a abandonar las tierras castellanas. El 9 de agosto, sólo ocho días después, puso rumbo a Baeza.
Durante su estancia en Soria, los días de Antonio Machado discurrieron entre sus clases en el instituto y los paseos, primero solo y después con su mujer. Y aunque, en principio, estas tierras y sus gentes no terminaban de ser del agrado del poeta, pronto comenzó a abandonarse a la contemplación de la naturaleza, esa que después le inspiró y que convirtió en una de las grandes obras de la poesía universal, Campos de Castilla.
Fue el Duero una inagotable fuente de inspiración para Machado. De sus paseos entre San Polo y San Saturio, por la ribera del río, manarían preciosas poesías que han llevado a la ciudad de Soria por todo el mundo.
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria –barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra–.
Uno de los parajes naturales más emblemáticos de la provincia de Soria, la Laguna Negra, le inspiró la composición insigne de Campos de Castilla, el romance de La tierra de Alvargonzález. Quizá fue el amor, el deseo de conocer todo lo que era cercano a su amada, lo que le llevó, en el mes de septiembre de 1910, a querer visitar el nacimiento del Duero. El recorrido que hizo fue el siguiente: de Soria a Cidones en coche correo; después hasta Vinuesa andando; y a caballo hasta Covaleda. Desde allí les sorprendió una tormenta y decidieron bajar hasta La Laguna Negra. El misterioso e inaccesible paisaje y las tremendas historias de asesinatos que le contaron, encontraron el perfecto final en el famoso romance.
Machado fotografió con sus versos el paisaje castellano como nadie; sus colores, su detalles, el movimiento…Sólo fueron cinco años los que el poeta andaluz estuvo en Soria, pero intensos, muy intensos. Versos inigualables surgieron del encuentro entre la pluma y la ciudad, estrofas clave de la literatura española que unieron para siempre a Machado y a Soria.
Ya estábamos en la cola del tren cuando el conductor nos
dijo que se tenía que suspender el viaje a esa hora, porque ese día grupos de Bolivianos llegados desde todos los
puntos de España tenían una reunión en la ciudad . No lo entendimos hasta que
escuchamos la música y vimos un pasacalles formado por un montón de grupos con
bailes y trajes tradicionales que estaban recorriendo toda la ciudad. El espectáculo
era digno de admirar, pero nos privó de conocer lo básico de esta ciudad.
Ya era hora del aperitivo y descubrimos una plaza llena
de terrazas, así que antes de que se nos adelantara nadie, nos sentamos en una
con cerveza Alhambra y que decía que había ganado el premio de ese año de la
tapa de croquetas. Fue todo un acierto sentarnos allí, porque al momento se
llenó toda la terraza y todas las mesas de la plaza. Probamos todos los tipos
de croquetas que tenían y nos hartamos de cerveza, tanto, que al final tuvimos
que pedir reserva de 1925 porque se
quedó sin tercios de la especial.
Contentos, nos fuimos hasta las inmediaciones del Parque
de la Alameda de Cervantes a tomar café
y ya a hacer tiempo en el parque, donde las ardillas se acercaban a pedir
comida.
Al final del parque nos esperaban los autobuses. Nos
montamos y reiniciamos el viaje de vuelta, que tras una parada en La Mancha,
legamos a Linares a las diez y media de la noche, con un calor asfixiante. Por
lo que decidimos irnos a Gójar esa misma noche en vez de dormir allí.
Ha sido un viaje
diferente, en el que formábamos parte de un grupo muy numeroso, por lo que
estabas un poco atado a la planificación global del mismo. En honor a la verdad,
tengo que decir que los responsables del montaje del viaje , Andrés, en la
parte del camino; Alfredo en el aspecto cultural y cada uno de los responsables
de los grupos, han hecho una tarea
encomiable y a veces poco reconocida. Desde aquí me gustaría dar las gracias a
dichas personas. Tanto la planificación de las etapas, la elección de los
hoteles, como las visitas culturales merecen un diez. Sé que ellos no tienen la
culpa de no haber podido realizar tanto la visita a los Monasterios de Suso y
Yuso, como la última etapa en el País Vasco, y ha sido lo único que no me ha
parecido bien, cuando estaba programado. Este viaje ha servido para conocer a
algunas personas, ya que era imposible conocerlas a todas, que merecen mucho la
pena, como es el caso de Seba y su familia, y sobre todo volver a estar con
Chari, Mario y Mariano, con los que ya hemos compartido algunos viajes y
siempre nos lo hemos pasado tan bien.
Por último dar las gracias por habernos permitido compartir esta bella
experiencia con todos vosotros.
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