jueves, 9 de mayo de 2019

Barcelona en Semana Santa 2019


Lunes 15 de abril


El miércoles era el cumpleaños de Víctor y este año lo tenía que celebrar en Barcelona por motivos de trabajo. Por eso, previa consulta con ellos, por si venían a Granada  en coche o en avión, les pedimos poder ir a verlos y volver con ellos.
Compramos el vuelo de ida y, a primera hora del lunes, nos llevaron Helena y David al aeropuerto. Esta vez había decidido llevar el billete en el móvil, como hace toda la gente joven, y casi me arrepiento. Pasamos por el control de seguridad enseñando el pantallazo que había hecho de mi billete (que había mandado a Víctor, para preguntarle si con eso valía), porque donde tenía guardadas las tarjetas de embarque me daba error y no se abría. Nada más pasar por el arco de seguridad, la chica que lo controlaba me preguntó  que si no la conocía. ¡Cóño era una alumna mía del instituto! Nos fuimos para la puerta de embarque y me seguía dando fallo, así que volví a preguntarle a mi alumna que qué hacía. Me respondió que sin la tarjeta no me dejarían entrar al avión. Me dijo que fuera a los mostradores de la compañía corriendo y me la dieran en mano. Les pidió a sus compañeros que me dejaran entrar y salir sin registrarme. Casi habían cerrado el mostrador. Me lo hicieron de urgencia y me fui al embarque cuando ya había entrado un montón de gente. ¡Por fin respiré aliviado!

El viaje fue muy placentero y en menos de una hora ya se veía el delta del Ebro, por lo que en nada estaríamos aterrizando. Como pudimos viajar con la maleta de mano en cabina no tuvimos que hacer ninguna cola y, aunque la salida estaba a tomar por culo, salimos relativamente  rápido.  Llamamos a Víctor y en nada pasó a recogernos.



Como no habíamos podido tomar café le pedí a mi hijo que paráramos en algún sitio a hacerlo. Nos detuvimos un cuarto de hora en una cafetería del Prat y me metí mi dosis de cafeína. Ya continuamos hacia Barcelona y aunque había un poco de caravana, no tardamos mucho. Víctor mientras nos contaba cosas de Barcelona. Nos enseñó el cementerio de Montjuic y nos dejó cerca de Colón, en el edificio de Correos, llevándose nuestro equipaje y los dulces que habíamos traído para ellos a su trabajo.



 Antes de comenzar el relato  me gustaría contar un poco de la historia de esta ciudad. A finales del siglo I a C se fundó Barcelona como colonia romana con el nombre de Barcino. Contaba con unos mil habitantes y estaba rodeada por una muralla de defensa de la que aún se conservan restos en el casco antiguo.



Durante más de 200 años, Barcelona estuvo bajo dominio musulmán, y con la reconquista cristiana se convirtió en condado del Imperio Carolingio y en residencia habitual de la Corona de Aragón. La fructífera época medieval convirtió a Barcelona en un centro económico y político del mediterráneo occidental. El Barrio Gótico de la ciudad supone el precioso testigo del esplendor que vivió Barcelona desde el siglo XIII hasta el XV.
A partir de entonces y hasta el XVIII, Barcelona vivió una cierta decadencia mientras luchaba por mantener su independencia económica y política. En 1714, esta lucha culminaba con la caída de la ciudad en manos de las tropas borbónicas y pérdida de muchos derechos.



A mediados del siglo XIX, con la llegada de la Revolución Industrial y el desarrollo sobre todo del sector textil, se inicia una etapa de recuperación económica y cultural.
El siglo XX inaugura también una importante transformación urbanística en la ciudad de Barcelona que culmina con su característico Barrio del Eixample, donde se ubican algunos de los edificios del modernismo catalán más distintivos de Barcelona. Uno de los arquitectos más destacados de este periodo fue el catalán Antoni Gaudí, autor de obras tan internacionalmente conocidas como la Casa Milà (o Pedrera), la Casa Batlló o el templo de la Sagrada Familia.



Las libertades conseguidas durante esta etapa fueron  recortadas durante la Guerra Civil, en el año 1936 y la dictadura. Con el restablecimiento de la democracia, en el año 1978, Barcelona recuperó su fuerza sobre la economía y el catalán. La celebración de los Juegos Olímpicos en 1992 supuso la dinamización de todo el potencial de Barcelona.

En el año 2004, la organización del Fórum de las Culturas propició la recuperación de zonas industriales, que se convirtieron en Barrios residenciales.

Tomamos una calle y me agaché porque vi algunos billetes de veinte euros; solo eran dos, y cuando se lo dije a Fabi, me dijo que a lo mejor se le habían caído a ella. Nos reímos un rato porque ella iba detrás mía. Pues sí que habíamos entrado con buena suerte. Esta calle nos dejó en la Plaza de la Merced (patrona de Barcelona junto a Santa Eulalia). Hicimos algunas fotos, pero no entramos en la iglesia, ya que cobraban por hacerlo.



En nada, nos encontramos en las Ramblas, pero hoy no tocaba visitarlas. Compramos la tarjeta de diez viajes, que hace que un billete simple te salga a poco más de un euro, en la entrada del metro Drassanes (línea verde) y lo tomamos.  Nos bajamos en Lesseps. Hoy queríamos visitar el Barrio de Gracia y bajar andando hasta la Plaza de España, dando un paseo por la Barcelona modernista.



Lo primero que llama la atención al visitar el distrito de Gràcia es la sensación de estar en otro sitio, como en un pequeño pueblo. De hecho,  la antiguamente llamada la Villa de Gràcia, se anexó a Barcelona a finales del siglo XIX pero aún así, se sigue caracterizando por tener una personalidad propia. Nos encontramos ante uno de los barrios más bohemios y multiculturales de Barcelona.

Una de las atracciones más emblemáticas del barrio es el Parque Güell, una de las obras maestras de Gaudí, ubicada en la parte alta del barrio. Es una visita imprescindible de Barcelona, aunque nosotros ya la hicimos en nuestro viaje a Barcelona de hace diez años, cuando aún era gratuito, así que no lo visitamos esta vez.



Lo que sí queríamos ver era la Casa Vicens, que se trata de la primera obra de relevancia que ejecutó Gaudí tras licenciarse como arquitecto. Solo la vimos por fuera, ya que las entradas a los monumentos modernistas tienen un precio de más veinte euros de media y ver los más representativos nos saldría por más de ciento cincuenta euros por cabeza, y tan ricos no somos. Hicimos muchas fotos por delante y por detrás del edificio y continuamos nuestra caminata.



Solo sabía que teníamos que bajar, así que orientándonos como podíamos y dejándonos perder de vez en cuando, dimos con la otra casa que queríamos ver, aunque hoy día está convertida en un hotel de cinco estrellas; Hotel Casa Fuster, de otro de los grandes arquitectos del modernismo catalán: Lluis Montaner i Domenech.



Ya no abandonamos esta calle que nos llevó directos al Paseo de Gracia. Sabes que estás cerca de la Casa Milá o Pedrera por la cantidad  de orientales que se agolpan para hacer fotos. Pues nosotros hicimos lo mismo; sacar fotos desde todos los ángulos posibles.



La Casa Milà (1906-1912) es un edificio construido por el arquitecto Antonio Gaudí por encargo de Pere Milà y Roser Segimon. El nombre del edificio, "Casa Milà", se debe a este hecho. Fue la nueva residencia de la familia Milà. El matrimonio ocupó el piso principal y alquiló el resto de viviendas.La Casa Milà es el edificio civil más emblemático de Antoni Gaudí, tanto por sus innovaciones constructivas y funcionales como por las soluciones ornamentales y decorativas. Se trata de una obra de arte total.Conocida como “La Pedrera” por su aspecto exterior, parecida a una cantera a cielo abierto, presenta formas extraídas de la naturaleza.
Fue la última obra civil de Gaudí y supuso la ruptura con los esquemas de su tiempo.



Continuamos bajando por el Passeig de Gràcia, y llegamos a la popular Manzana de la Discordia, ocupada por tres grandes casas burguesas localizadas en el paseo, entre las calles Consell de Cent y Aragó. La manzana se conoce de este modo por la rivalidad que surgió entre los tres grandes arquitectos del Modernismo catalán que construyeron los edificios,  y las tres familias que los contrataron. Estos edificios son la Casa Batlló de Antoni Gaudí, la Casa Amatller de Josep Puig i Cadafalch  y la Casa Lleó Morera de Lluís Domènech i Montaner.



La Casa Amatller es el más antiguo de los tres edificios, data de 1875, y fue un encargo del industrial chocolatero Antoni Amatller. Es una de las obras más originales del modernismo catalán, tiene una fachada en forma escalonada que recuerda las estructuras holandesas.



Junto a ella se ve la Casa Batlló de Antoni Gaudí. Es absolutamente espectacular, tanto por su forma ondulante como por su tonalidad y sus detalles decorativos, imaginativos y únicos. En su fachada, se ven infinitas alusiones al fondo del mar, decoraciones naturales, balcones que  parecen máscaras, y columnas que simulan huesos. Y rematando el conjunto, un enorme cuerpo de dragón con escamas en cerámica de colores en lo alto del edificio. Estaban restaurando la fachada y no pudimos contemplarla, pero teníamos las fotos de nuestra anterior visita.



Por último, tocando a la calle Consell de Cent, se puede ver la Casa Lleó Morera. Fue una profunda reforma de un edificio preexistente, que llevó a cabo Domènech i Montaner entre 1902 y 1906. De la Casa Lleó Morera no se puede visitar su interior, pero la parte exterior es una obra impresionante de inspiración gótica y renacentista. La fachada está ricamente decorada con motivos florales, muy propios de este arquitecto y balcones de hierro forjado con ondulaciones imposibles. Un templete de piedra remata el conjunto.



Dejamos atrás la Manzana de la Discordia y continuamos nuestro recorrido hasta las Casas Rocamora, situadas en el Passeig de Gràcia, entre los número 8 y 10, bajando a mano izquierda. Son un conjunto de casas diseñadas por Joaquim y Bonaventura Bassegoda en 1914. Tienen una fuerte influencia del neogótico, aunque no faltan los detalles modernistas como sus ventanas en forma semicircular o balcones con trabajo de forja. En la parte superior hay esbeltos pináculos con una cubierta de escamas naranjas que contrastan con el blanco de la fachada.



Ya llegamos a la Plaza de Cataluña, llenísima de gente como siempre. Cada vez hay más palomas y más que un atractivo son un peligro porque puedes salir lleno de cagadas, así que la cruzamos muy rápido.



Yo tenía bastante sed y como no muy lejos se encontraba la Fuente de Canaletas, donde los culés celebran los títulos de su equipo, bebí agua en ella. Que por otro lado, dicen que si lo haces volverás de nuevo a Barcelona.



En nuestro anterior viaje apenas entramos en el Raval debido a la mala fama que tenía el barrio, pero al leer sobre Barcelona para preparar este viaje todo el mundo recomendaba pasear por él, porque ahora se trata de un lugar multicultural, pero mucho más tranquilo y seguro de lo que lo fue antaño. Tengo que decir que la ciudad condal es un lugar de muchos contrastes y en un mismo día lo íbamos a comprobar. Pasábamos de uno de los barrios más ricos de Barcelona a uno de los más pobres, y esto se notaba en todo.



Ya era la hora del almuerzo y buscando lugares que estuvieran bien y que no fueran muy caros (creo que el Raval es una de las zonas más económicas de Barcelona para almorzar), nos sentamos en un restaurante de la Plaza San Agustín, en una terraza, ya que la temperatura no estaba mal. Por doce euros nos tomamos un menú riquísimo, y además iba incluida la bebida, el pan y el postre, salimos muy satisfechos.



Seguimos paseando por el barrio, pasamos por las afueras de la Boquería que se encontraba repleta de gente almorzando en la calle los productos que se habían comprado en algún puesto del mercado y llegamos hasta la rambla del Raval a hacernos la foto con el Gato de Botero, que después de recorrer muchísimos lugares por Barcelona, al fin se ha quedado a vivir aquí.



Teníamos que decidir si ir andando a Plaza de España o coger el metro. Pero viendo que no íbamos mal de tiempo y que la distancia en el plano no parecía muy larga, optamos por caminar; parecía más cerca en el plano.

Otra de las cosas que llama la atención del Raval son los grafitis, algunos de ellos verdaderas obras de arte. Pasamos junto a un parque que no tenía muy buena pinta ya que estaba lleno de inmigrantes y carros de compra por todas partes; no olía demasiado bien, pero pronto pasamos a otra Barcelona, la de la Avenida del Paralelo, donde en un lado se encuentra el barrio San Antonio y en el otro, Pueblo Seco (lugar de nacimiento de Juan Manuel Serrat). Es una avenida amplia y con tiendas y restaurantes que están bastante bien de precio. Paramos a tomar café y así poder hacer un breve descanso, que se nos estaba haciendo largo el paseo.



Al final ya se divisaba la Plaza España, plaza construida para una de las dos Exposiciones que tuvieron lugar en esta ciudad, ésta en la de 1929, año en el que también se construyeron en  Montjuic: la Fuente Monumental, las Torres Venecianas, el Palacio Nacional, las Fuentes Mágicas, el Teatre Grec, el Pueblo Español y el Estadio Olímpico.



Para poder admirar casi todos estos monumentos (lo suyo es visitarlos y disfrutarlos a pie, pero no teníamos tiempo y ya lo hicimos de forma detenida en nuestra anterior visita) no hay nada mejor que subir a la terraza del centro comercial de las Arenas, antigua plaza de toros. Se puede acceder pagando el euro que te cobran por utilizar el ascensor o desde dentro por las escaleras mecánicas, que es gratuito. Creo que es uno de los mejores miradores de la ciudad.





El objetivo principal de ir a Plaza de España es que desde allí parten las líneas S4 y S8 de tren hasta Martorell Vila Castellbisbal, que es la estación más cercana y barata (un euro) para llegar a la casa de Víctor y Aroa. El trayecto es de unos cuarenta minutos, que se hacen rápidos una vez que el tren va por el exterior.  Y ya desde allí, en un cómodo paseo hasta la parte antigua del pueblo, que es donde viven estos, no hay más de quince minutos. Aunque el Puente del Diablo, que es por donde se cruza el río Llobregat es empinado para subir y para bajar.



Como Víctor nos había dado la llave, nos fuimos directos a la casa, que no fue difícil encontrar. El piso donde viven tiene dos plantas y una terraza amplia y es muy amplio y coqueto. Todo estaba superordenado y limpio. Apenas llevábamos diez minutos allí cuando llegó Aroa. La saludamos y Fabi y ella se pusieron a hablar, lo que yo aproveché para darme una vuelta por el pueblo y tomar café.



Martorell ya existía en la época romana, de la cual aún quedan muchos vestigios y ha sido importante desde entonces en todos los periodos históricos. Tiene una población de casi 30000 habitantes y todos los servicios de una ciudad. La mayoría de las personas trabajan en la industria automovilística, ya que SEAT está ubicada aquí, aunque también tiene una de las fábricas de PVC más importantes de España y una importante industria alimentaria.



La parte antigua o Vila de Martorell es bastante pequeña, apenas cuatro calles largas, una de ellas casi peatonal que es donde se encuentran algunos negocios familiares y varios bares y cafeterías. Parece que estés en un pueblo pequeño. De hecho me senté a tomar café y estas me encontraron al momento, sin necesidad de usar el móvil. Me dijeron que habían quedado con una compañera de Víctor que estaba buscando piso por esta zona. Cuando estaba pidiendo las bebidas apareció y tras saludarnos estuvimos una media hora charlando con ella.



Ya llamó Víctor para decirnos que estaba en el aparcamiento y que traía todo el equipaje para que le echáramos una mano. Venía cargado como una mula y para cuando quisimos acordar ya casi  estaba en la puerta del piso. Subimos, dejamos las maletas en el dormitorio que nos habían asignado y nos enseñaron con todo detalle las habitaciones y la terraza, donde nos tomamos la primera cerveza.

Ya en la cocina, mientras preparaban ellos la cena, Víctor pacientemente nos dio las indicaciones de dónde echar cada residuo; es decir la basura. ¡Coño qué complicado! Había cinco cubos: uno para todo tipo de envases, otro para el papel, otro para la basura orgánica, otro para el vidrio y el último para el "rebuig"(lo que no va en ninguno de los anteriores, por ejemplo, las toallitas, y segunda palabra que he aprendido). Yo sin querer me equivocaba y mi hijo me decía de todo. ¡Qué risas nos echamos! Hasta una noche me levanté porque me di cuenta que había echado un plástico donde no era y se me estaba remordiendo la conciencia.



Cenamos unos burritos exquisitos y algunas tapillas regadas con unas cuantas cervezas entre risas, y ya con el pijama puesto nos acomodamos en el enorme sofá a ver el primer capítulo de la última temporada de Juego de Tronos, al que los cuatro estamos enganchados. Dije de prepararme un cubatilla antes, y al preguntar por la ginebra, me dijeron que habían decidido no tener bebidas de alta graduación en casa. ¡Coño, casi me lo creo! Pero no, es que estaban en un pequeño armario del salón, y claro que había de todo: ginebra de varios tipos, ron y wisky. Me serví un Larios 12 con tónica y, ahora sí, a disfrutar de la serie.



Ellos tenían que trabajar, así que nos fuimos pronto a la cama.


Martes, 16 de abril



Nos levantamos en cuanto oímos movimiento arriba, ya que queríamos desayunar con ellos. Lo hicimos como siempre con risas, por la ironía de Víctor y las polladas que digo yo.  Nada más salir por la puerta ellos, nos preparamos para hacer la segunda visita a Barcelona. No sabíamos a la hora a la que pasaban los trenes, pero sí que era con bastante frecuencia, así que la espera en la estación fue bastante corta, como corto se nos hizo el viaje. Con el mismo billete tomamos el metro en Plaza España, hasta Urquinaona, al lado de la Vía Layetana, ya que habíamos quedado para hacer el freetour en la parada del metro de Jaume I. De paso vimos el Palau de la Música (otra obra maestra del modernismo) Como aún era pronto nos tomamos un café cerca del punto de encuentro.



Había un montón de personas (muchos guiris) ya esperando y fuimos a identificarnos y que nos asignaran un grupo. A las diez y media comenzó la visita. Tuvimos la suerte de que nos tocara un gaditano (Ponce), como guía, la mar de gracioso. El grupo estaba compuesto por unas treinta personas, la gran mayoría argentinos, y tras contarnos a rasgos generales la historia de Barcelona, iniciamos el tour: El Barrio Gótico y el Born.



El centro de la ciudad romana, actual Barrio Gótico, es el punto donde se cruzaban el Cardo y el Decumano de Barcino, hoy en día las calles del Bisbe y Llibreteria. Muy cerca se pueden apreciar los restos del templo romano de Augusto. De hecho, el que fuera el núcleo original de la Barcelona romana y medieval es hoy en día el corazón de la Barcelona del siglo XXI. En su entramado de callejuelas y plazas conviven todo el pasado y el presente de la ciudad.



Aquí, en el Barrio Gótico, encontraremos los palacios del Ayuntamiento y de la Generalitat, la Catedral y otras iglesias góticas como la de Santa María del Pi o la de Sant Just y Pastor. Muy cerca de la plaza Sant Jaume, en el corazón del Barrio Gótico de Barcelona, encontramos la antigua calle Judería, formada por una red de callejuelas  donde aún se conserva parte de la antigua sinagoga.








En el mismo barrio Gótico, la Plaza del Rey exhibe el conjunto que formaban las dependencias reales de la Corona catalana-aragonesa. En el subsuelo de la misma plaza podemos hacer un recorrido por los impresionantes restos arqueológicos de la Barcelona romana. Detrás de la Catedral descubrimos la preciosa plaza de Sant Felip Neri, con su iglesia barroca y la historia del bombardeo en la guerra civil. Y todo esto rodeado de callecillas de un barrio de Barcelona lleno de historia, que envuelven y transportan a quien las pisa al embrujo de otras épocas.
Ponce nos iba contando todo esto con su peculiar gracia y nos daba todo tipo de consejos sobre qué visitar gratis, dónde comer barato o recomendaciones de qué es lo imprescindible hacer en Barcelona.



Tras hora y media tocaba descanso para tomar algo y contratar visitas pagadas con Sandeman, que era quien organizaba el tour. Nos avisó de que el bar era un poco caro y que no era necesario consumir nada, pero de todas formas me pedí una cerveza y comprobé que era cierto.

La segunda parte de la visita era el Barrio del Born, nombre que viene de justa, ya que era aquí donde se celebraban los combates a caballo y con lanza en la Edad Media.

Nos dirigimos por la calle Argentaria, muchas de las calles de este barrio hacen referencia a los nombres de los oficios que se realizaban en la Edad Media, hacia la Basílica de Santa María del Mar, considerada como la mejor muestra del gótico catalán, construida entre los años 1339 y 1383 y declarada Bien de interés Cultural. Nos la explicó por fuera, ya que a esa hora la entrada costaba dinero, al igual que la Catedral.



En la parte trasera de la basílica se encuentra el Fosal de las Moreras, que es una plaza que se asienta sobre el antiguo cementerio, en el que hay elementos conmemorativos,( como el pebetero que siempre está encendido) a los caídos durante la Guerra de Sucesión Española ( partidarios de los Borbones contra los de la Casa de los Austrias) durante la batalla del 11 de septiembre de 1714 ( de ahí que en los partidos de futbol los independentistas protesten en ese minuto 17) y que muchos están enterrados aquí.



Desde aquí fuimos hasta el Paseo del Born, donde el guía se despidió de nosotros, cosa que agradecimos con una buena propina a un trabajo bien hecho.



Como estábamos muy cerca del Centro Cultural del Born, un espacio cultural con museo en el que se exhiben las ruinas del barrio de La Ribera en un restaurado mercado del siglo XIX, entramos en él. Fue una visita muy corta porque teníamos la entrada para La Sagrada Familia a las tres y teníamos que almorzar antes.



Como el guía nos había dicho que si nos gustaba andar, no estaba muy lejos, pasamos de coger metros e ir caminando hasta allí. Así que tomamos el Paseo de Lluis Companys, al lado de la Ciudadela, hasta el Arco del Triunfo, que se construyó con motivo de la Exposición Universal de 1888 y era la entrada a dicho evento.



Desde aquí cogimos el Paseo de San Juan. Vimos una terraza llena de gente almorzando y miramos los precios. Había una mesa libre en la terraza y allí que nos sentamos. Se trataba de un restaurante argentino y la comida estaba muy buena. Pero sobre todo, sirvió para hacer un merecido descanso, que llevábamos toda la mañana andando sin parar.



Seguimos por el Paseo San Juan hasta la calle Mallorca y ya desde lejos se veía la Sagrada Familia. Como la vez anterior, había miles de personas en los alrededores. Ya que aún era pronto, estuvimos echando cientos de fotos por fuera y me tomé un café, malísimo y carísimo,  en el  chiringuito cerca  de la Puerta del Nacimiento.



Las entradas las había comprado por internet por 25 euros con audioguía por recomendación de David, y fue todo un acierto, porque si no, te pierdes muchos detalles. Nos pusimos en la cola y entramos un poco antes, aunque más que a una iglesia parece que vas a subir a un avión por el control que tienes que pasar. Si ya me gustó el templo la vez anterior que estuvimos en Barcelona, ahora me encantó, porque por dentro ya está acabado y te deja sin palabras.





La Sagrada Familia es el icono indiscutible de Barcelona y la obra maestra de Antoni Gaudí. Se trata del monumento más visitado de la ciudad y de España. Reconocible desde lejos por sus torres que se elevan hacia el cielo, cuenta con dos fachadas exteriores que impactan nada más verlas.




Sin embargo, es en su interior donde se refleja la genialidad de Gaudí. En la actualidad la basílica se encuentra todavía en construcción y su finalización está prevista para el año 2026. La construcción comenzó en 1882 con un estilo neogótico. Un año después el proyecto fue puesto en manos de Gaudí, quien lo replanteó por completo. Gaudí diseñó un templo excepcional e innovador que iba a estar compuesto por 18 torres, aunque finalmente sólo tuvo tiempo de crear una de ellas antes de su muerte. Gaudí falleció en 1926 dejando inacabado el proyecto que ocupó los últimos años de su vida pero, gracias a los planos que se conservan, su sueño se hace realidad poco a poco gracias al trabajo de otros artistas y al dinero obtenido a partir de las donaciones y las visitas.






Desde aquí, la Plaza España sí que pillaba bastante lejos, así que hoy tomamos el  metro para llegar hasta allí.  No tuvimos tanta suerte como ayer, que nada más llegar al andén pillamos el tren, hoy tuvimos que esperar unos veinte minutos. Otra vez el viaje a Martorell  pasó volando.

Compramos algunas cosillas, sobre todo fruta, y fuimos a llevarlas a la casa. Fabi se quedó allí y yo me bajé a tomar café y a seguir curioseando por la villa. Tanto en Barcelona como aquí vi muchas fachadas adornadas que me recordaron a los trampantojos de Toledo, pero a diferencia de aquellas, éstas no eran lisas, sino que tenían relieves. Busqué en internet y aprendí una palabra nueva: “ESGRAFIADO”, que es el nombre que se le da a estos relieves. Los de la parte vieja de Martorrel son bellísimos y muy trabajados.



Cuando volví al piso ya había llegado Aroa y estaba con Fabi en la habitación de la terraza. No tardaría mucho en venir también Victor, y como se subió arriba, me cogí una cerveza de las caras, a lo que Víctor me comentó que me iba a beber todas las buenas, y estuvimos los cuatro en la terraza charlando y riendo un rato, y viendo las macetas de flores y la hortaliza que habían sembrado.



Hoy jugaba el Barcelona los cuartos de final, así que preparamos la cena para que no se nos echara la hora del fútbol encima. Le dije a mi hijo que hoy sí que iría con el Barcelona, ya que jugaban contra el Manchester, pero ni por esas. Él es del Madrid y no hay cojones; Disfrutamos del fútbol y de las polladas que decíamos, y nada más terminar nos fuimos todos a la cama. Estas horas que estábamos con ellos era lo mejor del día.



Miércoles, 17 de abril (Cumpleaños de Víctor)



En cuanto lo escuchamos trastear arriba nos levantamos para desearle a nuestro hijo un feliz cumpleaños, que ese había sido el principal objetivo de este viaje. Desayunamos todos juntos y prácticamente salimos a la misma hora; ellos en dirección al trabajo y nosotros a la estación del tren.  Cuando estábamos llegando vimos pasar un tren, así que nos tocó esperar unos veinte minutos a que lo hiciera el siguiente.



Hoy, por fin, tocaba la Rambla, pasear más detenidamente por todo el Barrio Gótico, las calles perpendiculares a la Rambla y visitar tanto la Catedral como la Basílica de Santa María del Mar.

En metro fuimos hasta Jaume I, e hicimos el mismo recorrido que con el guía, pero ahora deteniéndonos  y disfrutando de cada rincón.



Al llegar a la Catedral, y como era muy pronto, y por tanto la entrada era gratuita, había una cola que casi le daba la vuelta, porque se estaba celebrando una misa. Aunque la entrada para el culto, estaba sin nadie, solo el guarda jurado. El guía nos explicó un truco para entrar, que era decir que íbamos a rezar y que si nos preguntaban que a quién, dijéramos que a Santa Eulalia. A mí me entró la risa y sabía que no me dejarían, se me notaba mucho, así que le dije a Fabi que entrara ella sola. Efectivamente la pararon y le preguntaron, pero ella muy seria dijo que iba a rezar y la dejaron entrar. Mientras, yo estuve haciendo fotografías por los alrededores. La fachada de la Catedral apenas tiene unos cien años, pero está muy lograda. Gaudí,  fue uno de los que participó el concurso para llevarla a cabo. Menos mal que no lo escogieron a él, porque si no, nos hubiéramos quedado sin la Sagrada Familia tal como está.



Fuimos paseando y perdiéndonos por las diferentes callejuelas del Barrio Gótico y observando con detenimiento cada detalle. Por cierto, que no todo lo que vimos estaba allí en la Edad madia. Muchos de los edificios han sido desmontados piedra a piedra y colocados allí, y otros son restauraciones de edificios más modernos imitando cómo sería el Barrio entonces.



Como el día anterior no pudimos ver por dentro la Basílica de Santa María del Mar, nos dimos prisa para poder admirarla en el horario gratuito. La Basílica de Santa Maria del Mar de Barcelona, conocida como la "Catedral de la Ribera", es uno de los ejemplos más perfectos de la arquitectura de estilo gótico, por armonía en sus proporciones y el aspecto que ofrece el conjunto.
En la Edad Media, los largos periodos de construcción de una iglesia, (frecuentemente más de un siglo), solían implicar cambios de estilo arquitectónico. Santa Maria del Mar de Barcelona es una excepción: construida en sólo 55 años, de 1329 a 1384, es la única iglesia de estilo gótico catalán puro. Su estructura es de tres naves casi de la misma altura, con sobrias y altísimas columnas cada 13 metros de distancia, un espacio no superado por ninguna construcción medieval en todo el mundo. La impresión resultante es de una amplitud, elevación y ligereza sublimes, como si la gravedad se hubiera dado la vuelta y atrajera las piedras hacia arriba. Las numerosas ventanas con vidrieras de la iglesia de Santa María del Mar juegan un papel importante en este sentido.





La recorrimos de arriba abajo, y aunque ya la conocíamos de nuestra visita en un viaje anterior, no deja de sorprenderte. Pasé mucho rato buscando la vidriera donde está el escudo de Fútbol Club Barcelona, pero ante tantas vidrieras me fue imposible hallarlo.



Desde aquí bajamos a la Rambla del Mar y por casualidad vimos abierta la iglesia de la Merced en horario de misa. Nos hicimos los suecos y entramos en ella; es casi como una catedral.



Cruzamos la venida que separa a Barcelona del mar, echamos alguna foto del paseo que hay encima de este y nos encaminamos a las hacia la estatua de Colón.



Volvimos a las Ramblas y seguimos investigando por las calles. El día anterior nos dejamos algunas plazas sin visitar, como la Plaza Real. Hacia 1835, fruto de las desamortizaciones, desaparecieron muchos de los edificios religiosos de Barcelona. Fue el caso del antiguo convento de los capuchinos, que pasó a mejor vida, dejando libre un gran solar. Allí se urbanizaría, unos años después, la actual plaza Real. El arquitecto encargado de la obra fue Francesc Molina, que concibió una plaza lujosa con la finalidad de enaltecer la monarquía. El rey Fernando VII, monarca de la época, debía quedar inmortalizado en el centro de la plaza con una estatua ecuestre. El monumento no se llegó a hacer y en su lugar encontramos la fuente de las Tres Gracias. A ambos lados de la fuente central hay dos farolas, obra juvenil de Antoni Gaudí, que están culminadas por un casco alado y un dragón y que fueron instaladas en la plaza en 1879. A su alrededor, las palmeras reales adornan el sitio y le dan un toque exótico.



Como no estábamos muy lejos, nos fuimos al otro lado de la Rambla donde se encuentra el Palacio Güel. Construido entre 1885 y 1890 por encargo del industrial Eusebi Güell, el Palacio Güell (Palau Güell) es un peculiar edificio modernista que constituye una de las principales obras de Gaudí. El edificio, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, fue construido como residencia particular para la familia Güell y se conserva prácticamente tal y como el artista lo completó.



Desde aquí fuimos al mosaico de Miró, que mucha gente pasa por encima de él y ni se da cuenta de que está ahí.



Como estábamos en la puerta de la Boquería hoy no podíamos perdérnoslo. El Mercado de San José, más conocido como "La Boquería", es el mercado más famoso de Barcelona y una de sus principales atracciones turísticas. El Mercado de San José, más conocido como "La Boquería", es un céntrico mercado municipal que se encuentra en las Ramblas de Barcelona. Se trata del lugar ideal para comprar productos frescos, aunque en la actualidad el mercado se ha convertido en una llamativa atracción turística.



El colorido mercado es un laberinto de más de 2.500 metros cuadrados a lo largo de los cuales se ubican más de 300 puestos que ofrecen todo tipo de productos: huevos, carnes, embutidos, dulces, zumos de frutas… Resulta complicado imaginar algún producto que no se pueda encontrar en la Boquería. Al pasar por un puesto de jamón no pudimos resistir ante el olor ni la tentación y nos compramos un par de bocadillos. Como se echaban nudos, nos sentamos en una de las terracillas del mercado, y nos clavaron tres euros por cada una. Menos mal que te daban un tique por si querías ir al servicio y nos ahorramos cincuenta céntimos cada uno.



Hoy habíamos andado poco, ya que la media diaria era de quince kilómetros, así que de nuevo decidimos ir caminando hasta Plaza España y hacer ganas de almorzar. Aroa nos había dicho que hoy salía pronto del trabajo y nos llevaría en coche a Montserrat. Por eso nos iríamos sobre las tres de Barcelona. Fuimos viendo restaurantes con unos precios y variedad aceptables, pero queríamos acercarnos lo máximo posible a la estación, que después con la barriga llena costaría más trabajo. Casi al lado de Plaza España vimos un restaurante “ El Mesonet” que ponían comida catalana y a doce euros el menú. Entramos a probar suerte y antes de que nos sirvieran sabíamos que habíamos acertado porque había un montón de trabajadores almorzando. Pedimos escalibada, butifarra, croquetas y un cocido catalán llamado escudella. Fue demasiada comida, menos mal que me pusieron una jarra de medio litro de vino para bajarlos.



Cuando estábamos camino de Martorell, nos llamó Aroa diciendo que le habían puesto una reunión y no podría llevarnos. Ya no había marcha atrás y nos fuimos al piso de estos, yo a echarme una siesta y Fabi se puso a planchar, y eso que le habían prohibido hacer nada en la casa.



Tras la siesta, que me vino de maravilla, me fui a la Estación Central de Martorell por ver los horarios y cuánto costaban los billetes hasta  Montserrart,  así como  los accesos hasta el monasterio, bien en el tren cremallera o en el teleférico. Había un viaje combinado, pero salía más caro que si lo hacíamos por separado.



Tomé café allí mismo en el bar de la estación y para regresar  tomé otro camino de vuelta a casa. Ya era imposible que me perdiera por el pueblo. Salí con Fabi a compar algunas cosillas, y en nada llegó Aroa. Víctor tampoco tardó mucho.

Ellos se ducharon, se vistieron y salimos a cenar fuera, que para eso era el cumpleaños de Víctor y quería invitarnos. Nos dimos una panzada de andar hasta el restaurante y, cuando llegamos, no había mesa. Viendo que perdían una mesa, el camarero nos puso en una que estaba reservada diciendo que se la iba a jugar porque pensaba que esos clientes llegarían más tarde; acertó. Tanto la comida como la cerveza estaban buenísimas.



Nos reímos un rato y otra vez de vuelta a la casa donde esperaba la tarta de cumpleaños que le habíamos comprado. Sopló las velas, le cantamos feliz cumpleaños y yo me tomé un cubatica. Vimos un poco de fútbol, pero como se estaba quedando dormido, decidimos irnos todos a la cama.






Jueves, 18 de abril



Tras desayunar con ellos y hacer el equipaje, pusimos rumbo a la Estación Central de Martorrell, ya que desde la otra no partían trenes hacia allí. Utilizamos dos billetes que quedaban en una de las tarjetas de zona dos que nos había dado Víctor. Hoy íbamos a visitar Montserrat y su Abadía. 



Paramos en Montserrat Aeri (bueno, nosotros y todo el mundo) ya que desde allí partía el teleférico. Como muchísima gente traía el billete combinado, se fueron directamente a la cola del teleférico, mientras que nosotros comprábamos los billetes, lo que supuso que fuéramos casi los últimos. Al final tuvimos que esperar casi media hora para subir. Aunque la aprovechamos para hacer fotos de la montaña y del monasterio que se encuentra camuflado en ella.



Montserrat es una montaña única en el mundo, gracias a su formación y su silueta.
Conocida como “La Montaña Mágica” es cuna de leyendas y tradiciones y lugar de peregrinaje desde siempre, tanto para quienes buscan contemplar la belleza natural de la montaña y su entorno como para quienes aprecian el aspecto espiritual.



Montserrat, cuyo nombre significa “Monte-Serrado”, acoge en el centro de la montaña el Santuario de la Virgen “La Moreneta” y el monasterio benedictino, que desde hace casi más de mil años ha estado al servicio de todos los peregrinos y visitantes que vienen hasta este lugar sagrado.



Nada más aperarnos del teleférico comenzó a llover, aunque era una lluvia fina. Dimos un paseo por el entorno y después fuimos a ver el monasterio. Era la hora de la misa, así que no se podía entrar al templo hasta las doce. Fabi se puso en una cola, para poder ver a la Moreneta de cerca, pero una mujer le dijo que tardaría más de una hora en poder hacerlo, así que tras quince minutos, abandonó la cola. Dimos una vuelta por la gruta de las velas y ya sí pudimos entrar en la basílica.





Lo que más llamaba la atención, aparte del tamaño de la virgen, pequeñísima, era los botafumeiros que hay repartidos por todo el templo; con infinidad de formas y colores.

Como llevábamos el horario de los trenes y no queríamos perder el siguiente, bajamos a las doce y media. La estación es muy pequeña,  y solo tiene una máquina para sacar los billetes del tren. El problema es que no teníamos bastante suelto  y la máquina no admitía billetes de cincuenta euros, así que fuimos al único bar que hay por allí y nos pedimos un refresco y una cerveza y cuando le di el billete para que me cobrara, se molestó bastante por pagar con algo tan grande, ya que lo dejaría sin cambio..



Pudimos ya sacar el billete en la máquina y mientras esperábamos otra riada de gente se apeó del tren. Pregunté a un joven que si estábamos en el lugar adecuado y me dijo que leyera, que lo ponía muy claro, (un esgraciao,  porque con el resto de gente con la que hemos hablado eran la mar de amables ).



En cuarenta minutos estábamos de vuelta en casa. Mientras Fabi hacía algunas cosas yo me fui a comprar dátiles a una frutería regentada por argelinos que me recomendó Víctor.



Preparando los bocadillos me hice la picha un lío con una tripa de fuet y dónde debía echar cada residuo. Estaba el pellejo, la etiqueta plastificada, el plástico, la cuerdecilla y el alambre. Cometí un pecado, porque lo tiré todo al cubo del rebuig.

Llevaba tres cervezas cuando llegó Víctor y me dijo que no me tomara ni una más que no estaba dispuesto a parar en el viaje más de una vez. Me acojonó porque yo cada dos horas necesitaba ir al servicio, ya que estaba todo el día bebiendo líquido que me pedía el cuerpo (después sabría que era de un subidón de azúcar que tenía desde hacía varias semanas).

Ya estaban todos los equipajes preparados, pero a Aroa le habían puesto otra reunión, así que aunque Víctor había llegado a las dos y media, no salimos hasta las cinco.

Fuimos a dejar el coche de empresa de Víctor en la obra en la que trabaja actualmente, que de paso nos la enseñó, y a recoger a Aroa para venirnos todos en un solo coche. Ya sí que estábamos  listos, así que metimos el equipaje y quedaban ocho horas de viaje hasta Granada.

Nos hizo de todo en el camino: lluvia, viento, sol y, pasado Murcia, noche serena de luna y estrellas. Al final Víctor hizo todo el recorrido, y eso que le dije de darle un relevo.  Paró tres veces porque yo no podía aguantar más y me meaba en el coche (algo que sirvió para que nos riéramos bastante).  A la una de la mañana llegamos a Gójar, cenamos un poco y nos acostamos. ¡Realmente es un palizón de carretera!



Barcelona es una ciudad distinta a las del resto de España. Sin duda alguna, la más cosmopolita de la península y es una pena que, debido al fútbol y a las ideas políticas, mucha gente no tenga opiniones muy positivas de ella. Yo invitaría a todo el mundo a visitarla y verla con ojos objetivos, porque seguro que les encantará. Ya es la tercera vez que la visitamos y siempre nos deja impresionados. Barcelona es modernismo, es un crisol de gentes y de cultura. Es la ciudad de las mil caras porque hay infinidad de  recorridos que te hacen sentir que has cambiado de ciudad en el mismo día.

Y ahora toca joder un poco a mi hijo con los agradecimientos. Hemos hecho muchos viajes juntos, y Víctor y Aroa han sido nuestros mejores compañeros de viaje. Esta vez les ha tocado ser nuestros anfitriones, y han vuelto a demostrar que son los mejores también en eso. Gracias Aroa; gracias, Víctor, por esos momentos que hemos pasado junto a vosotros, que aunque solo hubieran sido minutos, ya habría valido la pena el viaje. Os queremos y esperamos que en un futuro no muy lejano podamos disfrutar de un viaje juntos de nuevo.


1 comentario:

  1. Madre mía qué bien contado todo y que envidia!!! Me ha dado nostalgia de volver de nuevo a Barcelona, que me encanta!!!! Y el blog también me ha encantado!

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